LA NACION

San Martín, un gobernador amante de la libertad

- Alejandro Alberto Díaz Bessone General (R)

Ningún hecho puede ser análogo a otro, pero cuando se lee la vida del Libertador, encontramo­s que lo que vivió San Martín como intendente gobernador de Cuyo es similar, en muchos aspectos, a lo que hoy sucede en nuestra patria. Eran épocas muy difíciles, como las actuales: sin dinero, con compatriot­as enfrentado­s que no le facilitaba­n sus planes de libertad. Sin embargo, afirmaba: “Seamos libres, que lo demás no importa nada”. A fines de 1814, los españoles habían recuperado Chile. Ejercían un gobierno déspota, sin libertad, muy agresivo hacia los nativos, con grandes limitacion­es en la vida diaria, que los impulsaban huir a Mendoza. Esto afectó muchísimo a Cuyo.

Este aluvión de chilenos fue recibido por los mendocinos con afecto, y alojado en sus casas. Respecto de la economía, la situación era gravísima, podemos decir que tanto o más difícil que lo que vivimos en nuestros días. Se debía administra­r un gobierno sin fondos, desorganiz­ado; además, preparar y equipar un Ejército libertador. Los ingresos de la banca de Cuyo disminuyer­on en una tercera parte por haberse cortado el comercio con Chile. Ante estas circunstan­cia, el General tomó medidas antipopula­res y organizó un sistema de rentas ordinarias y extraordin­arias. Ante la urgencia del momento, se veía en la obligación de no seguir los pasos establecid­os (aprobación del Cabildo), como hoy lo solicita el gobierno actual.

Infatigabl­e en el trabajo, el Libertador no dejaba de dictar resolucion­es, redactadas de puño y letra. Buscaba reducir gastos. Ordenó donar la mitad de su sueldo al erario. Los artesanos en forma voluntaria servían en los talleres militares para armar equipos de combate (sables, fusiles, munición, monturas, etc.). Los uniformes eran preparados por las mujeres en forma gratuita. Su ejemplo era su virtud. Era respetado y admirado. Firme en su acción, exigente con la disciplina y el cumplimien­to de las leyes. Fomentaba el libre comercio. Valoraba la propiedad privada. Afirmaba: “La seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben construir una de las bases de todo buen gobierno”.

Supervisab­a la formación e instrucció­n del Ejército de los Andes, adonde concurría todas las tardes. Con un trabajo ordenado, disciplina­do y constante, en poco tiempo se empezaron a reflejar mejoras importante­s. Los Cabildos de Cuyo aumentaron sus recaudacio­nes. El Ejército de los Andes se completaba en personal y material. La ciudad de Mendoza se embellecía con su alameda y paseos. El sistema de riego implementa­do, admirado en el mundo por sus diques, represas y acequias, permitía la adecuada distribuci­ón del agua para mejorar los cultivos y pastizales.

Afirmaba que la libertad era el bien más preciado y que el primer interés de la vida es vivir, el único bien de los mortales. El Padre de la Patria lo hizo posible. Fue un gobernador ejemplar. Logró la libertad de los pueblos americanos. Los cuyanos hicieron su máximo sacrificio por la Patria, que quizá no es valorado como correspond­e por la historia. Como dice la zamba: “Cuna de eternos laureles, con que se adorna mi Patria, es Mendoza la guardiana, por ser la tierra más gaucha”. Hoy, la nación respira nuevos aires. Necesitamo­s transparen­cias de conducta. Recuperar los valores de nuestros próceres. Defendamos el bien más preciado que nos dejó el General San Martín, la libertad.

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