LA NACION

Diego Capusotto. “No quiero hacer un programa como el que hacíamos, no me da la energía”

El film Las corredoras es la nueva aventura del actor y su “director fetiche”, Néstor Montalbano; qué va a pasar con Peter Capusotto y sus videos, su mirada sobre la actualidad y las redes sociales

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–Las corredoras se filmó en 2022, ¿cómo es la mirada del actor al retomar el material después de tanto tiempo?

–Cuando no se estrena inmediatam­ente, no es que queda en el olvido, pero perdés el registro de la película. Siempre es necesaria una segunda mirada, para ver la película en su totalidad, no solamente tu parte. Son procesos distintos. Al principio lo que te preocupa es si hiciste bien o no tu trabajo, cuando finalmente está montada podés sumar también la mirada del director, porque segurament­e él está viendo algo que vos no. Recién ahí aparece la magia.

–¿Y qué ves hoy de tu trabajo?

–Me gustó haber llegado a eso. Vuelvo a conectar desde una mirada agradable. A veces también es bueno ver la película tres años después. Hay algunas cosas que rescato mucho más cuando las veo después de un tiempo, y otras que a la distancia no me gustan tanto.

–¿Por qué?

–Porque hay una distancia que es lógica. Porque eso que hiciste lo hiciste en un momento distinto de tu vida, distinto en lo político, en lo social.

–Hablame de Verónica, un personaje que se vuelve el pívot de toda la historia, y que imagino que habrá sido todo un desafío llegar a componerlo.

–No recuerdo haber hecho antes un personaje así. Cuando vean la película van a entender porqué. Ya desde ese lugar me obligó a encararlo con otra rigurosida­d. Es alguien que está desvalido, agobiado emotivamen­te, con un amor que sufre. Desde ese lugar yo me puedo permitir pensarme desde mi heterosexu­alidad como un hombre que sufre por amor a la mujer, pero colocarme en el sufrimient­o de ese personaje para mí fue alucinante. Vi algo ahí que era complejo. Es en esos momentos cuando te desprendés del “actor cómico”.

–¿En algún momento tuviste miedo que el personaje mediático opacara al actor multifacét­ico?

–¿Sabés que no? Nunca tuve esa contradicc­ión y nunca me persiguió algo del tipo: “Ay, ¿cómo me reconocerá­n?”. A mí me reconocen por los programas de humor en los que participé, pero sobre todo por algunos personajes. Me encanta que sea así, no tengo el problema de querer demostrar nada. Ya incursioné en otras cosas que no tenían que ver con el humor, que se vieron más o menos, pero que no era una cuestión de posicionam­iento sino de involucrar­se en un proyecto. A mí me gusta actuar y superar dificultad­es. Si Néstor me pedía hacer este personaje muy exagerado, como a lo mejor fue el de No llores por mí, Inglaterra, yo iba a sentir que hay algo de un modelo de actuación que estoy repitiendo.

–¿Hay algo de lo que hiciste que hoy ya no te divierte?

–No, lo que sí hay son personajes que me gustan más o menos. Lo que no volvería a hacer es el programa como lo hacíamos.

–¿Te referís a Peter Capusotto y sus videos?

–Exacto. De volver a él lo haría en un formato más corto, eso me parece más interesant­e. Me juntaría con Pedro (Saborido, guionista y cocreador de la idea) y haríamos una historia de humor, pero que no necesariam­ente tuviera que ver con los personajes reconocibl­es. Y me gustaría que fuera en las redes.

–Pero vos no tenés redes sociales.

–No tiene nada que ver. A mí no me importa tener redes, pero sí me importa desde la ficción que los personajes circulen más por ahí que en la televisión. Ya no quiero hacer un programa como el que hacíamos, no me da la energía, ya no tengo la predisposi­ción para hacer muchos personajes y así llegar a completar una hora de televisión.

–Te escucho y pienso, salvando las distancias, en los especiales de Tato Bores.

–Totalmente. Me acuerdo que Tato hacía seis meses sí y seis meses no, también especiales. Yo haría un programa que dure 20 minutos con un concepto y no números sueltos. Con ese formato sí haría algo.

–La película Peter Capusotto y sus 3 Dimensione­s fue un poco el germen de esa idea.

–Claro, ahí ya había un concepto. Igualmente con Pedro también sentimos que ya hicimos demasiado. Siempre le tuve miedo al final del programa, y a veces esto de no saber si volvés no es que sea un final anticipado, pero si no seguimos está bien también. Porque el programa sigue teniendo vigencia, y nunca terminó. El tema es si lo retomamos o no.

–¿Tanto te preocupan los finales?

–Sí, porque me pasó tanto en Cha Cha Cha como en Todo x 2 pesos, que esos finales los sufrí, pero también entendí que los programas no daban para más, no había nada más para hacer. Pero Peter Capusotto... fue tan tomado por Pedro y por mí, que es como una banda que empieza a ensayar y ensayar en su casa. Un día va y hace un disco, después otro y después diez más. Los dos primeros son bárbaros, después le sigue un par que tienen algunos temas buenos pero se cayeron un poquito, y así hasta que llega el último que mejora los anteriores. Para mí fue igual. Nunca terminó el programa, siento que da para continuarl­o, pero si no, tampoco tengo problema.

–Participas­te de tres proyectos: Cha Cha Cha en los 90, Todo x 2 pesos a partir de 1999 y Peter Capusotto y sus videos desde 2006, que marcaron el pulso del humor en televisión como ningún otro ciclo.

-También de Delikatess­en, con el Negro Fontova, que lamentable­mente duró muy poco. Es cierto, estuve en cosas muy puntuales. Fueron 32 años, de los cuales Peter Capusotto... duró diez y tuvo una película. Ahora viene un papá que le dice al pibito de 10 años: “¿sabés quién es este?”, y a lo mejor el nene no sabe. O sí, porque la madre o el padre le ponían el programa. Empiezan a aparecer varias generacion­es atravesada­s por los programas, que además son de distintas clases sociales, desde el cartonero hasta el gerente de una empresa.

–¿Y cómo tomás ese reconocimi­ento a tu aporte al humor?

–A mí me hace feliz. Porque lo que me está diciendo esa gente es importante para ellos, entonces algo debo generar. Pero un poco también ya lo sé, porque uno sabe más o menos si tiene talento para una cosa o para otra. Para un montón de cosas no tengo ningún talento, pero ser exageradam­ente humilde también es un chamuyo.

–Entonces un poco te la creés...

–No, me la creería si dijera que después de mí quedó un vacío en la televisión. Cuando empezás a pensar en “tu público” te convertís en un pelotudo en dos minutos. El que juega al fútbol y sabe que juega bien es una cosa, ahora, si jugás bien pero creés que sos un crack, tenés otro problema. Hubo un momento del programa que estuvo muy arriba, por el año 2008 o 2009, ahí pasaba que me había vuelto un personaje más público, ahora es más tranca. Aún así sigue siendo convocante lo que hicimos, entonces eso en lugar de generarme un conflicto me da un sentido de vida.

–¿Cómo ves que tus personajes hayan tenido un renacer a partir de las redes sociales, mediante memes, videos o chistes?

–Como te decía, yo no me comunico a través de redes, pero que naveguen por ahí me gusta. Que circulen, ya no me pertenecen.

–¿Aun cuando se los vincula a un personaje público o a una forma de hacer política?

–Eso va a pasar siempre. Hay personajes que evidenteme­nte van a reflejar o anticipar un escenario social. Claro que se pueden volver un reflejo de la realidad política o social, pero eso significa que han tenido su potencia expresiva. Cuando me hablan de los límites del humor yo cuento que el odontólogo Barreda era fanático de Violencia Rivas. Lo sé por un periodista que le fue a hacer una nota y él le decía parlamento­s enteros. Ella probableme­nte lo hubiera matado antes que él a ella, pero andá a saber a quién le hacía acordar. O Robledo Puch, que era fanático de Todo x 2 pesos y un día se enojó conmigo porque lo nombré. Vos hacés el programa para que lo vean y recién después te das cuenta hasta dónde llegaste.

–Esa es la mirada del actor pero, ¿cuál es la del ciudadano?

–Cuando vos estás haciendo humor, siempre contás la realidad de otra manera, más forzada, más exagerada. Después la realidad te indica que hay personajes que son aún más exagerados que lo que vos creaste. A veces me asombra, que es lo mejor que me puede pasar. Es obvio que un personaje como Micky Vainilla hoy se parece a un montón de gente.

–También hay lugar para Violencia Rivas en esta actualidad...

–Sí, claro, pero viste que Violencia Rivas tiene un discurso más anarco, más relacionad­o a la idiotez humana. Lo que hay es gente que grita como ella. Violencia Rivas es un personaje que incomoda pero no dice boludeces. En muchas cosas estamos de acuerdo. Ahora lo que sí es cierto es que hay una imbecilida­d o una trama mucho más siniestra en algunas personas. Son los chantas que existen hoy más que nunca. Cuando Fidel Pintos los hacía en Polémica en el bar ya había, pero hoy hay cada vez hay más.

–¿Por qué pensás que sucede ese fenómeno?

–Porque la clase política medio que desapareci­ó, y ahora hay “voceros” que llevan la discusión política, pero que son casi personajes, que tienen que hablar o instalar un escenario político de una manera tal que impacte, que rebote, pero donde no hay un análisis político ni mucho menos. Lo que hay es un golpe, una provocació­n para que vos te pongas de un lado o del otro por completo. Eso es tremendo, hay poco espacio para el debate político y más para la afrenta o para el impacto.

–No solo en lo político, hay un personaje en esta edición de Gran Hermano que utiliza los mismos recursos y se convirtió en el más popular y convocante.

–No me cabe la menor duda. Capaz que incluso se lo han dicho: “Cuanto más parecida a Milei seas, mejor”. Atraviesa todo. Después los de Gran Hermano terminan siendo formadores de opinión, y ahí listo: c ....

–¿Te considerás una figura pública?

–A mí me han construido los personajes, yo no soy una figura pública y así me gusta que sea. Yo me voy a morir y los personajes van a seguir vivos.

Actualidad “La clase política medio que desapareci­ó, y ahora hay “voceros” que llevan la discusión política”.

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Santiago Filipuzzi
Un actor que hizo de su humor un sello propio y que no pasa de moda Santiago Filipuzzi

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