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Tailandia: la nueva vida de la isla que popularizó Leonardo DiCaprio

La película La playa atrajo hordas de turistas a la pequeña Phi Phi Leh, hasta que el gobierno la cerró durante unos años para preservarl­a y ahora solo recibe pocos visitantes; otros atractivos cercanos y gastronomí­a típica

- Silvina Pini para LA NACION

¿ Quiénmejor­que Hollywoodp­ara vendernos zanahorias doradas? Esa fue la historia de la película La playa, estrenada en 2000 con Leonardo DiCaprio como protagonis­ta, filmada en una bahía de la isla Phi Phi Leh, Tailandia. Más allá de su belleza natural, la película proponía a esta isla como el paraíso al que un puñado de elegidos llegaban dejando su vida atrás y con la intención de construir una nueva sociedad de cero.

Después del film, esta pequeña bahía de 300 metros, de agua turquesa flúo, enmarcada por dos peñascos verdes y simétricos, que durante siglos fue un paraje ignoto, comenzó a atraer turistas. Para 2015 los barcos hacían fila para anclar en su costa y desembarca­r multitudes; en 2017 la mayoría de los corales había muerto y en 2018, los cinco mil turistas que llegaban diariament­e no podían siquiera sentarse en la arena. Y así fue como Maya Bay pasó de ser calificada en las guías de viajeros de “paraíso” a “lugar insufrible, sucio y ruidoso”.

Finalmente, contra las presiones de los operadores turísticos, el gobierno de Tailandia cerró la playa en 2018. Tres años y medio y una pandemia más tarde, la playa volvió a abrir el 1° de enero de 2022, pero con condicione­s: los barcos ya no anclan en su costa, sino en un muelle flotante del otro lado de la isla. No se aceptan más de 300 visitantes diarios que deben caminar quince minutos por una plataforma de madera para atravesar la isla y llegar a la mítica playa, donde no es posible quedarse más que una hora y está prohibido bañarse. Quien se meta en el mar más allá de la rodilla, recibirá un silbido y un reto. El ecosistema agradecido, ya muestra señales de recuperaci­ón.

Y si bien esta playa es de una belleza especial y sigue siendo la excursión obligada, no es la única. Las islas Phi Phi pertenecen al Parque Nacional Hat Noppharat Thara Mu Ko Phi Phi y cubren un área de 388 km². Son cuatro islas: Phi Phi Don, la más grande y única habitada, con buenos hoteles y servicios; Phi Phi Leh donde está Maya Bay, y las más pequeñas Koh Pai, conocida como Isla Bambú y Koh Yunk o isla Mosquito.

La mayoría de las excursione­s masivas que visitan las islas proviene de Krabi y de Phuket. Grandes barcos con más de cincuenta pasajeros llamados speed boats tardan casi dos horas en llegar y otras dos, en volver. Hospedarse en Phi Phi Don, en cambio, es la mejor opción para recorrerla­s a fondo, hacer más de un paseo y llegar a los puntos de interés antes de que lleguen estos grandes tours. Otra ventaja es que es fácil pactar itinerario y precio con alguno de los tantos barcos long tail que descansan en las playas. Son barcos de madera típicos del sudeste asiático, angostos, casi como de río, impulsados por un motor adaptado de un auto, y con coloridos collares en la proa, que llevan no más de seis personas.

Tesoros del mar de Andamán

Y así, después de desayunar, basta caminar hasta la playa para abordar el long tail y lanzarse al azul irreal del mar de Andamán y salir al encuentro de muchos más paraísos que Maya Bay.

En la isla principal, los hoteles y resorts se dispersan a lo largo de toda su costa, pero hay un pequeño centro en torno del muelle de Ai Ton Sai. Además de una decena de pequeñas agencias de viaje que venden paseos en barco, excursione­s de pesca y buceo de profundida­d, sorprende la cantidad de negocios dedicados al cannabis, que es legal en Tailandia, aunque se cree que no por mucho tiempo más. Casi como los bares de Ámsterdam, la plantita se ofrece según variedades y procedenci­a.

Basta caminar dos cuadras desde el muelle por la calle principal para llegar a una playa que quita el aliento, es la Loh Dalum, la más amplia y popular de la isla, con fiestas en la arena que duran hasta la mañana. Otra muy recomendab­le es playa Larga, con barcitos y un par de restaurant­es, a la que se llega después de media hora de caminata o tomando un taxi bote.

Camino a la madre de todas las playas, la Maya Bay, hay varias paradas para hacer en Phi Phi Leh, como la Viking Cave. No es una playa, sino un abrupto acantilado con profundas cavernas en su encuentro con el agua. Se ven también andamios de bambú subiendo la roca: son la forma en que los locales escalan el acantilado en busca de los nidos de golondrina, ingredient­e fundamenta­l de la sopa de nido de golondrina, una especialid­ad de la cocina china.

Otra parada imperdible será en Monkey Beach, donde un centenar de monos macacos viven en su propio paraíso a pesar del acoso de los turistas que insisten en sacarse la selfie, a riesgo de ser atacados. La consigna es bajar del barco sin mochilas, ni bolsos, ni nada que pueda sugerirles que uno lleva comida.

Amantes del snorkeling tendrán su momento de fiesta cuando el long tail ancle en alguna piscina natural y un increíble jardín submarino se ofrezca como paisaje en el silencio. Y finalmente, el trofeo final, Maya Bay, que se muestra con la menor cantidad de gente posible cerca del atardecer, cuando los grandes barcos se fueron hace rato. Un regalo de la naturaleza que, los carteles de tsunami route nos recuerdan que también puede embravecer­se.

Phuket y más allá

Además de las Phi Phi, el mar de Andamán tiene mucho más para ofrecer. Phuket es la isla más grande con un aeropuerto internacio­nal, playas, la Ciudad Antigua, su propia gastronomí­a y vida nocturna. El arte marcial muay thai es muy fuerte en Phuket y los amantes de esta forma de lucha pueden no solo asistir a combates sino visitar el gran gimnasio de entrenamie­nto Tiger y también animarse a entrenar. Tiger acepta todos los niveles y categorías, incluidos mujeres y niños.

En las antípodas de las patadas, está la posibilida­d de tomar una clase de cocina tailandesa con la chef Nooror Steppe en Blue Elephant. La clase comienza con el recorrido en el mercado para comprar galanga, lemongrass, hojas de lima kaffir, jengibre, albahaca dulce y una variedad de chiles, y termina en un almuerzo donde cada uno probará los platos preparados bajo la guía de Steppe.

El sello de la cocina tailandesa son sus pastas de curry combinadas con chiles, hierbas y leche de coco. Mientras la chef probaba sus platos y agregaba más chile, los demás hacíamos lo contrario. Y aprendimos palabras muy útiles para viajar por Tailandia: mai pet (no picante).

Blue Elephant está en plena Ciudad Antigua, donde se aprecia su historia colonial en la decena de casas y mansiones portuguesa­s del siglo XIX. Al sur está el templo budista de Wat Chalong. Son varios edificios que rodean la Gran Pagoda de 60 metros de altura. Está decorada con pinturas que representa­n la historia de la vida de Buda además de contener estatuas de Buda. También hay una sala de exposicion­es con algunos de los monjes más destacados de la historia del país retratados en figuras de cera.

La devoción por Buda alcanza su esplendor en El Gran Buda de Phuket, una estatua de 45 metros de alto, hecha en mármol blanco. Está en la cima del monte Nakkerd, entre Chalong y la playa de Kata, y quien resista subir las escaleras con el intenso calor tailandés, tendrá de recompensa impagables vistas de la bahía de Chalong y panorámica 360 grados de toda la isla.

El calor es una constante en Phuket y los paseos por el interior de la isla nos hacen pensar por qué no estamos en alguna de sus playas, como la Mai Khao que está al norte de la isla. Su costa de diez kilómetros la convierte en la más larga de Phuket. O la concurrida Patong Beach, que a la noche es el único lugar para la vida nocturna, con fiestas en la arena.

Un buen sitio para terminar el día es en el cabo Promthep, en el extremo sur oeste de la isla, donde hay un mirador en lo alto de una colina. A pesar de las multitudes, siempre hay un lugar en la muralla para sentarse, pies colgando, y ver ese espectácul­o, siempre el mismo, siempre diferente, del sol apagándose en el mar.

De subida a la colina habíamos visto elefantes con montura listos para llevar a dar una vuelta a los turistas. Para algunos, se trata de una explotació­n animal que no hay que apoyar; para otros, la continuida­d de una antigua tradición tailandesa. A falta de caballos europeos, los tailandese­s han montado elefantes desde siempre.

Y si Phuket es la isla más grande, Koh Lipe es la más pequeña y encantador­a. Próxima ya a la frontera con Malasia, es parte del Parque Nacional Marino Tarutao y algunos la comparan con Maldivas por la extrema transparen­cia de sus aguas. Tiene apenas dos kilómetros de ancho por dos kilómetros y medio de largo. El punto de llegada será un muelle improvisad­o en la playa de Pattaya, la más larga, donde están los restaurant­es, algunos hoteles y la oficina de inmigració­n para quienes llegan o van a Malasia. En Pattaya también nace la Walking Street que atraviesa la isla y donde se repiten los locales de masajes, suvenires, restaurant­es y bares con música en vivo.

El perfil de esta isla sigue siendo tranquilo. Sus visitantes prefieren disfrutarl­a de día y recorrer sus playas como la Sunrise para ver el amanecer y la Sunset, para ver la puesta del sol o descubrir pequeñas calas por senderos apenas marcados en la selva. Aquí es posible también ver plancton luminiscen­te, pequeñas partículas brillantes de color azulado que brillan en la arena durante la noche.ß

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 ?? fotos mario Cherrutti ?? La paradisíac­a Maya Bay solo recibe 300 visitantes por día, que deben llegar a la costa caminando por un muelle flotante
fotos mario Cherrutti La paradisíac­a Maya Bay solo recibe 300 visitantes por día, que deben llegar a la costa caminando por un muelle flotante
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sebastiÁn Pani Se puede visitar a los monos macaco en Monkey Beach
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En la cima del monte Nakkerd, El Gran Buda de Phuket, una estatua de 45 metros
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Típico barco del sudeste asiático que lleva de paseo por las islas
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El cabo Promthep, en Phuket, punto panorámico elegido para ver el atardecer

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