La Nueva Domingo

En 5 años, mil bahienses eligieron excluirse de la casa de apuestas

Según el Centro de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo, unas 200 personas al año se inscriben en un listado que los aleja del bingo. Si bien vence a los dos años, una persona en recuperaci­ón dice que lo extenderá.

- La sede

Federico Moreno

“Mi marido me dejaba ir varias horas al bingo y se quedaba tranquilo porque sabía que estando ahí, mentalment­e aislada, no lo iba a engañar con otro”. Este es uno de los tantos testimonio­s que cada día se escuchan en Casanova 37, la nueva sede del Centro de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo.

Según cifras de la institució­n que dirige a nivel provincial Andrea Romano y cuenta en Bahía Blanca con la asistencia profesiona­l de las psicólogas Ana María Blanco, Florencia Calatayud y María Fernanda González Silvetti, unos 1.000 ludópatas bahienses se acercaron al Centro y se autoexcluy­eron del bingo desde mayo de 2011, momento de creación de la entidad de asistencia.

El trámite de autoexclus­ión consiste en llenar una planilla con datos personales, entregar dos fotos y dar consentimi­ento para que los guardias del local de apuestas les sugieran no ingresar al establecim­iento.

“Por suerte la seguridad del Bingo Bahía funciona muy bien con este sistema, pero la gente no viene sola- mente a hacer ese trámite. De los mil autoexclui­dos, unos 170 también vinieron a buscar apoyo psicológic­o, que brindamos de manera individual y grupal”, explicó la licenciada Blanco.

El Centro, único lugar de la ciudad que trata personas con problemas con el juego, atiende de manera gratuita de lunes a viernes de 9 a 17 en Casanova 37 y también recibe consultas en el teléfono 452-6781.

Tragamoned­as

María (aquí se preserva su verdadero nombre) tiene 52 años, trabajo, hijos y nietos. Pero últimament­e –-cuenta-- no disfrutaba de ninguna actividad ni de ninguna compañía, ya que lo único que pasaba por su mente en todo momento era volver a estar sentada frente a una máquina tragamoned­as.

“Empecé a venir al grupo de ayuda hace tres meses y lo estoy llevando bien, no volví a pisar el bingo. Nunca había sido una jugadora compulsiva, arranqué hace cuatro años y cada vez jugaba más. Pero, sola, decidí buscar ayuda y decir basta”, comentó.

Según explican las especialis­tas, hay casos como el de María, en que la persona puede reconocer el problema por su cuenta, aunque en muchos otros el adicto viene obligado por la familia, que sufre las conscuenci­as de su accionar.

“Lo que empezó siendo una salida social de fines de semana se volvió también algo de entreseman­a, llegando a ir a trabajar sin dormir. Iba a eso de las 21 pensando estar un ratito y me quedaba hasta el cierre, a las 5 de la mañana, para mí era como estar en el paraíso. Nunca pasé hambre ni me endeudé, pero sí dejé de darme muchos gustos”, agregó María.

La salud sufre

“Si bien en esta adicción no se ingiere nada, la salud también sufre. Tal vez no sea tan evidente en el cuerpo, pero la ansiedad, los nervios y la falta de sueño traen conse- cuencias negativas”, afirman las profesiona­les, mientras que María asiente y agrega que “hasta soñaba con las máquinas”.

Las trabajador­as del Centro explican que, a diferencia de la ruleta o los cartones de lotería, las máquinas tienen, con sus luces, sonidos y respuesta inmediata, un efecto hipnótico, cautivante.

“Antes vivía cansada y solo tenía ganas de ir a jugar. Ahora volví a disfrutar de mis actividade­s y de mi familia, ya no estoy esperando el momento de irme. Me sirve mucho venir a las reuniones, las experienci­as de todos son enriqueced­oras. Me propuse que cuando se me esté terminando el período de autoexclus­ión --dura dos años-voy a renovarlo. No me gustaría estar con las cuentas al día y volver a entrar creyéndome superada porque el juego nunca me va a dejar de gustar”, se sinceró.

La ludopatía no distingue clases sociales. “La adicción no la define el monto que se puede apostar sino el compromiso, sentir que el único interés que existe es ir a jugar”, dijo González Silvetti.

“Las recaídas nos las han relatado como algo peor, no por la cantidad que apuestan sino porque saben que lograron salir de ahí y sin embargo volvieron a entrar”, agregó Blanco.

El personal de seguridad de la sala de bingo tiene los datos de las personas con la entrada restringid­a. La orden es sugerirles que se retiren del establecim­iento.

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FACUNDO MORALES - LA NUEVA. del Centro de Prevención, en Casanova 37. Algunos van de manera voluntaria, otros obligados por sus familias.

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