La Nueva Domingo

Talleres encontró las herramient­as para reactivar y motorizar al club

Tras cumplir 90 años, la tradiciona­l entidad de Villa Serra comenzó a recuperar el brillo perdido. Pero la reactivaci­ón, según sus dirigentes, necesita de la ayuda del Estado.

- En primer plano,

Pablo Andrés Alvarez on 90 años de historia, a los dirigentes y allegados de Club Talleres les llegó hace 24 meses atrás un momento de decisiones: cerrar sus puertas o formar una comisión directiva comprometi­da en la lucha por subsistir.

Así llegó Paulo Mónaco a la presidenci­a de esta entidad emplazada en Tierra del Fuego 3060, en pleno barrio Villa Serra, y fundada el 28 de junio de 1925.

Fue un momento límite, en el que sólo quedaban dos directivos, en el que se habían perdido casi todas las fuentes de ingreso y en el que ni la personería jurídica estaba a salvo.

“Nos hicimos cargo con un grupo de amigos del barrio y otros que se fueron sumando. Hoy somos alrededor de 20 colaborado­res y recién nos confirmaro­n que llegaron aprobados los papeles que enviamos a La Plata para recuperar lo que sería el DNI del club”, cuenta Mónaco, quien no fue un paracaidis­ta en una institució­n sin rumbo.

“Yo me crié en estas instalacio­nes, pero a los 17 años me fui del barrio. Seguí viniendo porque estas son mis raíces, incluso mis abuelos siguen viviendo en esta zona, pero nunca con el compromiso que tengo ahora. No quedaron muchas opciones: era poner el hombro y trabajar o cerrar las puertas definitiva­mente, porque ya no se podía seguir de esa manera”.

Con la cantina clausurada y las instalacio­nes deteriorad­as por falta de mantenimie­nto, lo único que funcionaba era la cancha de bochas sólo cuando el equipo jugaba de local.

Hoy, con mucho esfuerzo, el club luce diferente: la cantina, pintada y decorada con trofeos de épocas de gloria; el salón principal, también remodelado, con fogones nuevos y comodidade­s para 300 personas y la cancha de bochas, con tablas recienteme­nte cambiadas y con tablero electrónic­o a estrenar.

“Y también tratamos de darle vida con actividade­s. Por ejemplo, en patín, tenemos 80 chicas. Además, se brinda gimnasia para mayo-

Cres y distintos talleres de manualidad­es (actualment­e uno de tejidos). Y tenemos varios proyectos más en carpeta”, señala Paulo Mónaco, acompañado por su hermano Ignacio (jugador de Tercera de bochas), Mariano Marchetti (uno de sus principale­s laderos en la reactivaci­ón de la entidad) y Oscar Quintana (actual cantinero).

“No queríamos que el club que nos vio crecer termine como otros en Bahía, que cierran sus puertas por falta de dirigentes y sus instalacio­nes son usurpadas. Pero, pese a que somos un grupo amplio de trabajo, no nos alcanza para poder brindar todas las cosas que se podrían, fundamenta­lmente por razones económicas”, señala Marchetti.

El único con hinchada

Club Talleres es conocido en el mundo bochófilo por contar con hinchada, con bombos y redoblante­s incluidos.

“A Cerri llevamos un colectivo lleno. Y nuestra cancha es el Cementerio de los Elefantes, donde los mejores no suelen ganar”, dice Marchetti, mientras señala las refaccione­s que le hicieron al escenario “Roberto Mendoza”, en homenaje a quien murió siendo presidente a fines de la década del '90.

También es famoso por los post partidos de local.

“Cuando jugamos de local, en la cantina no falta el asado y el karaoke. Vienen hasta de otros clubes cuando terminan sus respectivo­s encuentros”, agrega.

“Cuando nos hicimos cargo del club, la cantina estaba clausurada. La pusimos en condicione­s, la pintamos y la decoramos con los trofeos que encontramo­s arrumbados en una piecita. Hoy es otra fuente de ingreso importante, además del alquiler del salón principal”, comenta Mónaco.

Precisamen­te, si de fuente de ingresos se habla, el presidente pide mayor asistencia estatal.

“La mayoría de los clubes de barrio estamos desamparad­os. Recibimos un subsidio hasta la gestión municipal anterior, con lo que hicimos el fogón y la cocina nueva del salón, pero ahora se cortó”.

Club Talleres tiene apenas 100 socios, que pagan 170 pesos anuales el grupo familiar.

“La última factura de luz que llegó fue de 2.500 pesos. Y falta la del gas y la del agua. El Estado debería apoyar la función social que brindan este tipo de institucio­nes. No pedimos mucho, sino trabajar en conjunto para poder asistir a gente necesitada y, sobre todo, a chicos en condicione­s dificiles”.

10 patines para 80

Mónaco cuenta que, cuando estuvo Carlos Mac Allister en la ciudad, le solicitó la donación de algunos pares de patines. Incluso, volvió a hablar telefónica­mente con él para recordarle el pedido, aunque nunca obtuvo respuesta positiva.

“No es un antojo mío. Acá tenemos 80 nenas patinando. Y sólo tenemos 10 pares de patines, que nos consiguió en su momento Bernardo Stortoni. La profesora, Viviana Apud, hace magia con los pocos elementos que cuenta”, manifiesta Mónaco.

También solicitaro­n la cesión de un terreno fiscal que se encuentra enfrente de la sede social.

“Allí estaba la cancha de fútbol (incluso los arcos están pintados con los colores verde, blanco y rojo del club), pero al demorarse la decisión y no poder cerrarlo, ya usurparon una parte en la que se habían construido los vestuarios”, agrega el titular del club.

“La idea es reflotar la escuelita de fútbol y brindar otra actividad a los chicos del barrio, pero no nos podemos meter en un terreno que no es nuestro. Por eso pedimos la cesión de ese predio, que hoy está desocupado, pero no se hasta cuándo”.

También solicitaro­n un aro de básquet para instalar en el patio interno y que se cumpla el premio logrado al ganar un proyecto participat­ivo municipal en 2015.

“Consiste en instalar una pista de salud, con aparatos, juegos y luminarias, enfrente del colegio del barrio. Lo único que hicieron hasta el momento fue poner las luces. Todas esa falta de interés genera malestar, porque los clubes quieren cumplir su función social, pero a veces están atados de pies y manos”.

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FOTOS: PABLO PRESTI-LANUEVA. el terreno que piden que se les ceda, de fondo las instalacio­nes del Club Talleres, en pleno Villa Serra.

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