En el país sigue con ausente el ministro de Economía
La Secretaría de Hacienda impone una responsabilidad mucho más complicada que llevar las cuentas en orden.
Marcelo Bátiz
El temor de Mauricio de Macri a tener una Presidencia condicionada por un superministro de Economía lo llevó al otro extremo, en el que responsabilidades desperdigadas entre muchos ministerios sin coordinación marcaron un primer año de Gobierno con más errores que aciertos.
La eterna tensión entre la cantidad y la calidad se vivió en estos doce meses con situaciones que se hubieran resuelto con una conducción más o menos similar a la que los gobiernos argentinos tienen desde 1958, cuando Arturo Frondizi fusionó Hacienda, Industria, Comercio, Agricultura y Ganadería en el por entonces flamante Ministerio de Economía. La única excepción, la de la dictadura de Roberto Viola, hubiera servido de lección en caso de haberse molestado en repasar la historia reciente.
El ministro de Hacienda y Finanzas Públicas, Alfonso Prat-Gay descuidó temerariamente la primera de las áreas para concentrar sus es- fuerzos en la segunda. Junto a Luis Caputo, emprendió una tarea que hasta días antes de la asunción de Macri muchos consideraban imposible. Levantó el cepo cambiario en una semana, reto- mó las negociaciones con los holdouts y le puso fin al default en tiempo récord. Eso permitió el regreso de la Argentina al mercado de capitales a tasas que, en el caso de algunas provincias, fueron las más bajas de su historia.
Sin embargo, sin un desempeño eficaz en el área de Hacienda, la mejor de las gestiones que pueda tenerse en Finanzas no rinde los resultados esperados. Y hasta puede terminar siendo contraproducente, ya que, en definitiva, el endeudamiento se destina a hacer frente a un déficit primario que no para de crecer. En los primeros diez meses del año, hubo un aumento interanual del 66 por ciento del déficit financiero y del 70 por ciento del primario respecto de los de por sí catastróficos niveles de 2015, paradoja de una gestión que se propuso reducirlos.
Ese déficit se viene financiando con tres fuentes diferentes: el mencionado endeudamiento es la novedad y ya encendió señales de alarma si se vuelva a tornar recurrente. La segunda, aunque se la intente disimular, es la emisión monetaria, si bien en niveles más acotados que durante el kirchnerismo. La tercera tiene lugar todos los martes con las licitaciones de letras del Banco Central, que ya alcanzaron una dinámica difícil de controlar. Hoy el stock de lebacs supera a la mismísima base monetaria, tras haberse incrementado un 151 por ciento desde la asunción de Macri. El endeu- damiento, la emisión monetaria y el déficit cuasifiscal han caracterizado a la historia económica argentina, pero pocos gobiernos como el presente cargan con la dudosa distinción de concentrar a los tres en una sola gestión.
La normalización del INDEC tras nueve años de manipulación delictiva es un logro digno de mención, pero decir la verdad no es algo exclusivo de la Economía, es un compromiso político y moral del Estado ante la ciudadanía en todas las áreas. El INDEC no establece políticas económicas, informa sus resultados. Y estos son una inflación del 40 por ciento interanual, una pobreza que abarca al 32 por ciento de la población e indicadores sectoriales que dan cuenta de caídas generalizadas. Y aquí los yerros de Hacienda se extienden a todos los rincones: con el propósito de reactivar el consumo, se eleva el gasto público a niveles tan altos que tornan inconveniente hasta la más tenue garúa de inversiones.
Con minoría en las dos cámaras y con cuatro de cada cinco gobernadores en la oposición, Macri estuvo, está y, seguramente, estará el resto de su mandato condicionado por los reclamos de provincias, legisladores y sectores sociales. En ese contexto, gran parte del gasto es el precio de la gobernabilidad. Motivo más que suficiente para contar con una conducción económica con la convicción y la fortaleza necesarias para decir "No" en determinadas ocasiones. Eso es lo que falta y, para encontrarlo, hay que centralizar las decisiones en política económica. Muchos enanos no reemplazan a un gigante.
El peso del déficit fiscal, con la carga tributaria más alta de la historia argentina, será el gran condicionante de las posibilidades de crecimiento económico del futuro.