La Nueva Domingo

Una burla

- Humberto Guglielmin

JUBILACIÓN. El 30 de abril de 2008 inicié en Bahía Blanca mi trámite jubilatori­o ante el ANSES. En marzo de 2011, opté por la Ley 14255 y la documentac­ión pasó al IPS. Mis certificac­iones laborales fueron reunidas por una calificada profesiona­l y nunca merecieron observació­n alguna.

Si bien fui inscripto como Profesor el 13 de noviembre de 1971 en la ciudad de Buenos Aires, desde hacía años venía trabajando en escuelas primarias y secundaria­s. Toda mi carrera docente fue al frente del aula, casi siempre con el doble del máximo de horas permitido, cosa que naturalmen­te el sistema no ignoraba; nunca tuve superposic­ión de horas dado que trabajaba en turnos mañana, tarde y noche, e incluso los sábados a la mañana, y prácticame­nte no tuve ausencias.

El 30 de abril de 2014 se me comunica mi cese por jubilación solo en el Colegio Don Bosco de Bahía Blanca, pero debí seguir trabajando en otros dos colegios, públicos, por decisión de sus directivos, ya que no habían recibido notificaci­ón de mi cese jubilatori­o porque el IPS había omitido enviar mi expediente a la Dirección General de Cultura y Educación, hasta que, de manera casual, se enteraron de mi cese a partir del 1 de abril de 2015. Durante ese tiempo, en estos dos colegios el salario de las horas que trabajaba se me liquidaba por planilla como a cualquier docente activo, y sus autoridade­s me ratificaba­n que debía seguir trabajando hasta que les llegara la notificaci­ón de mi cese. Hace unos días, 25 de noviembre, vi en la página del IPS que hubo novedades en mi expediente: aparece allí la ratificaci­ón de que soy deudor del sistema por haber cobrado las horas trabajadas en esos colegios públicos luego de mi cese en el Don Bosco. Tengo derecho a no hacerme cargo de las consecuenc­ias de la ignorancia o estupidez ajenas. Si la burocracia platense falló al haber archivado mi expediente sin que antes pasara por la DGCE, que lo admita. A mí se me exige reintegrar lo que trabajé, mientras nuestros parlamenta­rios entran en pánico ante la posibilida­d de tener que exigir por ley la devolución de los bienes robados al pueblo por parte de políticos corruptos y sus cómplices.

Con casi 75 años, con trámites jubilatori­os iniciados en el lejano 2008, y más de cincuenta años dedicados a la docencia, tengo derecho a que se me respete y a no aparecer como un sinvergüen­za por culpa de fallas del sistema.

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