La Nueva Domingo

El año que Racing sacó belleza del caos

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Con Racing conocí todos los predios del Gran Buenos Aires. El tema es que Racing alquilaba, no pagaba, y cuando se cansaban nos cerraban la puerta y había que ir a otro lugar”, la frase le pertenece al ídolo contemporá­neo de la Academia: Diego Alberto Milito.

El culpable de que hoy dos amigos puedan encontrars­e en Milito y Colón antes de pasar por los molinetes que te llevan al Cilindro. En fin, las palabras que el Príncipe le dio a la revista El Gráfico, son otra muestra de lo que pasaba en su club en épocas de vacas flacas...

Pero pese a todo, Racing logró encontrar luz entre tanta oscuridad. Mientras todo era caos, algo estaba germinando.

En 1999 la crisis institucio­nal de la Academia se encontraba en uno de sus punto más críticos: la síndico Liliana Ripoll dejaba para la historia una frase que por los pasillos de esta parte de Avellaneda no se quieren ni escuchar.

Pero ese mismo año, del otro lado de la tormenta, sucedían cosas buenas. Un grupo de hinchas decidía ponerse en acción para salvaguard­ar el futuro del club y, aunque nadie lo imaginaba, debutaba en Primera el reinventor de Racing. Sí, el dueño de la calle pegada a la cancha.

Aquel puñado de soñadores decidió actuar y encarar el proyecto que hoy es una realidad: el predio “Tita Mattiussi”. Un lugar levantado y conseguido 100% por socios y aficionado­s albicelest­es, quienes recuperaro­n tierras que le pertenecía­n a la entidad.

Y, tras un incalculab­le esfuerzo, hoy ya cuenta con varias canchas de fútbol (una con césped sintético) para que jueguen y entrenen las inferiores, y que a veces utiliza la Primera. Y, también, luce una flamante cancha de hockey donde juegan “Las Titas”, en honor a Elena Margarita Mattiussi. Entre otras cosas, “madre” de todos los jugadores de la antigua pensión.

Por el Predio -que estuvo hasta apartado del gerenciami­ento- pasaron y pasarán miles de pibes. Entre ellos Sergio Romero, Luciano Vietto, Bruno y Franco Zuculini, Gabriel Mercado y más... Y es ahí donde el bahiense Lautaro Martínez empezó a sacar credencial­es de crack marcando algunos de sus 53 goles en inferiores (¡en 64 partidos!).

Por eso no todo fue tan malo en aquella época para este club que hoy, bajo la conducción de Víctor Blanco, y tras el paso refundador de Milito, parece haber curado muchas heridas. Alguna antigua, como la falta de un predio propio, ya cicatrizó y hoy la puede mostrar con orgullo.

En este punto, como diría Cerati, su Racing logró sacar belleza del caos, y es virtud.

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