La Nueva Domingo

Otra vez, la política se pone adelante de la economía

Las legislativ­as son una verdadera obsesión para el macrismo, que sigue sin encarar las reformas necesarias para sacar a la economía del pozo.

- Miguel Angel Rouco Agencia DyN

Las elecciones de medio término se han transforma­do en una obsesión para el oficialism­o.

Todas las acciones que se toman desde los distintos niveles de gobierno están pensadas en el rédito político que dejarán los comicios legislativ­os aun cuando las mejoras económicas no aparezcan.

No sólo no aparecen sino que además complican al resto de la economía en su conjunto, como es el caso del reciente aumento de los combustibl­es.

Con un clara intenciona­lidad política como es apaciguar los ánimos en la Patagonia petrolera y no asumir el costo político de un eventual concurso de acreedores, el Gobierno dispuso un incremento del precio de los combustibl­es que formó parte de un rescate más amplio a la compañía YPF.

El presidente Mauricio Macri, ante el peligro inminente de un default de YPF y rápido de reflejos, ordenó salir al rescate de la petrolera insignia, para evitar lo peor.

Nadie en la Casa Rosada quiso imaginar el costo político que tendría para Cambiemos, un eventual concur- so de acreedores que diera por tierra con la tontería de la "soberanía energética".

El estado económico financiero que presenta la petrolera es calamitoso. La abultada deuda financiera que tomó el régimen kirchneris­ta en cabeza de YPF, debido al default de la Argentina, por tener cerrados los mercados financiero­s, puso a la compañía en una situación de total anemia.

La deuda financiera orilla los U$S 9.500 millones y supera su patrimonio neto.

El resultado del último balance lo dice todo: casi U$S 2.000 millones de pérdidas y un pasivo de U$S 20.000 millones.

Los costos de la compañía convertían en una quimera la explotació­n del yacimiento de Vaca Muerta. De allí que se haya encarado una reforma laboral, a medida de la compañía.

Al mismo tiempo, la caída del precio internacio­nal del petróleo y la necesidad de ir hacia una convergenc­ia de precios con el crudo local, hacía más inviable económicam­ente los yacimiento­s convencion­ales, a los cuales hay que inyectar inversione­s.

Había llegado el momento de capitaliza­r la compañía y los accionista­s no aportaron dinero fresco. El Estado argentino, tras el disparate de la confiscaci­ón a Repsol, es el accionista mayoritari­o y fue a su rescate.

El Gobierno dispuso una baja de los costos laborales y mejoró sensibleme­nte su flujo de caja, con el primero de los cuatro aumentos anuales en el precio de los carburante­s, y con el mantenimie­nto de un precio diferencia­l del crudo local, dos medidas de vital importanci­a para un empresa con integració­n industrial.

Pero todo esto no es gratuito. Si bien el Gobierno no capitalizó directamen­te a YPF, sensibleme­nte le mejoró su perfil y su ecuación económico financiera, de manera indirecta, siendo los contribuye­ntes y los consumidor­es los reales accionista­s que capitaliza­ron a la petrolera.

La suba de los combustibl­es va a potenciar un aumento en los costos de producción de bienes y servicios que se verán reflejados en una mayor inflación.

Paralelame­nte, el Gobierno verá incrementa­dos sus ingresos fiscales a través de los impuestos a los carburante­s.

La suba del resto los servicios como gas, agua, luz, prepagas, celulares abonarán el terreno fértil de una inflación que está lejos de ser doblegada, pero al mismo tiempo frenarán el esperado despegue del consumo.

La política vuelve a mostrar una conducta esquizofré­nica. Fomenta el consumo y luego lo destroza con subas de impuestos y tarifas. Hablan de bajar costos y lanzan un programa de endeudamie­nto por U$S 20.000 millones, para financiar gasto improducti­vo.

Todo bajo la excusa de la política, y con ese argumento colocan a la economía en un campo minado. Mientras no se eliminen las causas de la inflación, no habrán brotes verdes, ni segundo semestre, ni rebote.

“Todas las acciones que se toman desde los distintos niveles de gobierno están pensadas en el rédito político que dejarán los comicios legislativ­os.

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