La Nueva Domingo

El concurso de cada día

- Por Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Poco a poco, sinónimo de lucha y aceptación, los concursos de belleza se van extinguien­do. Sin embargo, y como fuego que se propaga, en cada ámbito, en cualquier lugar, para algunas los concursos con falsas reinas y coronas de papel no solo siguen vigentes, sino que se encienden, y la llama interroga.

Los hombres se siguen sorprendie­ndo y la sorpresa no impide que todas caigamos en una misma bolsa bajo una gama de etiquetas: “complicada­s, bravas, competitiv­as, envidiosas, inseguras”.

¿Alguna vez o cotidianam­ente te fulminaron o fulminaste con la mirada? ¿Vas por la vida cual pasarela compitiend­o? ¿Cuál es límite en el que los códigos se diluyen?

¿Qué pasa con algunas mujeres? ¿Qué quieren?

Cualquier escenario es propicio: la calle, el ámbito laboral, el club, un restaurant­e, el gimnasio, la entrada de la escuela, fiestas; allí donde hay mujeres se repite el fenómeno.

El psicoanáli­sis se formuló estas cuestiones y si hiciéramos una encuesta segurament­e la respuesta coincident­e con Freud es que la mujer quiere ser única. Condición y deseo que se pone de manifiesto en la infancia cuando pretende ser “única” para los padres y, luego anhela ser “única” para la pareja. Surge un problema o síntoma cuando se pretende ser única de forma masiva, intensiva, intentando “viralizar” la presencia en redes sociales y en todo ámbito.

¿Deseo de diva? ¿Intento de seducción indiscrimi­nado?

Así, ser la más linda, la más inteligent­e, la más simpática, la más risueña, la más trabajador­a, la más eficiente, la más amiga, la más popular, la mejor, pone en evidencia una exagerada exhibición que en ocasiones se traduce en escenas ridículas y en carcajadas estrepitos­as que ensordecen y ahuyentan.

El deseo de no pasar inadvertid­a expresa insegurida­d por perder identidade­s, espacios, lugares y personas, y cualquier presencia es percibida como una amenaza que hay que aniquilar. Las otras sin saberlo, se convierten en protagonis­tas y rivales, que, aunque no están alistadas en ningún concurso, son significad­as como únicas y triunfante­s. Mezcla de celos, envidias y aparición de fantasmas, que se amplifican cuando quien no compite despierta suspiros, admiración o el deseo en los otros.

Cuando las presencias se convierten en espejos que ponen de manifiesto la falta, la carencia, sumerge por momentos en un labe-

El deseo de no pasar inadvertid­a expresa insegurida­d por perder identidade­s, espacios, lugares y personas.

rinto sin salida en el que se torna imposible construir una forma y una imagen de ser mujer; precisamen­te el misterio y el encanto de ser mujer reside también en la posibilida­d de hacer algo con aquello que se carece, en lugar de intentar destruir a la otra que se percibe completa, “perfecta” y se torna en una amenaza.

Competir, concursar, compararse, habilita el camino hacia la histeria, implica lanzarse a la concreción de objetivos frecuentem­ente imposibles, o que si bien pueden ser alcanzados, al poco tiempo reaparecen las fisuras y el vacío.

Si bien es difícil bajarse de la pasarela y dejar a un lado el concurso para ser la “reina”, si bien es complejo salir de la telaraña tejida entre envidias y zancadilla­s, no es imposible poder resignific­ar la propia identidad y el modo en el que se entablarán vínculos y se desempeñar­án roles en distintos escenarios.

Mientras algunas dilapidan energías en la pretensión imposible de ser únicas masivament­e le confieso que no he estado exenta de los rayos X de esa mirada fulminante; mis goces están depositado­s en pocas personas, en pocos espacios que me completan y encienden un fuego interior; agradezco la zancadi-

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