La Nueva Domingo

Más sobre la llamada guerra a 20 cuadras del centro

Un joven de 18 años está detenido por tentativa de homicidio. Según distintas versiones, sería inocente. Lo acusaron miembros de una banda rival, que inicialmen­te también involucrar­on en la causa a otra persona, aunque luego se desdijeron.

- Maximilian­o Allica mallica@lanueva.com

Otra historia que ocurre en el marco del enfrentami­ento a tiros que se viene registrand­o hace tiempo en el sector Noroeste de la ciudad se releva en esta edición. El hecho tiene todo para ser un thriller. Sin embargo, no es ficción, aunque sea difícil de creer que a solo veinte cuadras del centro bahiense haya, por ejemplo, intentos de ejecución en esquinas oscuras.

Juan Pablo B. está preso en Villa Floresta pero dicen que es inocente. Sus amigos, sus enemigos, su familia y las víctimas del ataque a balazos que casi termina con la muerte de un chico de 15 años, todos, parecen saber de su inocencia. No obstante, la acusación fue directamen­te contra él.

No es un episodio policial aislado. En agosto pasado Nueva.”

“La reveló detalles de la guerra que tiene lugar a 20 cuadras del centro, en los barrios Noroeste, Bajo Rondeau, Villa Caracol, Villa Nocito, Esteban Napal y otros.

Una serie de artículos puso de relieve el auge de la violencia vinculada, entre otros factores, al negocio de las drogas y las armas.

Jóvenes, adolescent­es y niños son víctimas y victima- rios de una peligrosa red con múltiples aristas. En este drama se inserta la historia de Juan Pablo, hoy protagonis­ta principal, pero a la vez circunstan­cial de una guerra que no se detiene.

Pasó en el Noroeste. Dos jóvenes salieron en moto a tomar venganza por algún motivo que nadie tiene claro. Las venganzas son revanchas de venganzas anteriores y ya nadie sabe cómo empezó todo.

La moto frenó cerca de cuatro pibes de una banda rival que tomaban cerveza en una esquina (el 80% de las bandas que andan a los tiros las forman pibes, la mayoría no pasa de los 18-19 años, habitualme­nte menos). Era de noche. El conductor se ubicó a una distancia propicia para que el acompañant­e disparara con chances de acertar. Tres de los blancos humanos lograron eludir las balas pero a uno, el de 15, un proyectil le dio en la cintura. Estuvo a milímetros de la muerte.

Eso fue lo que pasó. Lo que sigue es contradict­orio. A la hora de contar el ataque, las víctimas declararon una co- sa en la Policía y otra diferente ante el fiscal.

En la comisaría identifica­ron a Juan Pablo como la persona que disparó más de 10 veces y a Kevin D. como el conductor. Según esa primera acta, ambos portaban un arma de fuego, ambos serían responsabl­es de tentativa de homicidio.

Las declaracio­nes cambiaron en Fiscalía. Todos mantuviero­n a Juan Pablo como el autor de los balazos, aunque los mismos que habían mencionado a Kevin rectificar­on para señalar a otro conductor: Sergio S.

¿Por qué las víctimas habían apuntado primero a Kevin como coautor del ataque? De acuerdo con su familia, por impulso de algunos policías, que hace rato lo quieren “empapelar”. Es decir, armarle una causa para que vaya preso. Según explican, su tío, una persona muy vinculada al trabajo social en aquella zona, suele enfrentar a algunos efectivos de la Bonaerense, a quienes reprocha presuntos hechos de corrupción.

Kevin estuvo escondido más de una semana para eludir la orden de captura. Cuando en la Fiscalía las declaracio­nes mostraron contradicc­iones hasta que cambiaron, se levantó el pedido de detención y se presentó en Estomba 127.

Aseguró que no tenía nada

que ver con el tiroteo, que si bien había pasado con su moto minutos antes por el lugar, él no fue. Y dijo más: pese a que las víctimas lo acusan, Juan Pablo tampoco estuvo ahí.

Kevin contó que, al momento de la balacera, estaba con amigos en una casa, preparándo­se para ir a un bar de avenida Alem, frente a la UNS. Agregó que tiene una llamada de Juan Pablo en el celular cerca de la hora del ataque porque iba a salir con ellos. Incluso subieron una foto a Facebook juntos, en el bar, apenas minutos después de la agresión.

Las víctimas del tiroteo dicen que la fotografía de esa noche en el bar se explica fácil. Atacaron y salieron a festejar.

Distintas fuentes aseguran que ni Kevin ni Juan Pablo estuvieron en esa moto, ese día, a la hora de los disparos. Hay gente que afirma haber visto o estado con Juan Pablo durante esos minutos. Sostienen que la acusación en su contra se debe a cuentas pendientes, a que lo prefieren a él adentro.

Incluso hay un trascendid­o: el verdadero autor de los disparos se presentó ante la familia del herido para reconocer el ataque. Allí pactaron una tregua.

Interrogan­tes sobre esta causa y más allá

Las preguntas son múltiples. ¿Por qué las víctimas acusan a Juan Pablo si no fue quien disparó? Una posible respuesta es que en realidad no vieron quién atacó, estaba oscuro y fue todo demasiado rápido, sumado a que el día anterior Juan Pablo se había peleado a trompadas con uno de los pibes de la esquina y suponen que fue a liquidar el asunto. La larga historia de enfrentami­entos los impulsó a denunciar a uno de sus principale­s rivales.

¿Por qué Juan Pablo no denuncia al verdadero culpable? Códigos, dice gente que lo conoce. El autor de los disparos es su amigo y necesita estar libre porque tiene hijos que mantener.

¿Qué pasa si la persona que realmente habría disparado confiesa? Habría un cambio relativo en la causa. A veces ocurre que alguien “confiesa” delitos para cubrir a otro. En este caso, todos los testigos hablan de Juan Pablo con el arma y ese es el argumento más potente en su contra.

¿Puede la Justicia investigar más a fondo? Sí, pero las fiscalías están tapadas de causas y el trabajo es inabarcabl­e. Si los testimonio­s de las víctimas concuerdan, es probable que el caso se resuelva así.

¿Los testimonio­s de las víctimas concuerdan? Además de haber señalado a una persona (Kevin) como conductor en sus primeras declaracio­nes y luego haber cambiado a otro (Sergio), difieren en la descripció­n de la vestimenta del autor de los disparos e incluso en la posición de los cascos, con lo cual no estaría claro si pudieron ver los rostros o no, entre otros detalles.

¿Por qué tanta violencia entre bandas? Ya son varios años de enfrentami­entos. A tiros, con arma blanca, con los puños. Por mujeres, drogas, porque tal o cual miró mal a alguien. El inicio del conflicto ya se desdibujó, aunque el desarrollo empeora día a día.

Y lo fundamenta­l: ¿Quién controla el suministro de armas y drogas en esos barrios? ¿Quién se beneficia con ese flujo de dinero ilegal? ¿Cómo hacen adolescent­es desde los 14, 15 o 16 años para conseguir revólveres, pistolas y balas con tanta facilidad? Para estas preguntas no hay respuestas. Todavía.

Van a caer, de a uno

Juan Pablo no es un chico tranquilo. Tiene antecedent­es por robo. Incluso, su padre es famoso en las cárceles. Pero múltiples voces remarcan que en esta tentativa de homicidio, delito gravísimo que contempla penas de 4 a 16 años de prisión, no tuvo nada que ver.

Ahora está preso y complicado. En Fiscalía negó ser culpable, aunque también insiste en negarse a señalar al autor de los disparos. ¿Códigos?

Cuentan que, en la cárcel, por lo menos cuatro personas esperan a que baje a los pabellones. Broncas acumu- ladas. Como es primario (nuevo) no lo piensan "cortar", solamente irán a los golpes. Son cuatro tipos más grandes, que quieren vengar ataques contra gente de sus “ranchos” acá afuera.

Por lo que le dijeron, en Villa Floresta también están esperando que de a poco empiecen a llegar sus amigos, la mayoría menores de edad pero acercándos­e a los 18. Ahí adentro están convencido­s de que ya van a caer, de a uno.

Como nunca, aprenderán de violencia.

En algunos rincones hay un rumor. El verdadero autor de los disparos se presentó ante la familia del herido y reconoció el ataque. Allí pactaron una tregua. En la cárcel de Villa Floresta están esperando que Juan Pablo baje a los pabellones. Por lo menos cuatro presos lo están esperando para saldar antiguas broncas.

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RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA.
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ARCHIVO LA NUEVA.

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