Qué convierte a un chico en delincuente
Las causas pueden ser múltiples y en general hay combinación de factores. Historias familiares durísimas, facilidad de acceso a drogas y armas, atracción por lo prohibido o admiración por quienes más tienen sin importar cómo lo consiguen, son algunos motivos.
Sin dudas, influyen la desigualdad y la escasez de oportunidades. Un adolescente o joven sin oferta diversificada de estudio, sin amplitud de perspectivas laborales, sin clubes que invadan el territorio y con un número reducido de referentes que los estimulen a sumarse a estas actividades, está más cerca de las tentaciones negativas.
Dicho de otro modo: cualquier chico de cualquier familia puede ser un delincuente. En el abanico de opciones de nuestras vidas, esa siempre está. Pero quienes tienen la oportunidad de elegir el deporte que más les gusta, aquellos que pueden estudiar idiomas o arte, los que se permiten proyectar una carrera superior y tienen grandes chances de inserción laboral, todos esos reducen de manera sensible su porcentaje de tomar la peor opción.
También influye el ambiente. Vivir en calles de tierra, llenas de basura, con escasos o nulos servicios, contribuye a formar una idea de quiénes somos en la sociedad. Revertir ese abandono es parte del desafío.
El debate es abierto y complejo. Hay familias, por ejemplo, de seis hermanos. Todos
fueron criados en el mismo hogar, con los mismos valores y las mismas oportunidades, y solo uno delinque. La voluntad individual es un factor decisivo y dificulta el mero análisis de contexto.
Lo cierto es que muchos de esos chicos están a tiempo de salir del delito y muchísimos más, de no ingresar jamás. El trabajo a emprender es agotador, pero imprescindible. Depende en gran medida del Estado, pero no solamente. Todos podemos hacer algo más.
Algunos miembros de las bandas hoy enfrentadas empezaron cuando tenían 12, 13 o 14 años. Poco antes eran compañeros, amigos, vecinos. Jugaban juntos a la pelota en la calle, en algún club del barrio.
Algo pasó que todo cambió.