La silla de montar
Hace 57 años, en enero de 1959, se comenzó a colocar las losetas de cierre de la flamante cubierta del estadio de básquet del Club Estudiantes, Santa Fe 51, una de las obras de ingeniería más destacadas en su tipo en el país.
Construido veinte años antes (en 1939), el estadio del club Estudiantes fue el más importante de Sudamérica en su época y una muestra contundente de la importancia que el básquet adquiría en la ciudad. Descubierto, con piso de ladrillo molido y tableros de madera, la revista “El Gráfico” le dedicó varias páginas y aseguró que era el más grande de Sudamérica.
Cuando en 1958 se decidió cubrirlo, el club llamó a concurso de proyectos. La solución constructiva debía adecuarse a ciertas condiciones, por caso los recur- sos económicos de la entidad alba y las construcciones aledañas a la obra -ubicada en el centro de la manzana- que impedían superar los límites del anillo de cemento establecido por las tribunas de hormigón.
La propuesta elegida por la comisión directiva fue la de una osada “cubierta colgante”, diseñada y calculada por tres profesionales locales, los ingenieros Néstor Distéfano y Ricardo Arrigoni y el arquitecto Pedro Doiny Cabré.
Cables de acero “anclados” en dos arcos de hormigón en los extremos de las tribunas conformaban la estructura, mientras que una malla de cables de acero de la cual colgaban cientos de losetas prefabricadas conformaban la cubierta propiamente dicha.
Una vez colocadas esas piezas, la cubierta tomó la forma con la cual había sido diseñada: un paraboloide hiperbólico, una figura geométrica comparable a una silla de montar.
El trabajo quedó terminado en marzo de 1959 y el estadio cubierto se inauguró ese mes con un torneo regional que, como era de desear, obtuvo el seleccionado local.