Apoyo escolar, recreación y merienda para los chicos del barrio 9 de Noviembre
Paula, Mariana y Nicole tienen 22 años y se conocieron en el Colegio San Vicente de Paul. Desde hace cinco años dan apoyo escolar y ayudan con la recreación y las meriendas de unos 40 niños y adolescentes en ese barrio.
Corren por calles de tierra hasta Rosales 2359. Las puertas de la sociedad de fomento del barrio 9 de Noviembre están abiertas y entran. Se muestran inquietos, ansiosos, a la espera. Saben que pronto llegará la merienda para saciar su hambre. Pero antes vendrán los abrazos, esos que sacian el alma.
Antes de las 16, los chicos vuelven a correr. Pero esta vez hacia afuera. Ahí están Mariana Arrimada, Paula Fernández y Nicole Gonnet, las “seños” que en la semana dan apoyo escolar y los sábados ayudan con la recreación y la merienda.
Las chicas tienen 22 años, fueron a la escuela San Vicente de Paul y son amigas. Comparten muchas cosas. Entre ellas, las ganas de ayudar.
—Ninguna podría estar en su casa sentada mirando televisión sabiendo todo lo que pasa afuera —dice Paula.
Hace 5 años que concurren al 9 de Noviembre y lo que ven las moviliza: siempre van y se van pensando en aquel nene que les dice que ese día no pudo comer, en la nena que confiesa “me gustaría que fueras mi mamá” o en el otro que, olvidando sus problemas, sonríe y pregunta cómo están.
El pequeño grupo —con el que colabora otra gente y no tiene identificación política ni religiosa— se llama El Movimiento.
—El hecho de que vengan los chicos y te paguen con un beso, un abrazo o una sonrisa es inmenso, te moviliza — asegura Mariana.
—Movimiento también por el hecho de mover a la gente: muchos se quedan sentados porque es un lugar cómodo, pero a veces moverse genera estas cosas que llenan el alma—agrega Nicole.
Los miércoles, dictan apoyo escolar para los chicos de primaria. Los jueves, para los de secundaria. Y los logros están a la vista.
Las hermanitas María Ángeles y María José, que siempre concurren a las clases, aprobaron el examen para entrar a San Vicente de Paul y continuar con sus estudios. Y muchos otros nenes que llegaron a tercer grado sin saber leer, pudieron al fin agarrarle la mano a la lectura.
Pero el problema va más allá de lo educativo.
—La alimentación es la principal necesidad. Y el alimento es la base para pensar, razonar… —dice Nicole.
Quieren que los chicos coman bien: a veces les dan de lo que junta la sociedad de fomento o lo que recolectan de sus allegados, y otras tantas recurren a sus bolsillos.
Los sábados son especiales: unos 40 chicos llegan tem- prano para aprovechar el día de recreación.
A la mañana hacen actividades con la ONG Red de Voluntarios por una infancia mejor y después del mediodía dejan salir su parte artística: un grupo de jóvenes da un taller de hip hop, graffiti (dibujo), rap (escritura poética), beatbox (ritmo con la boca) y break dance (baile callejero) y los chicos aprovechan para rapear y hacer piruetas en el piso. No tienen vergüenza. Agarran el micrófono, cantan, bailan y ríen. Ríen mucho.
Cuando se acerca la merienda, Nicole, Mariana y Paula vuelven a ser protagonistas. Los chicos las rodean y los besos y abrazos se multiplican. Ellas se miran y sonríen: la escena les recuerda por qué van.