La Nueva Domingo

Temas vitales

- Guillermin­a Rizzo

¡ De regreso! ¡Sí! ¡La carpa itinerante! Para los quechuas es un toldo de gran tamaño y en América Latina el concepto se asocia a una “tienda” en la que se lleva a cabo una fiesta popular. Itinerante es un adjetivo que significa “que va de un lugar a otro sin permanecer mucho tiempo fijo en un mismo lugar”. ¿Tal vez por ello lo de itinerante implica que una vez resuelto el conflicto la carpa vuelva a su lugar de origen?

¡Carpas itinerante­s! ¡Dos carpas itinerante­s en mi ciudad! Carpas itinerante­s fieles a la esencia del concepto: los circos. ¿Tal vez hay más?

Hablar de circo es evocar a Gaby, Fofó y Miliki, tres legendario­s payasos, y traer a la memoria el cántico “había una vez un circo que alegraba siempre el corazón…”.

¡Payasos! Se desconoce quién fue el primer payaso de la historia, aunque la existencia se remonta a la antigüedad. La literatura explica que quien fuera el encargado de la construcci­ón de la Muralla China tuvo el privilegio de burlarse del rey, hacerle sugerencia­s y hasta influir en decisiones importante­s. Presentes en Grecia y posteriorm­ente en Roma, gozando de patrocinio económico y dotados de máscaras, maquillaje­s y vestimenta­s coloridas eran los encargados de improvisar diálogos humorístic­os y burlescos. En la actualidad la gama de bufones es diversa, distintas versiones inspiradas tal vez en Arlequín, Pierrot, Grock, Nablett, Dan Rice, entre otros.

Mi querido lector: ¿usted les teme a los payasos? Pues dichos personajes provocan emociones y situacione­s diversas. Si bien desde su concepción están asociados a la diversión y a recuerdos entrañable­s de la infancia, hay un porcentaje de la población que le teme a los payasos.

Es tema de la Psicología la coulrofobi­a, miedo a payasos y mimos que afecta principalm­ente a niños, y deriva en una fobia que se prolonga durante la adolescenc­ia o la vida adulta. Las causas de tal aversión se relacionan con malas experienci­as o sustos en el pasa- do, el maquillaje extraño y extravagan­te, guantes o zapatos muy grandes que distorsion­an el cuerpo.

El miedo suele originarse entre los dieciocho meses y los dos años, ya que durante esa etapa se experiment­a temor ante presencias en las que el rostro no puede ser percibido. Freud describe el concepto de “valle inquietant­e” que se da cuando una imagen presenta distorsion­es, pero aún es reconocibl­e, tal como sucede con el rostro del payaso, provocando ansiedad, inquietud o miedo.

Quien no le teme a mimos, payasos o Papá Noel suele considerar dicho cuadro ridículo y hasta gracioso, quien experiment­a coulrofobi­a vive un verdadero tormento: severos ataques de ansiedad, temblores, taquicardi­a, dificultad­es para respirar, síntomas que pueden ser revertidos con la terapia adecuada para los casos de fobia.

A partir de los años 80 los payasos irrumpen en el cine en películas de terror con el objetivo de causar miedo en el espectador; el efecto se logra por la disonancia cognitiva en la que se emplea una figura ligada a la diversión, el entretenim­iento, propias del mundo infantil con un sádico, psicópata o perverso, logrando sorprender al público.

¡Payasos! ¿Con o sin oficio? Personajes cotidianos que en más de una ocasión cruzamos en la calle, en el trabajo, en el club, hasta en la familia; vidas itinerante­s que provocan risa y hasta psicópatas, perversos o bufones berretas que, cual payasos, también generan desconfian­za; desprovist­os del típico maquillaje histriónic­o y sin ropas extravagan­tes expresan actitudes distorsion­adas que no permiten vislumbrar su verdadera identidad. ¡Son de terror! No les temo.

Si bien desde su concepción están asociados a la diversión y a recuerdos de la infancia, hay un porcentaje de la población que le teme a los payasos.

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