El Padre Jorge llegó desde la India para profesar su fe
Varghese Kalambattukudy o Padre Jorge, nació en Kerala, India. En mayo, la comunidad Barnabita dispuso su traslado a las parroquias San Roque y San Cayetano, de Bahía Blanca. Impactado por la cultura, tan diferente, reflexiona sobre su experiencia.
Todavía le cuesta “horrores” adaptarse al “besuqueo” argentino, a los abrazos, al griterío, a los divorcios y a la comida, casi sin sabor y tan diferente a la que elabora, por ejemplo, su madre.
Varghese Kalambattukudy, más conocido en las comunidades de las parroquias San Roque y San Cayetano de Bahía Blanca como “Padre Jorge”, nació en Kerala, India, en medio de una cultura tan diferente que aún la está descubriendo.
Cuando supo que la congregación Barnabita lo destinaría a Bahía Blanca, todas las preguntas aparecieron de golpe en su cabeza.
En realidad, sabía que sería muy diferente y así fue. Hasta la mentalidad, según señala, lo sorprende, así como los hábitos y las costumbres tan particulares.
Con su sonrisa ancha, casi permanente, este católico por herencia familiar nacido en un país donde la mayoría practica la religión hindú, se apura en extender la mano para el saludo. El beso lo pone incómodo y él mismo lo asume. “No saludo con un beso”, se sincera. --¿Por qué?
--En India no damos besos ni abrazamos. La cuestión social es muy diferente y me impactó mucho, además del idioma, que todavía estoy aprendiendo, la ropa, la alimentación. Estoy en plena adaptación ¡Llegué hace seis meses!
--¿Qué otro aspecto le llama la atención de la gente de este país?
--En mi país casi no hay divorcios ni separaciones conyugales. Y las pocas mujeres que tienen hijos de solteras están muy mal vistas, son señaladas. Los noviazgos son muy cortos, dos o tres meses y enseguida se casan. La vestimenta también es distinta. Las damas deben estar cubiertas desde el cuello hasta los tobillos. --¿Qué extraña?
--A mi familia, por supuesto, aunque igual estoy muy contento. Tengo una familia numerosa a la que visitaré en enero de 2019. La comida es otro tema. Mi mamá es una gran cocinera, de manera que, claro, añoro sus especialidades, mucho arroz, carne, pescado, verduras y condimento picante. Acá me arreglo como puedo, la comida es más desabrida. --¿Cómo transcurre su vida bahiense?
--Muy tranquila porque soy casero y disfruto estar en la parroquia o en la escuela (San Cayetano). Estoy habituándome a esta nueva vida. Observo, por ejemplo, que el comportamiento de los adolescentes es diferente. En India hay un gran respeto. La palabra de la autoridad es sagrada y, de lo contrario, se aplican sanciones y penitencias.
--Después del camino recorrido ¿Cómo ve al mundo?
--Al mundo le falta paz. Observo envidia y egoísmo. Además, las mamás y los papás deben estar más cerca de sus hijos, cuidarlos y darles amor verdadero y dedicación en lugar de teléfonos celulares. Creo que el dinero ayu-
da, pero sólo para lo elemental. El amor, la paz y la felicidad tienen que venir de la mano de cada familia.
--¿Cómo ha podido sobrellevar las situaciones de pobreza que seguramente ha visto en la India y en Africa?
--India es pobre, pero creo que Africa aún más. Allá sí que no tienen nada: casa, ropa, comida. Siempre me gustó mucho trabajar para los pobres, acercarme, dialogar, ayudar. Me duele un niño con hambre y a la vez me encanta estar a su lado. --¿Cómo ve a Bahía Blanca?
--No vi pobreza hasta ahora. Claro que no he visitado las villas todavía, pero la miseria verdadera está en otro lado. Acá no falta nada: agua, transporte, servicios básicos. En Africa la gente no come. --¿A quiénes toma como ejemplos de vida?
–Sin dudas la Madre Teresa de Calcuta realizó una obra maravillosa junto a los pobres, dedicándoles y entregándoles su vida. También soy un gran admirador del Papa Francisco por su humildad, su grandeza y su humanismo. Por esas cosas, pude conocer a ambos en persona. --¿Por quiénes reza?
--Rezo para que el Señor ayude a la gente que necesita, que la acompañe, que le de fuerzas para seguir adelante. Que haya paz, como dije antes, algo que parece simple pero que tanto cuesta alcanzar.