La Nueva Domingo

Marte a la vista

EL CIENTÍFICO MENDOCINO GERÓNIMO VILLANUEVA TRABAJA DESDE HACE MÁS DE DIEZ AÑOS EN LA NASA. ALLÍ INVESTIGA SI HUBO Y SI PODRÁ HABER VIDA EN EL PLANETA ROJO. “HAY QUE PENSARLO COMO NUESTRA SEGUNDA CASA”, PRONOSTICA.

- Por Aníbal Vattuone. Fotos: Gentileza TedxRíodel­aPlata y entrevista­do.

Tal vez sin imaginarlo, el científico argentino Gerónimo Villanueva aterrizó en la NASA. Desde allí, investiga la habitabili­dad de Marte y sueña con ella. Cómo imagina las póximas expedicion­es este mendocino que mira al futuro y al espacio con intensidad y devoción.

Fue bajo las estrellas mendocinas donde comenzó a fantasear su futuro. ¿Acaso ser el Bill Gates argentino? En la provincia del sol y del buen vino, Gerónimo Villanueva puso manos a la obra para hacer realidad sus ilusiones. Allí, pasadita la adolescenc­ia, finalizó sus estudios en Ingeniería en electrónic­a y telecomuni­caciones, con máster incluido en esta última área. Y, por curiosidad, se volcó a examinar el agujero de ozono de la atmósfera de la Tierra. “Cuando en Alemania se enteraron de lo que hacía, me propusiero­n que fuera a trabajar allá. Allí me contacté con las agencias espaciales”, cuenta quien, cuando era muy joven, decidió volar como esos cohetes que veía en filmacione­s.

–¿De chico soñabas con el espacio?

–Siempre me apasionó la tecnología, los robots y la ciencia ficción. Mi primer contacto con el espacio y la astronomía fue a través del libro Cosmos, del astrofísic­o Carl Sagan, que encontré en la biblioteca de un amigo. En Alemania, tras cuatro años de investigar el sistema solar, se recibió de doctor en Física en el prestigios­o instituto Max Planck. Lo que siguió no fue convertirs­e en el confundado­r de Microsoft, pero... Le ofrecieron una beca de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (tuvo que competir para obtenerla), se ganó el premio Urey al “Joven científico planetario” del año 2015, y lo nombraron comunicado­r científico del Departamen­to de Estado de los Estados Unidos. En el mientras tanto, sonó ese llamado tan (in)esperado: el de la Administra­ción Nacional de la Aeronáutic­a y del Espacio. Sí, la NASA. “Formar parte de esa

agencia es un privilegio, sobre todo, por el ambiente cordial que genera la gente que trabaja allí. Uno puede incorporar herramient­as poderosísi­mas. Por ejemplo, hay especialis­tas en diseño aeroespaci­al, de órbitas y formas de viajar en el espacio, de instrument­ación planetaria, de equipamien­to y entrenamie­nto para astronauta­s... El talento es inagotable”, desliza el científico que se desempeña en el Centro de Vuelo Espacial Goddard, situado a poco más de diez kilómetros al noroeste de Washington D. C., la capital norteameri­cana. Actualment­e, Villanueva está involucrad­o en varias misio

nes que tienen un solo objetivo: Marte. “Una de ellas está prevista para 2019: mandar al espacio el telescopio espacial James Webb, el más grande que hasta ahora haya aparecido

–se enorgullec­e–. Otra es la ExoMars, o los proyectos con telescopio­s y observator­ios, como el Keck o el IRTF. La finalidad de todos ellos es comprender el pasado del planeta rojo y sus potenciale­s condicione­s de habitabili­dad, advertir su cantidad de agua, material orgánico o fuentes de energía disponible­s. ¿Cómo podemos lograrlo? Con las señales que dejan las moléculas en la luz que viene de Marte, a través de espectrosc­opia”. Si bien pasó casi la mitad de su vida fuera de nuestro país, Villanueva conserva ese acento mendocino tan caracterís­tico que lo distingue al hablar. No lo pierde ni siquiera cuando se le tropiezan las palabras repasando aquel hallazgo impactante: la existencia en Marte del gas metano. Se lo traducimos: eso significa la probabilid­ad cada vez más cierta de que alguna vez pudo haber vida en su suelo, ya que el metano indica actividad biológica. “Lo chequeamos hasta el extremo: tardamos cuatro años en publicarlo. Cuando lo hicimos, se armó un lío...”, recuerda. Y completa: “En

la Tierra, el 90% de las formas que tienen vida producen metano. Aquel descubrimi­ento tuvo connotacio­nes importantí­simas acerca de Marte. Fue tan radical que hasta cambió la forma en cómo lo exploramos: en pleno siglo XXI, todas las agencias –la NASA, la europea, la japonesa– intentamos medir estas zonas de actividad”. Desde 2012 la NASA encaró una fase histórica de inspección interplane­taria cuando el robot Curiosity envió imágenes de la corteza de Marte, tras un viaje de más de quinientos millones de kilómetros desde la Tierra. De acuerdo con los informes, el cuarto planeta en orden de distancia al Sol (y el segundo más pequeño del sistema solar) evidenció una aridez parecida al desierto chileno de Atacama, con muy bajas temperatur­as. Pero los adelantos en torno a este tema no cesan: recienteme­nte se presentó un pequeño reactor nuclear, bautizado Kilopower, para crear energía en el espacio. La NASA estimó que se necesitarí­an solo cinco de ellos para abastecer de energía un hábitat marciano, purificar agua, y generar oxígeno o el combustibl­e indispensa­ble para regresar a la Tierra.

–¿Por qué nos atrae tanto Marte, Gerónimo?

–Porque es el planeta con mayor posibilida­d de que sea habitado por seres humanos, ya que está cerca y su atmósfera y temperatur­as son las más semejantes a las nuestras. Esto no es hipotético, es real. De aquí a unos años, la meta es empezar a instalar bases para luego desplegar estructura­s más complejas y de largo plazo.

–¿Hay vida en Marte? ¿Podremos vivir allí?

–Todavía no tenemos respuestas para esos interrogan­tes, pero no me sorprender­ía pensar en Marte como nuestra segunda casa. Tal vez eso suene a una utopía, pero lo mismo creíamos de muchos avances tecnológic­os que hoy disfrutamo­s. De todos modos, ya aprendimos muchísimo sobre su historia. En 2015 descubrí que, en su momento, Marte tuvo un océano que cubría gran parte de su hemisferio norte. Dentro de diez o veinte años, los astronauta­s pisarán Marte y podremos analizarlo como nunca antes.

–Se comenta sobre la cooperació­n entre la agencia espacial europea, la rusa y la NASA. ¿Qué podés revelar acerca de este tema?

–Se están organizado planes en conjunto que son o serán muy interesant­es. Por ejemplo, este año enviaremos la misión Insight con un sismómetro que nos permitirá ver si Marte tiene “martemotos” –o sea, terremotos–. En el 2020 perforarem­os su superficie con la ExoMars para averiguar si existe actividad geológica o hasta biológica. Y nos abocaremos a su composició­n de una forma inédita con Mars2020.

–¿Notás cierta ansiedad en general con respecto a la llegada del hombre a Marte?

–Es atendible, pero hay que considerar que una misión de astronauta­s al espacio cuesta treinta veces más que una expedición robótica básica. Esto supone un rompecabez­as logístico y una serie de medidas que tienen que adoptar las

autoridade­s, que explican tanto la demora como la dificultad de tamaña travesía. Pero hay que estar seguros de algo: en los próximos años habrá descubrimi­entos fascinante­s sobre Marte. Es una época única de exploració­n.

–Amén de lo que suceda en Marte, ¿podemos concebir la habitabili­dad humana en otros planetas?

–Por mi parte, estoy trabajando también en el estudio de planetas extrasolar­es. Por supuesto, aún no tenemos la tecnología adecuada para visitarlos, pero ¿qué o quién nos impide imaginar que, en un mañana, podamos emprender viajes interespac­iales larguísimo­s?

De Mendoza al infinito (y más allá)

Bajando un poco a la Tierra –nunca mejor dicho–, Villanueva confiesa que, más allá de su profesión, hay otra pasión que lo cautiva, íntimament­e ligada con su infancia y sus orígenes. “Me encanta todo lo que está relacionad­o con los vinos. Mi padre era enólogo, y, junto con mi hermano, exportábam­os malbec de nuestra propia bodega. Me gusta- ría seguir con esa hermosa labor, pero tendrá que ser cuando disponga de más tiempo”, destaca. Y prosigue: “Mendoza es mi conexión con la Argentina. No hay nada como un asado en familia y con amigos, con un malbec en la mano, al sol de la montaña mendocina. Trato de volver una vez al año, y siempre es una alegría”.

–¿Qué te queda por hacer en la NASA?

–Infinidad de cosas. Aquí brotan ideas todo el tiempo. Algunas son más descabella­das que otras, pero muchas de ellas nacen casualment­e, en una charla de café. ¡Y después maduran hasta transforma­rse en misiones en las que despegan cohetes de la Tierra! La clave de la NASA es su excelente sistema de elaboració­n, maduración y evaluación de las ideas.

–¿Qué es lo que se viene?

Tenemos planes que van desde mandar una red de drones a Marte hasta explorar los océanos de la luna Europa de Júpiter. En cuanto a este último punto, hasta se pensó en enviar un taladro térmico nuclear para perforar los kilómetros de profundida­d del hielo en Europa a fin de arribar a su océano subterráne­o. Pero se descartó por el peligro de contaminar­la con material radioactiv­o. Continuame­nte estamos buscando tecnología­s alternativ­as para poder indagar más en nuestro sistema solar.

–El desembarco en la Luna fue un punto de inflexión en la historia mundial. ¿Con Marte ocurrirá lo mismo?

–La curiosidad que despierta la exploració­n a Marte es lo que nos hará entender mejor nuestro lugar en el universo, desarrolla­r nuevas tecnología­s y conocer otros horizontes. ¿Cuál sería mi sueño? Que podamos aprovechar­la a modo de excusa para unificar el esfuerzo de varias naciones, como lo hicimos con éxito con la estación espacial

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Arriba: el vehículo explorador de la ExoMars en acción. Abajo: el robot Curiosity envió imágenes de la corteza de Marte.

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