La Nueva Domingo

Brasil no da la espalda a Lula

- por Emilio J. Cárdenas Emilio J. Cárdenas fue embajador argentino ante las Naciones Unidas.

Las estaba esperando y realmente no me sorprendie­ron demasiado. Me refiero a las encuestas que, en Brasil, miden la intención de voto a favor de Lula en las próximas elecciones presidenci­ales del país vecino, tras las dos condenas penales al expresiden­te.

La doble condena judicial a Lula no ha modificado la intención de voto de los brasileños. Es más, hasta parece hasta haber generado un leve aumento de la popularida­d del ex presidente Lula, que alguna vez fuera un alto líder sindicalis­ta.

Hay ahora entre un 34% y un 37% de brasileños a quienes les importa bastante poco la corrupción. A punto tal que, pese a la doble condena judicial recaída sobre Lula por corrupción y lavado de dinero, mantienen el endoso político preliminar a Lula.

Como si nada hubiera pasado y la corrupción no fuera necesariam­ente condenable en política. Por esto, parecería que, para más de la tercera parte de los brasileños, ella es de alguna manera parte de la “normalidad” política. Uno de sus elementos. Como si estuviera siempre necesariam­ente en su paisaje y, por esa razón, debiera ser resignadam­ente aceptada. Lo que se suma, es necesario decirlo, a que un 53% de los brasileños en cambio parecen rechazar a Lula al sostener que no votarían a ningún candidato apoyado por Lula, si éste finalmente no puede competir.

Tan es ello así, que si Lula finalmente no pudiera efectivame­nte competir en las próximas elecciones presidenci­ales brasileñas, las encuestas indican que hay un 32% de los eventuales votantes que, en ese caso particular, votarían “en blanco”. Para ellos es, entonces: o Lula o nadie. Como sea, ellos están firmemente alineados con Lula. Increíble, como realidad.

Lo cierto es que a un líder populista que (además de la corrupción que conforma el corazón de sus graves problemas judiciales) llevó a Brasil a la recesión y a la parálisis económica, no se le retira el viento a favor por la existencia de sentencias condenator­ias en materia de corrupción.

Para un Brasil que entonces, por el momento al menos, sigue creyendo que, por derecho y dimensión propios, su país debiera tener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, esto no es pequeña cosa. Conforma un problema de orden bien moral serio. Le quita credibilid­ad, cuanto menos. Es más, debería sacarlo de esa carrera, al menos por un largo rato.

En Ecuador, rechazan a Correa

El llamado “Socialismo del Siglo XXI”, (un eufemismo más, tras el cual se esconde al marxismo) predicado en su momento por Hugo Chávez y liderado aún por Venezuela tuvo, desde su inicio, dos importante­s aliados: Ecuador y Bolivia, cuando esos países fueran liderados por Rafael Correa y Evo Morales, respectiva­mente. Ese grupo ideológico, no obstante, acaba de sufrir una baja importante. La de perder el apoyo ecuatorian­o.

En efecto, el presidente Lenín Moreno, entronizad­o como presunto heredero de Rafael Correa, debía mantenerse en el poder de modo de asegurar que Correa pudiera regresar a la presidenci­a de Ecuador en el 2021, cual es su ambición.

Lenín Moreno acaba, sin embargo, de cerrarle el camino a su predecesor y ex correligio­nario Rafael Correa. Lo ha hecho mediante un referendo en el que prácticame­nte dos terceras partes de los ecuatorian­os decidieron que ningún funcionari­o elegido a través de las urnas puede permanecer en su cargo por más de dos mandatos, transcurri­dos los cua- les debería quedar, en los hechos, fuera del mundo de la política. Con ese soberano “mazazo”, las aspiracion­es de Rafael Correa parecen haber quedado sepultadas.

Es muy posible que la referida decisión ecuatorian­a hasta tenga, de pronto, algún impacto más allá de sus fronteras. Concretame­nte, en Bolivia, donde Evo Morales procura eternizars­e en el poder, pese a que, en un referendo específico, su propio pueblo le dijera “no” a ese tipo de ambiciones de aferrarse al poder por largo rato.

La decisión ecuatorian­a descansa en la existencia de un fuerte rechazo político a Rafael Correa quien, al dejar la presidenci­a, entregó un país en muy mal estado económico, con un conjunto de investigac­iones abiertas en materia de corrupción y fuertement­e endeudado con China, hoy su principal acreedor externo.

La fracasada campaña de Rafael Correa en el referéndum que acaba de perder resultó, por lo demás, sumamente accidentad­a. A punto tal, que el coqueto Rafael Correa fue blanco de lluvias de huevazos y de ataques físicos, en los que inesperada­mente terminó cubierto por una espesa capa de basura.

El referéndum ecuatorian­o al que aludimos tiene una segunda consecuenc­ia, trascenden­te por moralizado­ra. La que prohíbe a los políticos condenados por corrupción, para siempre, volver a desempeñar­se en la función pública. Ésta debiera –creemos- tener imitadores.

Lenín Moreno, que llegara al poder desde la izquierda del espectro político, se ha acercado sorpresiva­mente a la oposición moderada que en cambio milita en el centro. Quizás por esto y por su sorpresiva y tenaz oposición al regreso de Rafael Correa, el mencionado Moreno es hoy el político más popular de Ecuador, que goza de un notable 60% de aprobación, según sugieren las encuestas.

Tarde o temprano las mezclas de populismo y autoritari­smo terminan por cansar a la gente. Particular­mente, cuando se advierte la enorme cuota de perversión que generalmen­te subyace bajo esa alianza.

“Lo cierto es que a un líder populista que llevó a Brasil a la parálisis económica no se le retira el viento a favor por la existencia de sentencias condenator­ias en materia de corrupción.”

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