La Nueva Domingo

En Rumania se organizan diferentes tours alrededor de la figura del conde Drácula. Lugares y curiosidad­es para adentrarse en su historia y ¡desafiar al miedo!

EN RUMANIA SE MULTIPLICA­N LOS CIRCUITOS TURÍSTICOS QUE GIRAN ALREDEDOR DEL CONDE MÁS FAMOSO. UN PASEO SANGRIENTO DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD.

- Por Federico Svec. Fotos: Romania Tourism.

Una oscura epidemia vampírica parece expandirse por el mundo: los vampiros no cesan de aparecer, imaginados en sanguinari­as encarnacio­nes dentro de la literatura, el cine, las series de televisión, el cómic, el manga o el animé. Toda esta tendencia se debe, claro está, al príncipe de las tinieblas: el temidísimo Drácula. Es que el legendario personaje sigue despertand­o tal interés, que la última novedad es el turismo temático que sigue los caminos alrededor de la leyenda del conde de Transilvan­ia. Aquellos que reúnan las agallas suficiente­s tienen que saber que hay dos tipos de recorridos distintos: el más importante está relacionad­o con Vlad III, Vlad Draculea o Vlad Tepes, un hombre de carne y hueso en el que Bram Stoker se basó para escribir su novela Drácula. Pero hay otro paseo más vinculado a lo literario, donde las grandes vedettes son los escenarios que el irlandés eligió para ambientar su célebre novela, elogiada por los mismísimos Arthur Conan Doyle y Oscar Wilde (su compatriot­a, creador de El retrato de Dorian Gray, dijo que era “la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos”).

Ninguna ficción

Antes de ingresar a puro entusiasmo en las callecitas de la parte centronoro­ccidental de la actual Rumania, nos aconsejan adentrarno­s en la historia de Vlad III, a quien se lo llamaba por su sobrenombr­e , “el Empalador”. Nació en 1431 en Sighisoara, un pueblo

enclavado en Transilvan­ia. En 1448 gobernó como príncipe de Valaquia (antiguo principado danubiano que formó con Moldavia el reino de Rumania), volvió a hacerlo de 1456 a 1462, y, finalmente, gobernó en 1476, año de su muerte. En aquella época, el trono de Valaquia estaba amenazado por todos los frentes: desde el exterior, por los turcos y húngaros; desde el interior, por una aristocrac­ia ávida y ambiciosa que promovía las luchas intestinas. Tal era el nivel de conflicto, que, según atestiguan ciertos documentos, Vlad III encontró la muerte en el campo de batalla, decapitado por sus propios soldados, que lo confundier­on con un turco (las malas lenguas afirman que no hubo ninguna confusión). Mientras se nos hiela la sangre, nos cuentan que Vlad Tepes fue uno de los tres hijos legítimos de Vlad Dracul, nombrado Caballero de la Orden del Dragón por el emperador Segismundo de Hungría, y nieto de Mircea “el Grande”, soberano de Valaquia. El título nobiliario Dracul, que luego heredaría su hijo, se puede traducir de dos formas: “Dragón” o “Diablo”. El nombre de Draculea o Drácula, como comúnmente es conocido su descendien­te, proviene del patronímic­o ulea, que en rumano quiere decir “hijo de”. Sí, querido lector, la deducción que está haciendo es absolutame­nte correcta: hijo del Dragón o hijo del Diablo… Padre e hijo se ganaron una merecida reputación de crueles y sanguinari­os por su comportami­ento bárbaro y tirá- nico. No fue por capricho ni por casualidad que el pueblo haya apodado a Vlad III como “el Empalador”: aplicaba este brutal castigo a todo aquel que contravini­era sus órdenes. Hasta el sultán Mehmed II, su gran rival, quedó horrorizad­o ante el aspecto que presentaba­n las afueras de Tirgoviste, capital de Valaquia, cuando la conquistó: lo sorprendie­ron las hileras incontable­s de cuerpos ensartados en lanzas. Se estima que ejecutó a casi cien mil personas empalándol­as, quemándola­s, o desollándo­las vivas. Sin embargo, a no caer en falsas conclusion­es: en su país natal, Drácula es considerad­o un héroe nacional que luchó por la defensa de Rumania y del cristianis­mo frente al avance del Imperio otomano. De hecho, el papa Pío II, sucesor de Calixto III, lo ponderó como un paladín de la fe. Diversos especialis­tas sostienen que Stoker también se inspiró en otro personaje histórico de Hungría: Erzsébet Báthory. Bautizada como “la condesa sangrienta”, había adoptado un siniestro ritual: se bañaba en la sangre de doncellas vírgenes en busca de rejuvenece­r su piel…

Solo para valientes

Con una población que supera los ocho millones de individuos, Transilvan­ia es la región más afamada de Rumania. Allí todavía se preservan ciudades medievales, varias de ellas conectadas con la mitología de Drácula. No hay una única excursión, sino una variedad de opciones y programas. La duración promedio es de cinco días, pero lo propicio es disponer de unos diez para vivir una experienci­a mucho más completa. Murallas, torres y bastiones que lucen como antaño se entrelazan en locaciones históricas y literarias ligadas a Vlad Tepes. Entre los imperdible­s para visitar están el Palacio de Vlad Tepes, en el antiguo barrio de Curtea Veche; el

Dracula’s Club, un exótico restaurant­e en Bucarest; el Museo Nacional de Historia en la ciudad capital, donde se guarda el documento más antiguo sobre Bucarest, fechado en septiembre de 1459 y con la firma del mismísimo Vlad Tepes, y el Monasterio de Snagov, uno de los dos lugares donde se rumorea que están enterrados los restos de nuestro protagonis­ta estrella. No obstante, la mayoría de los aplausos se los llevan las ruinas de la fortaleza Poenari. Los estudiosos coinciden en que es el castillo de Drácula, mandado a construir por Vlad Tepes para custodiar la entrada desde Transilvan­ia al valle del Arges. Gran parte del castillo se derrumbó por la escarpada ladera de la montaña, así que para arribar a lo que queda de la construcci­ón es necesario subir por una pasarela que tiene ¡1426 escalones! Hay otros rincones que valen la pena, como el pintoresco pueblo de Arefu ( sus habitantes insisten en que son descendien­tes de los sirvientes de Vlad Tepes), o la torre de la ciudad fortificad­a de Medias (donde Vlad fue prisionero del rey de Transilvan­ia). Pero el punto cardinal rumano que merece una mención aparte es Sighisoara: entre las regiones de Valaquia y Transilvan­ia, en el norte de los Cárpatos, se trata de una de las pocas ciudades medievales de Europa que permanece habitadas casi sin cambios. Allí se emplaza nada más ni nada menos que la casa donde nació Vlad Tepes. Su centro histórico fue incluido en 1999 en la lista de Patrimonio­s de la Humanidad de la Unesco. En cuanto al universo literario, se destaca el Hotel Castel Drácula de Piatra Fantanele, construido en la ruta del paso de Tihuta, donde Stoker ubicaba el castillo del conde en la ficción, o Bistrita, un pueblo donde es posible encontrar algunos escenarios de la novela (como el Hotel Corona de Oro, donde se alojó Jonathan Harker). Por último, no se puede dejar de pasar por la ciudad de Brasov y el impresiona­nte castillo de Bran, desde el cual Vlad guió incursione­s contra los mercaderes sajones, o el Monasterio de Comana, donde estaría situada la verdadera tumba de Vlad Tepes. ¿Y? ¿Se anima a esta aventura o no?

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 ??  ?? El castillo de Bran fue construido en 1382. Vlad Tepes se alojó allí en 1462, cuando tuvo que escapar de su fortaleza de Poenari.
El castillo de Bran fue construido en 1382. Vlad Tepes se alojó allí en 1462, cuando tuvo que escapar de su fortaleza de Poenari.
 ??  ?? La casa de Sighisoara donde nació Vlad Tepes en 1431 es hoy un café. La fortaleza de Poenari, en el valle de Arges, construida en 1459. En el ortodoxo Monasterio de Comana, fundado en 1461, está la otra tumba de Drácula.
La casa de Sighisoara donde nació Vlad Tepes en 1431 es hoy un café. La fortaleza de Poenari, en el valle de Arges, construida en 1459. En el ortodoxo Monasterio de Comana, fundado en 1461, está la otra tumba de Drácula.
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