Zumba: ¡todo el mundo a mover el esqueleto!
Las clases duran entre media hora y 60 minutos, y siempre cuentan con una buena cantidad de personas. Buena onda y ganas de divertirse, fundamentales
La clase de zumba ya es un clásico de cada verano, en casi todos los paradores de Monte. A una determinada hora de la tarde, la playa se llena de música y gente bailando. La idea es divertirse, pasarla bien y, de paso, hacer un poco de ejercicio.
La música es una mezcla de ritmos latinos, reggaeton, temas de moda, cuarteto, cumbia y merengue. Las clases duran entre media hora y 60 minutos; normalmente se hacen coreografías simples, no exigentes, para no forzar los músculos ni a los bailarines. En definitiva, están en vacaciones ¿no?
Los pasos a seguir son más o menos similares para todos: llega el profe al parador, anuncia que en unos minutos comenzará la clase, llama a la gente y cuando se juntan diez personas comienzan todos a bailar. En pocos minutos, ese número se duplicará o triplicará, en efecto cascada. Además, en algunos lugares también ofrecen premios y consumiciones para los participantes.
Para Cristian, El Pela, que hizo temporada en el Complejo Americano, “el que no lleva palmas no puede entrar; acá, la idea es divertirse”.
“A la gente le gusta pasarla bien en las vacaciones, aunque a muchos les cueste romper el hielo; a veces depende de la zona donde baje y los conocidos que tengan cerca. Pero cuando entra en las vacaciones en sí, la música misma los llama”, cuenta.
En estas clases no se hace zumba propiamente dicha, co- mo en un gimnasio. Acá hay que hacer palmas y trencitos; en definitiva, divertirse.
“La gente se prende. En un momento estás bailando con 20 personas, cerrás los ojos y ya tenés. Es una especie de reacción en cadena”, agrega.
“Pueden bailar todos: gordos, flacos, altas y bajas; no importa la contextura. La música es para todos; y si te gusta, tenés el 50% del éxito asegurado. Aparte, no es una clínica de baile: es zumba en la playa”, asegura El Pela.
Camila es otra de las profes que hacen mover el esqueleto a todos. A ella la podés encontrar todas las tardes a las 18, haciendo mover a todo el mundo en el parador Oveja Negra.
“Hay gente a la que le gusta bailar y que en el año hace actividades físicas y se prende en estas clases. A veces cuesta que las personas se prendan, sobre todo con aquellos que no saben con qué se van a encontrar; a muchos también les da vergüenza, pero cuando empezamos a bailar se suman al grupo”, dice.
Los primeros en llegar son los chicos y después las mujeres mayores. Cuando larga la música , aparecen todos los demás.
“Algunas personas ya saben a qué hora empezamos y ya nos están esperando. Después, lo que hacemos depende de la gente que haya; muchos aprenden la coreografía y para el día siguiente ya saben qué hacer. Además, tratamos de ir agregando otros elementos”, asegura.