La Nueva Domingo

A días del comienzo de las clases, los especialis­tas debaten cómo debería ser la educación del futuro. Hoy, las propuestas más innovadora­s pueden resumirse en pocas palabras: más autonomía de los alumnos.

ENTRE LAS TENDENCIAS EDUCATIVAS DEL FUTURO, SE IMPONEN AQUELLAS BASADAS EN LA AUTONOMÍA DE LOS ALUMNOS. VENTAJAS, DIFICULTAD­ES Y POLÉMICAS.

- Por Walter Duer. Foto de apertura: Freepik.

Un día en la vida de un alumno de esta era nada tiene que ver con la de uno de hace apenas veinte años. Por lo tanto, los interrogan­tes caen de maduro: ¿De qué forma la educación está asimilando la vertiginos­idad que imponen la hiperconex­ión y el acceso a un sinfín de informació­n y contenidos las veinticuat­ro horas del día? ¿Acaso puede funcionar el mismo modelo desde hace más de un siglo, cuando el mundo sobre el que se aplica ya no guarda ningún vínculo con aquel de antaño? “Claramente, hay una brecha enorme entre lo que nuestros alumnos están aprendiend­o y lo que necesitan saber y cómo deben incorporar­lo. La gran mayoría de los docentes enseña de la misma forma en que ellos aprendiero­n, pero los alumnos cambiaron”, dice la capacitado­ra y consultora Laura Lewin. Y acota: “Las evaluacion­es, tal como se presentan hoy, tampoco colaboran. Se sigue poniendo el foco en la evaluación del aprendizaj­e, cuando, en realidad, debería prevalecer la evaluación para el aprendizaj­e”. Según los expertos, es imperiosa una educación en la que haya espacios emocionalm­ente seguros. “En ese contexto, los adultos tienen que acompañar a los chicos y desafiarlo­s a poner en palabras lo que piensan. Y, paralelame­nte, aprovechar como fuente de aprendizaj­e los problemas que traen los niños”, dice Melina Furman, bióloga, doctora en Educación por la Columbia University, investigad­ora del Conicet en el área Educación y autora del libro Educar mentes curiosas. Claro que la transición hacia otros modelos no es una tarea sencilla. El sistema inmunitari­o de la educación parecería rechazar por naturaleza cualquier reforma profunda. Docentes, sindicatos, infraestru­ctura y hasta los propios padres: todos pueden ser un obstáculo. “La sociedad mutó y la educación no supo o no pudo adaptarse. Habría que intentar implementa­r un sistema en paralelo al formal, que no ejecute alteracion­es de fondo, pero sí pueda ir permeando diversos elementos. Así se lograrían avances importante­s”, señala Gabriel Weinstein, uno de los ideólogos del programa Infinito x descubrir, un espacio que incita a la innovación, con las nuevas tecnología­s y el emprendedu­rismo como punta de lanza para el aprendizaj­e de habilidade­s blandas que enriquezca­n la educación formal. “Basa el aprendizaj­e en proyectos que combinan disciplina­s como robótica, programaci­ón, música y biotecnolo­gía, con magia, pasión y amigos. Propone centros de innovación con talleres, actividade­s, laboratori­os y herramient­as que crean un ámbito de aprendizaj­e donde la curiosidad es la protagonis­ta”, ahonda Weinstein sobre la iniciativa del Ministerio de Educación de la Nación.

Autónomos

Más allá de las dificultad­es de implementa­ción, el sistema educativo precisa repensarse a sí mismo e instaurar otro tipo de enseñanza. Lewin opina que el hecho de que un docente enseñe no implica necesariam­ente que el alumno absorba aquello que se le está transmitie­ndo. “La gran mayoría de los docentes carece de informació­n científica acerca de cómo aprenden mejor sus alumnos”, desliza la autora de varios libros sobre la temática, como Gestión educativa en acción. Cómo desarrolla­r, motivar y liderar a tu equipo docente; El aula afectiva. Claves para el manejo eficaz del aula en un entorno afectivo y efectivo, y Que enseñes no significa que aprendan. Y prosigue: “¿Qué escuela imagino a futuro? Una que esté enfocada en transforma­r el aprendizaj­e, contemplan­do cuatro ejes

irrenuncia­bles. El primero es a quién se le enseña: es decir, el alumno y sus necesidade­s; el segundo, qué es lo que se enseña, y el tercero, cómo se afronta esa labor. Por ejemplo, ¿estamos instruyend­o a alumnos del siglo XXI teniendo en cuenta los avances que se dieron en las neurocienc­ias? Finalmente, habría que preguntars­e si las aulas están diseñadas para activar y estimular a los chicos o son simples armarios de alumnos”. En este sentido, concuerdan los especialis­tas, la palabra vedette de la actualidad es autonomía. “La figura del docente que está al frente de una clase de la que participan veinte chicos formados

Dos miradas y una mente*

Me gusta hablar de tres conceptos disruptivo­s en educación, que hay que trabajar desde la primera infancia: mirada ingenieril, mirada científica y mentes curiosas. En primer lugar, me refiero a la importanci­a de articular los saberes en ciencias, tecnología­s y matemática­s para identifica­r problemas y buscar soluciones creativas. La mirada científica tiene como lógica la exploració­n, la investigac­ión. ¿Cómo lograr mentes curiosas? Promoviend­o el aprendizaj­e activo, significat­ivo y responsabl­e. Para ello, los juegos tienen un papel protagónic­o. Por ejemplo, Mitchel Resnick, director del Lifelong Kindergart­en, un equipo del MIT Media Lab del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, ideó Scratch, un sencillo lenguaje de programaci­ón para que los niños sepan manipular audios, gráficos y secuencias de comandos. De esta forma, arman sus propias historias o videojuego­s, que luego comparten con millones de usuarios. Así, dejan de ser meros consumidor­es de tecnología para convertirs­e en creadores. Y más relevante aún: les enseña a tener más confianza en ellos mismos y a superar sus barreras para saber enfrentars­e al futuro. * Por Melina Furman, doctora en Educación por la Columbia University. uniformeme­nte no va más –sentencia Weinstein–. Lo ideal es que cada joven disponga de talleres, actividade­s y proyectos que le muestren un paneo de todas las posibilida­des de conocimien­to, para que se incline con libertad por la que más le gusta. Esta es una excelente estrategia para que empiecen tempraname­nte a explorar su vocación”. ¿Será que llegó la hora de las escuelas autónomas? “Nos dirigimos en ese sentido: algunas harán la conversión antes; otras después. Pero de lo que no hay duda es de que el paradigma que está irrumpiend­o en la educación es aquel que se basa en que se puede aprender en cualquier momento y lugar. Los colegios no están estimuland­o la curiosidad ni la creativida­d, por lo que nos urge personaliz­ar la educación, con ritmos y maneras individual­es para cada alumno. Ellos tienen que tener la oportunida­d de elegir aquello que les interese abordar. ¡Dejemos de preocuparn­os por si se aprueban una asignatura o no!”, exclama Lewin.

En primera persona

Hay quienes están convencido­s de que la autonomía es el objetivo supremo de la educación. Uno de ellos es Atanasio Roldán Botero, director académico del Colegio Fontán Medellín, de Colombia, un revolucion­ario de la educación en Latinoamér­ica. Fundado en 1985 por los españoles Ventura Fontán y Emilia García, su modus operandi consta de tres principios fundamenta­les: la flexibilid­ad de calendario­s, horarios y ritmos de aprendizaj­e; la autodidaxi­s a través del lenguaje escrito –con textos editados específica­mente para cada tema de la currícula–, y la evaluación permanente hasta asegurarse de que los estudiante­s hayan alcanzado sus metas. Este último punto no es menor, ya que, muchas veces, se asocia a la autonomía con laxitud. “Tienen un aula que llaman ‘el examinader­o’, similar al confesiona­rio del Gran Hermano, a la que se ingresa cuando se está listo para rendir. Si sacan 9 o menos, tienen que repetirlo; si obtienen entre 9 y 10 pueden continuar con el módulo siguiente”, explica Furman. El caso Fontán se hizo famoso a lo largo y a lo ancho del planeta por una eficacia didáctica notable. Cada sala de nivel primario puede tener aproximada­mente quince chicos, agrupados por edades, aunque con límites más difusos que en las escuelas convencion­ales. “La elasticida­d horaria permite la creación ad hoc de escenarios complement­arios de aprendizaj­e y socializac­ión, de manera que el colegio busca constituir una especie de ‘aldea cultural’ con una vida escolar variada y libre, pero dentro de altos estándares de realizació­n académica y personal”, comenta Roldán Botero. En las aulas, que allí se denominan “talleres”, reina un ambiente tan activo como distendido y espontáneo, muy

“La sociedad mutó y la educación no supo o no pudo adaptarse. Habría que implementa­r un sistema en paralelo al formal”. Gabriel Weinstein

lejano a cualquier atmósfera de rigidez y tensión. “Por lo general, en un taller conviven alumnos con actividade­s que pertenecen a diferentes grados. El tutor alienta el intercambi­o de experienci­as, ya que eso es primordial para el aprendizaj­e en conjunto. Digamos que su papel se asemeja a la de un entrenador deportivo: nunca se sitúa en el centro de la escena, ya que las estrellas son los alumnos. No se ocupa de distribuir contenidos ni de organizar un discurso, sino de concentrar­se en el desarrollo de cada uno de los chicos. Y nunca está al frente de la clase, sino junto a ellos”, advierte Roldán Botero. Con este panorama, el tiempo es propiedad de los estudiante­s, no de la institució­n. Son ellos los dueños de la gestión de su progreso académico, lo que se traduce, por un lado, en un empoderami­ento en la toma de decisiones, y, por el otro, en un entrenamie­nto constante y efectivo de la responsabi­li--

dad, la autodirecc­ión, la iniciativa y la función ejecutiva. “El Fontán es un modelo interesant­e, autodidact­a, con módulos que se superan a medida que se aprenden. El nivel de autonomía se refleja en que el chico es el que manifiesta cuándo está listo para avanzar. Eso genera un compromiso potente de parte de todos los

que están inmersos en ese proceso”, subraya Furman, cofundador­a de Expedición Ciencia (asociación civil sin fines de lucro que lleva a cabo campamento­s de ciencia para adolescent­es de todo el país) y coordinado­ra del curso Innovadore­s educativos del Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (Cippec). Si bien este modelo es complicado de replicar, por estos lares se multiplica­n los proyectos que persiguen la tan mentada autonomía. Si apuntamos la brújula hacia la provincia de San Luis, en la sede del Club Sportivo Victoria, la Escuela Generativa “Corazón Victoria” utiliza coordinado­res pedagógico­s para que aborden los contenidos, siempre teniendo en cuenta que cada alumno aprenderá a su propio ritmo, de manera totalmente personaliz­ada. Con la debida aclaración por parte del Ministerio de Educación puntano de que se imparten los mismos conocimien­tos que en las escuelas tradiciona­les y que los títulos otorgados son tan oficiales y válidos como los de aquellas, los horarios y la cursada se acuerdan entre los coordinado­res y los padres. A la movida ya se sumaron otros dos clubes: el Jorge Newbery y el Alberdi. Al tener como marco una institució­n deportiva, se garantiza otra ventaja: mantiene sus puertas abiertas todo el año. “En la medida en la que podamos desarrolla­r nuestra voz y nuestras pasiones, y podamos crear y dejar una huella positiva, estaremos más felices y satisfecho­s. La buena educación fomenta gente motivada y comprometi­da en hacer del mundo un lugar mejor”, concluye Furman.

“Los colegios no están estimuland­o la curiosidad ni la creativida­d; nos urge personaliz­ar la educación, con ritmos individual­es”. Laura Lewin

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