Nada se tira, todo se transforma. Ese es el leitmotiv de Drap Art, un festival donde se lucen obras de arte hechas con residuos. Creatividad con conciencia.
ARTISTAS LOCALES E INTERNACIONALES ENCUENTRAN EN RESIDUOS Y ELEMENTOS RECICLABLES LA MATERIA PRIMA PARA CREAR SUS OBRAS. LA CONSOLIDACIÓN DEL DRAP ART COMO FESTIVAL Y PRÁCTICA.
Muchos sostienen que el arte no se explica, sino que se siente. Que cualquier expresión artística conlleva varias dosis de un lenguaje que no se analiza; solo se observa y subjetiviza. Cada uno le da su mirada personal, su interpretación, y eso es lo que hace que sean llamadas “obras de arte”. ¿ Y si le dijéramos que, en la actualidad, se consolida con más y más adeptos una práctica que se impone a base de esculturas hechas a partir de material reciclable o, sencillamente, desechos? No acudan a Google ni al sabio de la familia... ahórrense ese paso: hablamos del Drap Art, que, en rigor, surgió en el año 1995, cuando la alemana Tanja Grass fundó una asociación con la idea de promocionar obras que se realizaban a partir de materiales de descarte. Por aquel entonces, en la ciudad de Barcelona, lugar de residen- cia de Grass, no había un sitio donde exhibir esos trabajos. Pero esta licenciada en Filología inglesa, española y alemana supo hallarlo y, en los años posteriores, empezaron a multiplicarse muestras que despertaron en la gente cada vez más interés, con convocatorias que crecían exponencialmente. La misión era concientizar sobre el carácter agotable de los recursos y sobre la necesidad de generar menos basura. Aquel meeting pionero de reciclaje artístico en la Ciudad Condal se llevó a cabo en una carpa enorme, con casi cien artistas seleccionados entre los trescientos proyectos presentados. Hoy, el propósito de Grass sigue siendo el mismo: “El exceso de consumismo nos roba el futuro”. A nivel nacional, se organizó en el porteño Centro Cultural Recoleta el Primer Festival Internacional de Reciclaje Artístico, que replicó el mismo suceso que en otros países, como Francia, Grecia, Israel, Japón, Italia, Alemania y Estados Unidos. Con las
“3R” como principios irrenunciables (reducir, reutilizar y reciclar), la iniciativa estaba compuesta de obras de una treintena de representantes locales e internacionales. Analía Flores fue la coordinadora general del evento, y contó con la ayuda de Lucas Campodónico y Lucila Peiró, fundadores de Ecomanía, una ONG que se dedica a promover el consumo responsable y el emprendedurismo sustentable. Ellos la contactaron con Drap Art Barcelona. “Desde Ecomanía teníamos ganas de unir el arte con la sustentabilidad. Hay un sinfín de artistas argentinos que aprovechan los residuos urbanos para desarrollar su arte. Así fue como nos pusimos en contacto con Tanja Grass, para conversar acerca de la posibilidad de hacer una versión vernácula de Drap Art. Paralelamente, ella nos comentó que su creación estaba en proceso de expansión. Podríamos concluir que fue una coincidencia no tan casual”, detalla Peiró. Uno de los exponentes de este colectivo que convierte en arte lo que aparentemente ya no tiene uso es el mu-- ralista Alfredo Segatori. “Siempre me interesó el Drap Art. Ya en 1996 había hecho algunas cosas en la ciudad de Mercedes, como el lateral del edificio Vómito Publicitario. En 2017 presenté el proyecto El viejo del desarmadero trash: armamos con chatarra el mural de ingreso al Desarmadero Bar”, desliza Segatori. Y prosigue: “En nuestro
Valiosos y bellos
Analía Flores, quien estuvo a cargo del Drap Art local, resume el espíritu de este encuentro artístico: “Formamos parte de una comunidad en la que sentimos la sustentabilidad todos los días. Poder expresarla desde el arte es todo un privilegio. Teniendo en cuenta el impacto que tuvo el Drap Art a lo largo de los años, creíamos que la Argentina estaba preparada para un evento de esta temática y magnitud. ¡Y realmente pudimos comprobarlo! Uno de los mayores atractivos que tiene el Drap Art es que las personas que lo visitan pueden vivir una experiencia diferente, acercándose al arte de una manera muy amigable, entendiendo cómo los residuos de uno pueden ser para otros recursos valiosos y bellos”.
Drap Art participé con La Vaca Radioctiva que se escapó de La Rural. Fue una muy linda excusa para encontrarme con artistas amigos de la talla de Sebastian Lartigue, Paula Pons y Christian Sesin, entre otros”. Otro de nuestros talentos que se inclina por esta vertiente es Edgardo Rodríguez, quien confiesa: “Por parte de padre, desciendo de vascos carreros trotamundos; por parte de madre, de zíngaros sicilianos. Mis ancestros nunca tuvieron casa propia. De pequeño mi padre me llevaba a los baldíos de Belgrano a juntar desechos que otros tiraban, y empacaba diarios usados y botellas que vendía a los botelleros. Mi madre me compraba ropa usada que reformaba para vestirme. Todo mi trabajo en artes visuales estuvo orientado a reflexionar sobre lo peligroso que es para la Madre Tierra ese consumismo, que, paradójicamente, nos consume a nosotros”. Y acerca del acontecimiento en el Centro Cultural Recoleta, evoca: “Me acuerdo de los integrantes de una comparsa que, vestidos con atuendos confeccionados con plásticos y marchando al
son de la percusión, nos invitaban a ser parte activa de la puesta en escena del baile. Pero, sobre todo, me quedó marcado el mensaje que transmitían y al que adhiero: no existe el arte para eruditos, sino el arte para todos”.
Reciclarte
Más allá de los límites de nuestro territorio, en los últimos meses Drap Art se realizó en la estadounidense Pittsburgh, en la vecina Montevideo y, obvio, en la ciudad de Barcelona. Subidos a la ola ecológica, los artistas de aquí y de allá se suman a esta corriente con la que no solo se puede crear, sino impartir sabiduría ambiental. “Con mis murales persigo fines similares: reinventar un poco la realidad de los diversos espacios públicos”, especifica Segatori. Por su parte, Rodríguez ahonda: “Más allá del reconocimiento internacional que está teniendo el Drap Art, me fascina el hecho de vincular el concepto de mi trabajo en las artes visuales con lo experimentado por las culturas indígenas de América que me inculcaron los principios de sustentabilidad y del uso y cuidado de la naturaleza. Ellos fueron los que nos demostraron que nosotros no somos los dueños de la Madre Tierra, sino que es totalmente al revés: ella es nuestra propietaria. Drap Art significa la comunión de voluntades en pos de un objetivo: cuidar la casa que es común a todos los seres que habitan la Tierra”. Plataforma de artistas, diseñadores, artesanos y otros profesionales emergentes de todas partes del planeta, el Drap Art funciona, en definitiva, como una campaña continua de sensibilización, como una filosofía que está contagiando a otros campos de acción social y cultural. Porque, como bien sabe entonar el cantautor uruguayo Jorge Drexler: “Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma”.