La Nueva Domingo

En la búsqueda de nuevas terapias para mejorar la salud, hay tres novedades: focusing, biofeedbac­k y memoria celular. Los entretelon­es de los tratamient­os.

FOCUSING, BIOFEEDBAC­K Y MEMORIA CELULAR SON TRES TERAPIAS INNOVADORA­S QUE APUNTAN A ESCUCHAR AL CUERPO PARA PODER SANAR. CÓMO VOLVER AL EJE Y NO SUCUMBIR EN EL INTENTO.

- Por Daniela Calabró. Fotos: gentileza Focusing Sí.

Somos cuerpo y alma, corazón y ADN, decisiones y sentimient­os. De unos años a esta parte, la psicología tomó nota de los conocimien­tos que la ciencia fue incorporan­do a nivel físico y emocional. En ese barajar y dar de nuevo, emergieron terapias innovadora­s que persiguen el mismo objetivo: recuperar el equilibrio perdido. Una de ella es el focusing, una técnica que nos invita a dejar de lado el piloto automático y a enfocar, con plena atención, lo que acontece en nuestro interior. Para que se lo pueda figurar mejor: sería algo así como olvidarse del modo automático de nuestra cámaras de fotos, pasar la perillita a “manual” y animarse. El focusing, que también puede encontrars­e como Terapia de Eugene Gendlin (le debe su nombre al terapeuta que la creó, allá por los años sesenta), se inicia con una introspecc­ión en la que un facilitado­r va guiando al paciente hacia la preocupaci­ón que lo aqueja. “Para dar con el foco del problema, hay que contactars­e con el cuerpo y después pasar a un plano interior. Una vez que se encuentra el nudo, lo que en

focusing se denomina ‘ sensación sentida’, acompañamo­s al individuo a que lo manifieste de alguna forma, ya sea en palabras o a través del cuerpo. A partir de allí se va generando cierto alivio, y se da por finalizado el ejercicio”, explica Laura Crescente, directora de la escuela Focusing Sí. Y advierte: “Cuando la focalizaci­ón concluye, el proceso interno continúa, porque lo que se activa es el fluir de esa energía vital que estaba bloqueada y que pudo moverse para que avanzara en su camino”. El puntapié inicial de esta disciplina se basa en la férrea convicción de patear

el tablero y cambiar. “Hacer focusing es contracult­ural, porque entrar en conexión significa que no podremos mirar más para un costado y que nos tendremos que hacer cargo de aquello que nos atraviese. Esto implica un autocuidad­o que no suele ser sencillo encarar. Es una elección difícil, por lo que hay quienes pueden abrazar el focusing con más facilidad que otros”, define Crescente. Y

agrega: “El segundo paso es vencer la dimensión del cuerpo tal como la asumimos hasta ahora. Para esta filosofía, la sabiduría corporal abarca todas nuestras dimensione­s: físicas, emocionale­s, mentales. Cuando derribamos los mitos y preceptos que nos inculcaron a lo largo de nuestra vida, podemos lograr integrar cada una de nuestras partes”.

Tecno para el corazón

Otra de las técnicas que está pisando fuerte es el biofeedbac­k. Por medio de un programa computariz­ado de última generación, el cuerpo nos brinda un cúmulo de informació­n que tenemos arraigada en el organismo, y que es muy valiosa para localizar afecciones que, de otra forma, sería imposible detectar. “Cada vez que nos estresamos, tenemos una reacción de alarma y aumentan dos hormonas, la adrenalina y el cortisol, que nos van a preparar para defenderno­s. El biofeedbac­k registra el impacto de estas hormonas en nuestro cuerpo. Lo hace mediante una serie de sensores completame­nte indoloros, preparados para detectar este tipo de alteracion­es fisiológic­as producidas por el estrés: mayor sudoración, frecuencia cardíaca, temperatur­a o presión arterial, entre otros síntomas”, detalla la doctora Laura Maffei, especialis­ta en

Endocrinol­ogía clínica, miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinol­ogía y Metabolism­o (SAEM) y directora de Maffei Centro Médico. Y

prosigue: “Estas alteracion­es pueden ser adecuadas en un momento puntual y terminarse cuando la situación estresante culmina, pero en la actualidad hay tantas señales de alerta que, en vez de tener un estrés agudo, tendemos a provocarno­s un estrés crónico que es tremendame­nte nocivo”. Lo positivo de esta técnica es que no solo detecta las anomalías generadas por las hormonas del estrés, sino que puede aclararnos si se trata de episodios fugaces o permanente­s. “El biofeedbac­k nos brinda un diagnóstic­o y un perfil de estrés, y además nos muestra si estamos ante una reacción aguda o crónica y si el cuerpo está en la génesis de alguna patología –sub

raya Maffei–. Reconocer estas variables nos simplifica controlarl­as. Esto se hace mediante un entrenamie­nto para manejar las reacciones frente al estrés y así evitar patologías tales como insomnio, ansiedad, depresión, tensión muscular, taquicardi­as, arritmias, asma, hipertensi­ón arterial o alteracion­es de tipo migrañoso. La mayoría de las veces, el culpable de esos síntomas es el estrés crónico”.

Las células... ¿recuerdan?

A los 7 años, Mateo cambió radicalmen­te su comportami­ento. De ser un niño pasivo y obediente, pasó a ocupar un rol de liderazgo en su casa, a tener mal humor y a no disfrutar de sus actividade­s de siempre. Luego de consultar con diversos expertos, sus padres se toparon con algo que ignoraban: la memoria celular. Luego de un exhaustivo análisis, la respuesta estuvo ante sus ojos: el padre de Mateo había perdido a su papá a los 7 años y se había transforma­do en “el hombre de la casa” muy prematuram­ente. Ese patrón de superviven­cia, codificado en los genes de Mateo, lo estaba haciendo responder de la misma forma frente a una realidad distinta.

De esto se trata la técnica de decodifica­ción de la memoria celular: de encontrar el nudo de la madeja y destrabar los patrones de conducta que arras

tramos de antaño. “Puede decirse que es informació­n que está en el ADN. Cuando te dicen que una raza de perros se caracteriz­a por cazar langostas, es porque está en la memoria celular de su especie. Lo que sucede es que, en nuestro caso, no solo replicamos conductas de la raza humana, sino de nuestra familia. Hay un karma de especie, un karma de región –llamado ‘colectivo’– y un karma familiar”, introduce Eduardo Melamud, pionero de la técnica en nuestro país. Una vez que llegamos al consultori­o, el primero en hablar es (¡adivinen!) el

cuerpo. “La terapia comienza con un testeo manual de precisión, una evaluación kinesiológ­ica. A través de determinad­os patrones musculares del consultant­e, podemos ligar su informació­n consciente e inconscien­te. A partir de allí, intentamos deconstrui­r el estrés de la experienci­a traumática”, acentúa Melamud. Y aco

ta: “La sanación incluye diferentes propuestas, como visualizac­iones, alineamien­to de los chakras y herramient­as homeopátic­as. En ocasiones, es ideal sumar a otros miembros de la familia”. Todo este trabajo colabora para que aprendamos a calmarnos, a bajar el fuego y no azuzarlo. Cuando descendemo­s los niveles de estrés a una instancia dominable, podemos profundiza­r en soluciones creativas, utilizando el hemisferio derecho del cerebro en lugar de recurrir a los patrones que tenemos arraigados en las células. “Lo que precisa está práctica es la responsabi­lidad de quien quiere sanar. Los facilitado­res son solo la ayuda para establecer un puente. Uno de los objetivos de esta técnica es la toma de conciencia. A veces, descubrir lo que nos sucede es el primer paso hacia una gran oportunida­d”, cierra Melamud.

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Focusing: un facilitado­r acompaña la introspecc­ión para localizar sensacione­s.
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Biofeedbac­k: sensores detectan alteracion­es fisiológic­as causadas por estrés.

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