A 20 años de los crímenes de las mochileras, qué hace hoy Eduardo Eliçabe
ESTÁ LIBRE DESDE 2010
Eduardo Fermín Eliçabe tuvo mucha suerte. La gente que hoy reclama a gritos penas más duras se espantaría de saber lo “blandas” que eran hace 20 años.
El autor del doble crimen de Las Mochileras agarró todas las ofertas legales: que el “2x1”, que la prisión perpetua atenuada...Pasó “apenas” 13 años detenido por uno de los casos más conmocionantes de la historia delictiva bahiense.
El penúltimo día de 2010 salió en libertad condicional y hace dos años agotó la pena. Ya no le debe rendir cuentas ni al Patronato de Liberados ni a nadie. Cumplió con la ley y reanudó su vida. De haber estado vigente para
esa fecha el Código Penal actual, tendría 15 años más en las sombras. Hubiera salido con más de 70.
Irina Laura Montoya y María Dolores Sánchez siempre habían cumplido con la ley, aunque para ellas no hubo segundas oportunidades.
Irina hoy tendría 45 años y seguramente sería lo que la vocación natural le mandaba: trabajadora social. Estaba muy cerca de recibirse en la Universidad de Rosario cuando un certero disparo en la nuca la mató.
Dolores era más joven -hoy estaría al borde de los 40- pero también tenía sueños. Había terminado la secundaria y quería seguir Turismo. Como a su amiga, la mataron de un tiro, después de violarla.
Irina y Dolores eran “Las Mochileras” porque habían salido de Chañar Ladeado, el pequeño pueblo santafecino que las vio nacer, para hacer dedo hasta Comodoro Rivadavia, adonde se había mudado la familia de la más joven. Cargaban los bolsos con ropa, libros, mate y mucha ilusión. Les encantaba ese tipo de aventuras, pero no contaron con que a mitad de camino se iban a topar con la muerte.
Un camionero las trasladó desde Rosario hasta una estación de servicio de Guaminí, donde el excustodio de transportes se ofreció a llevarlas a Bahía en su Fiat Duna Weekend, aunque 36 kilómetros antes del destino, por la ruta 33, se desvió hacia el camino a García del Río para consumar el peor final.
Por la mañana, un tambero que pasaba por el lugar encontró los cuerpos. Dolores estaba sin vida. Irina agonizaba y murió al día siguiente en el Hospital Penna.
Fue un día como hoy, hace justo 20 años.
Dolor público, dolor privado
Como en cada caso de este tipo, el peregrinar de las familias de las víctimas es tortuoso. Los Montoya afrontaron el dolor y el camino hacia la justicia con una mayor exposición pública. Los Sánchez nunca se mostraron. Llevaron la procesión por dentro.
María del Carmen y Ramón lucharon a destajo para tener entre rejas al asesino de Irina. “Para mi no hubo justicia, porque una persona que asesina a dos chicas me parece que no puede es-
tar en la calle, tiene que estar preso. Para qué quiere la sociedad a esa persona”, decía “Mary” el año pasado, durante una entrevista con Nueva.” “La
Al principio tenía algunas dudas pero hoy está convencida de la autoría de Eliçabe. De hecho, reveló haber recibido una carta de la hermana del condenado que pedía perdón, aunque nunca se la respondió. “Me escribió que a Irina no la quiso matar, pero tuvo que hacerlo para no dejarla de testigo por lo que le había hecho a la otra chica”.
Con mayor o menor reserva, se presume cómo “sobreviven” a sus días las familias de las víctimas. Lo que pocos saben hoy, a dos décadas del hecho, qué es de la vida de Nueva.” Eliçabe. “La pudo reconstruir gran parte de su camino.
De la cárcel al campo y del campo al mar
Hasta el doble crimen, el apellido de Eliçabe solo se asociaba en Bahía a la industria de los combustibles, como fundadora de la Isaura. Al casco viejo del campo familiar, que lleva el nombre empresarial, en el paraje Las Oscuras, fue a vivir Eduardo Fermín, una vez que recuperó la libertad a fines de 2010.
Allí estaban su madre Esther y su hermana Fabiana, quien regentea un emprendimiento de hospedaje rural y organización de eventos.
Con el beneficio excarcela- torio accedió al Seguro de Capacitación y Empleo, que desde 2009 el Ministerio de Trabajo había hecho extensivo a las personas privadas de la libertad.
Sin embargo, un año y medio después se fue de la estancia. Algunos rumores daban cuenta de que se había distanciado de su familia. Como todavía firmaba ante el Patronato de Liberados, por la condicional, notificó a la justicia su traslado.
El 19 de junio de 2012 confirmó que se iba a vivir a Mar del Plata. Fijó domicilio en Dorrego al 2400. Hizo cursos en Prefectura Naval y se convirtió en marino mercante.
Y a eso se dedica. Hace 4 años fue contratado por una empresa pesquera y pasa gran parte de sus días mar adentro.
Mantiene su afiliación a la delegación Mar del Plata del Sindicato de Obreros Marítimos Unido (SOMU). Según el último padrón del gremio, en noviembre del año pasado: figura con el número 14.642, como marinero de cubierta.
Una paradoja: ahora vive en Comodoro
Nueva.”
“La contactó a Eliçabe hace algunos días, pero no quiso hacer declaraciones formales. Solo insistió con su inocencia, al afirmar que la causa judicial “quedó en Estados Unidos y la está evaluando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”.
Sí confirmó que dejó de vivir en Mar del Plata y, por razones laborales, se trasladó a Comodoro Rivadavia, justamente la ciudad que era destino de Las Mochileras, porque allí vivían -al menos hasta el momento del hecho-, María Dolores Sánchez y su familia.
“La mayoría del tiempo la paso en Comodoro y en Ushuaia”, dijo, aunque al momento de la entrevista telefónica con este diario se encontraba en Mar del Plata. “Vengo un fin de semana o unos días y me voy de vuelta para el sur”, aclaró.
Se le insistió por el caso y la fecha de los 20 años, pero fue tajante: “ya pasó, listo”. Aseguró mantener contacto con su familia de origen y con sus hijos y con sus amigos.
“Estoy perfecto, sin problemas y tranquilo”, cerró.
Se vinculó con una periodista
Hasta que cayó por el doble homicidio, Eliçabe llevaba una
vida normal, con una familia constituida a partir del matrimonio con Adriana Gómez y una hija que para entonces tenía 13 años. Según sus vecinos, pasaba casi inadvertido. Era un hombre de hablar poco y despacio, que había sido policía a principios de los '80.
La detención de Eliçabe conmocionó a todos. Su mujer, embarazada de 8 meses, decidió romper la relación y tuvo a su segundo hijo, Josuá, el mismo día que su exmarido entraba por primera vez en la cárcel de Villa Floresta. De hecho, le negó el apellido. El joven, que hoy está a punto de cumplir los 20, se llama Josuá Gómez.
No se sabe si Eliçabe pudo volver a ver a sus hijos ya en prisión o después de recuperar la libertad. Sí que, al menos en un tramo de su condena, pudo rehacer su vida sentimental.
En el penal, no está claró en qué circunstancias, conoció a una periodista casi de su edad, Claudia Scuffi, quien al menos hace algunos años estaba radicada en la ciudad de San Martín de los Andes. Esto consta en el legajo de Ejecución 11.439 que para el 30 de diciembre de 2010 le concedió la libertad condicional, bajo la firma del juez Claudio Brun. Con ella mantuvo una relación de más de 8 años.
También figura en la resolución un informe psicológico que destacaba algunos aspectos positivos para la reinserción del exconvicto, aunque marcaba en su comportamiento algunos indicadores de "pobreza emocional" y componentes que denotan “montantes de hostilidad y elementos de tipo destructivos, de los que se defiende para no actuarlos”.
Hasta en las últimas entrevistas con los profesionales, antes de ganar de vuelta la calle, se manifestaba inocente, con pensamiento “acrítico”, aunque el juez explicó que no se podía castigar a alguien “por sus pensamientos o modo de vida”, en la medida que esas conductas no lesionaran bienes jurídicos ajenos. En la cárcel, aún hoy, lo “extrañan” En el análisis para otorgarle la libertad a Eliçabe, se tuvo en cuenta su conducta intramuros. Presentaba Ejemplar 10, concepto bueno, con apenas 3 sanciones en sus 13 años.
Una se registró el 25 de enero de 2002, por dirigirse de manera incorrecta a otro preso; otra el 13 de octubre de 2008, por una huelga de hambre en reclamo de que se agilice su proceso judicial y la última, el 4 de enero de 2009, cuando se secuestró en su poder un teléfono celular.
A mediados de 2004 tuvo que ser hospitalizado y operado. Había recibido -dentro de la cárcel- un puntazo en la zona abdominal, sin dentro afectar órganos vitales. La investigación no prosperó porque Eliçabe ya respetaba los códigos tumberos: nunca identificó al autor.
“En general siempre fue respetuoso con los guardias y con sus pares”, contó un agente penitenciario.
“De hecho, todavía se lo extraña, porque siempre se encargaba de la tarea administrativa del sector Sanidad. Y lo hacía con mucha rigurosidad”, agregó.
También aprovechaba sus ratos libres para escribir sobre su causa judicial y otros crímenes resonantes, comentó otro vocero.
El mismo perfil bajo que tenía antes de los crímenes parece haber recuperado en su faceta de marinero. Al menos con su nombre real, no frecuenta las redes sociales más masivas. En Facebook -donde demuestra a través de la foto de perfil su afinidad con las Fuerzas Armadas de Israel-, el último movimiento lo hizo en 2012.
Su identidad, sí, quedó anotada para siempre en otra red, que es reservada: el Registro de Condenados por Delitos contra la Integridad Sexual bonaerense. Muchos especialistas en medicina forense creen que el 95% de los violadores reincide.