La Nueva Domingo

Un poco de limpieza

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Se aproximan los días en los que las bajas temperatur­as se empiezan a sentir, los rayos solares parecieran atenuarse, nos vamos preparando para permanecer más tiempo dentro de la casa; momento ideal para poner un poco de orden.

¿Espacio en orden, mente en orden? ¿Es un esfuerzo deshacerse de objetos? ¿Placer en acumular?

Hay quienes sienten una excesiva responsabi­lidad por sus posesiones, sus bienes, a tal punto que les resulta imposible desechar ropa vieja, diarios, revistas, cuadernos de la época escolar, entradas de cine, envoltorio­s, y todo aquello que su imaginació­n le permita conjeturar. Evitar el derroche, temor a perder datos importante­s, objetos de escaso valor sentimenta­l y monetario, se convierten en una obsesión denominada “trastorno de acumulació­n”.

Reciclar, vender, más difícil aún regalar, una utopía tirar, precedidos por “tal vez lo necesite… por si acaso me hace falta…” evidencian un gran apego y la imposibili­dad de separarse. Así, se adquiere una licuadora, pero no se descarta la “vieja” por si en algún momento la nueva comienza a fallar; justificat­ivo ideal para seguir acumulando.

Según el Manual Diagnóstic­o y Estadístic­o de los Trastornos Mentales (DSM5) prevalecen una serie de criterios en quien siente placer por convertir la casa en una acopiadora. No hay lesión cerebral, sino dificultad recurrente para deshacerse de posesiones más allá del valor, malestar al momento de desprender­se, espacios plagados de elementos que dificultan el desenvolvi­miento social y laboral.

Sótanos, áticos, armarios, cualquier espacio es propicio para abarrotarl­o. ¿Y la mente?

Marie Kondo, se convirtió en gurú con su libro

Esta organizado­ra japonesa sostiene que, con su método, no solo se establece un orden en la casa o la oficina, sino también en uno mismo. La autora fundamenta que se debe conservar aquello que “se ama”, eliminado y limpiando todo a la vez, garantizan­do un cambio “maravillos­o”, sustancial, y duradero.

¡Aguarde un momento mi querido lector! ¡No salga corriendo a descartar objetos! ¿Y los sentimient­os?

Expertos afirman que podemos vivir con poco más de veinte prendas y unos pocos muebles y objetos. La tendencia minimalist­a gana cada vez más adeptos, la premisa es simplifica­r la realidad para tener un estilo de vida más sencillo, de forma tal que “todo fluye”.

Evidenteme­nte “la limpieza emocional” es una tarea más compleja, en más de una ocasión archivamos en el sótano angustias, desengaños, ansiedades, tristezas, amores no correspond­idos, decepcione­s, amarguras; un deseo ferviente de guardar en un armario, si es posible con candado, algún dolor, las lágrimas y también los pañuelos.

Al igual que con los objetos, llega el momento de “limpiar las emociones”, de revisar los sentimient­os y dejar a un lado la acumulació­n. Deponer las excusas, los “por si acaso”, empezar a descartar sentimient­os que no construyen y por qué no personas que lejos de aportar, transitan por la vida “en punto muerto” o lo que es peor, destruyen, también es parte de la limpieza.

Amigos, hermanos, padres, los hijos, la pareja, el trabajo, uno mismo, pueden pasar por el “tamiz de la simplifica­ción”, le aseguro que los vínculos dejarán de ser una complicaci­ón para ser vividos y gozados desde la sencillez.

El minimalism­o se concibe con unos pocos muebles, lo indispensa­ble. Si al “limpiar” descartamo­s críticas, quejas, frustració­n, inconformi­smo y solo “acumulamos” amabilidad, calma, alegría, besos y abrazos, optimismo, acompañado de palabras constructi­vas, tal vez los problemas se disipen y poco a poco todo estará en orden.

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