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¿Dónde hacemos la foto?”. Clásica consulta a los responsables de ilustrar cada nota.
“Puede ser allá arriba, en Palihue”, fue una respuesta que se escuchó en infinidad de oportunidades, sobre todo, ante acontecimientos especiales.
Y allá fuimos, sin saber que sería la última vez, acompañados, nada menos, que de Manu Ginóbili y Mitch Heckart, el enviado de la NBA para cuidarla a ella, la copa del campeón, la que un puñado de bahienses había acariciado el día previo, durante una reunión en Salta 28
Click, click, click... Sebastián Cortés sacó una, dos, tres... ¡Mil fotos! Era un momento único. La sesión se hizo en medio de un contexto completamente distendido.
Ya había pasado el cuidado celoso y de “marca personal” a ella. Al punto que, antes de envolverla y guardarla en la valija especial en la que viajó por diferentes ciudades del mundo, Mitch la dejó un momento sobre la calle, total, no transitaba nadie. O casi nadie.
Una señora -ya mayor- dobló y encaró como venía, sin advertir, claro, que estaba la copa. Logró esquivarla y siguió, probablemente, sin siquiera advertir que pudo haber quedado en la historia por llevarse puesta la copa del campeón de la NBA.
Fue el único momento que alteró la calma del recorrido que unió el teatro Municipal -la primera parada-, con altos del Palihue. Fue el 7 de julio de 2014. Manu tenía 37 años. Estaba reluciente, después de ganar su cuarto anillo. Ya ocupando la franja de la lista de jugadores veteranos más que de experimentados.
Ya pasaron, desde entonces, casi 4 años. Las barrancas de la avenida Cabrera siguen firmes, aunque no tan-
No estarán Gregg Popovich y Curry
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