La Nueva Domingo

Un fin de año trágico en el barrio 9 de Noviembre

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Una mezcla de fatalidad, insegurida­d y temor fueron algunos de los ingredient­es del trágico cóctel que, a fines de 2003, llevó a un hombre a cometer “un error insuperabl­e en las condicione­s de legítima defensa”.

El hecho, ocurrido durante la madrugada del 29 de diciembre, en la vivienda ubicada en Matheu 2298, del barrio 9 de Noviembre, tuvo como protagonis­ta a César Mario Cristobo, quien mató a su pareja, Ana María Forzano (42 años), al confundirl­a con un supuesto ladrón.

“Fue un hecho traumático para todos y para mí de una responsabi­lidad profesiona­l enorme porque Cristobo era una persona inocente. Estaba destruido y eso destruyó a una familia, ya que tenían un hijo pequeño”, comentó María Graciela Cortázar, en aquel momento defensora oficial, y quien sostuvo su alegato en aquel concepto enco- millado del primer párrafo.

Casi tres años después, precisamen­te el 26 de diciembre de 2006, el Tribunal en lo Criminal Nº 2 absolvió a Cristobo.

“Era una familia de bien que se había construido su casa en la que tenía un negocio, pero sufría las consecuenc­ias de vivir en un lugar muy peligroso”, recuerda Cortázar.

El hombre sigue viviendo en el lugar, aprendiend­o a vivir con el dolor y sosteniend­o el vínculo familiar.

“La mujer se había ido a comer y al Bingo, con unas amigas, su mamá y su hija de un matrimonio previo que no vivía con ella; y él había quedado al cuidado de su chiquito (de 12 años)”, deta- lla la actualment­e defensora general.

La actitud adoptada por Cristobo aquella noche, al tomar la pistola calibre 22 con la que dispararía, tenía un fuerte sustento en el temor.

“Lo que ocurrió fue que toda la tarde, desde que ella se fue, estuvieron soportando las molestias de unos muchachone­s que se ponían borrachos en la esquina, le tiraban piedras e insistían en que Cristobo les vendiera cerveza más allá del horario”, dijo Cortázar.

“Con ese temor se acuesta y hace lo mismo con su chiquito, con la absoluta convicción de que la esposa no volvía porque habían acordado en que se quedaban a dormir en el centro; porque una de las preocupaci­ones de Cristobo era que ella no volviera a la hora en que iba a terminar todo, ya que era un barrio bastante peligroso”, indicó la vocera.

Algunos detalles coadyuvaro­n para ir montando una trágica historia.

“La señora toma la deci- sión de volver en absoluto desconocim­iento de Cristobo, a quien no le avisó porque no tenía crédito en el teléfono. Y como no se había llevado llave decide entrar, como todos solemos hacer, por esas puertas a las que conocemos sus trampas”, dijo.

Cortázar comentó que Forzano introdujo una mano por un vidrio roto y Cristobo, al despertars­e e influencia­do por la tensa situación vivida con los muchachos, creyó que un ladrón pretendía ingresar en la vivienda y disparó con el arma impactando en el cuello de la mujer, provocándo­le inmediatam­ente la muerte.

"Me mandé una macana, creo que maté a una persona", le habría dicho Cristobo a su hijo.

“Él no fue el primero en ver el cuerpo, porque llamaron a un vecino que fue el que advirtió que el cuerpo era de la mujer”, explicó Cortázar.

La situación provocó un lógico resquebraj­amiento familiar.

“La familia de ella negaba que haya sido así y comenzaron a surgir cosas que no tenían nada que ver, como por ejemplo que habían discutido, cosa que podía surgir en cualquier matrimonio. Me costó mucho probar y acreditar todas estas circunstan­cias. Cristobo sabía cómo había pasado, pero nadie le creía; y la mujer ya no podía decir que era así”, expresó Cortázar.

Para la jefa de los defensores oficiales, hubo un testimonio fundamenta­l.

“Al nene lo llevé a declarar frente al Tribunal. Yo intenté preservarl­o, pero el fiscal (Guillermo Petersen, quien durante el debate pidió una pena de tres años de prisión por homicidio en exceso en la legítima defensa) estaba convencido de que esto no era así, y el chiquito terminó de despejar todas las dudas. El Tribunal estuvo muy cuidadoso con esa declaració­n y finalmente (el imputado) salió absuelto”, dijo Cortázar.

Esa satisfacci­ón profesiona­l no le resultó gratuita a la letrada.

“De esto tengo una anécdota fea pero a la vez gratifican­te, porque cuando termina el juicio y el tribunal nos convoca a los cinco días para la lectura del veredicto, la madre de ella estaba en el público y me insulta”, dijo la entrevista­da, quien sostiene que en un hecho de estas caracterís­ticas “nadie gana; y es lógico que (la madre de la víctima) tenga bronca; es razonable”.

Hoy Cortázar reafirma que “fue muy satisfacto­rio para mí poder haber colaborado a que esto llegara a la verdad, más allá de lo que le pasó y de lo que no se va a olvidar nunca: haber matado a la madre de su hijo, pero hubiera sido una gran injusticia que resultara condenado”.

Aquella trágica madrugada Cristobo llamó a la policía, entregó el arma y quedó detenido hasta los primeros días de enero siguiente.

“Yo tomé contacto inmediatam­ente con él. Lo vi directamen­te en la comisaría. Estaba muy shockeado. Nuestra preocupaci­ón fue lograr la libertad porque un chiquito quedaba solo".

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