“No quiero salir de casa y espero que las noches se me pasen rápido”
Graciela Yañez todavía no lo puede creer. Piensa que está aún en medio de la pesadilla. Las imágenes se repiten una y otra vez en su mente como si fuera una película.
La mujer que fue víctima de una entradera junto con su marido -el empresario Raúl Tesei, a quien golpearon-, modificó su rutina a la fuerza.
“No quiero salir de casa, ni ir a ningún lado, perdí la tranquilidad. Trato de acostarme bien tarde, quiero que la noche se pase rápido y a las 6 de la mañana ya estoy despierta, esperando que se haga de día. Me cuesta dormir”, reconoce.
El hecho que los tuvo por víctima en la vivienda de la primera cuadra de la calle Maldonado fue un día después del que sufrió la familia Murillas.
“No es lo material, es la angustia de tenerlos acá adentro. Como se llevaron las llaves del auto, me queda esa sensación de que van a volver. Ahora vivo en alerta, tanto cuando cierro el por- tón o estoy acostada y escucho el ruido de un auto. Cuando hablo con alguien sobre el tema aún tiemblo”, confiesa.
Graciela come menos que antes y no volvió a levantar las persianas del fondo, pese a que los asaltantes ingresaron por otro lugar. También deja la luz del patio encendida toda la noche, cosa que antes no hacía.
“Estoy continuamente mirando hacia la vereda”, señala.
Esa noche, los delincuentes, además de agredir a su marido y llevarse las llaves del Mercedes Benz de la familia, sustrajeron dólares, pesos, joyas y celulares.
A Roldofo Murillas y su familia les llevó una semana reanudar las actividades rutinarias después de lo que significó la traumática experiencia de una entradera en su casa.
El asalto se produjo el lunes 7 -un día antes de los Te- sei-, en la vivienda ubicada en Rosario y De Angelis del barrio Santa Margarita. Fue cuando el secretario de la Fiscalía Federal se disponía a ingresar su auto en el garaje.
Tres delincuentes lo abordaron, lo golpearon e ingresaron en su vivienda, donde ataron a la familia. Después de cargar 2 televisores led, una notebook y 3 celulares, los desconocidos escaparon en el auto de la víctima, que fue abandonado poco después.
“Quedamos muy asustados, de a poco nos estamos recuperando, recién ahora empezamos las actividades cotidianas; nos llevó una semana completa”, admite Murillas.
El abogado prefirió no abordar otras cuestiones relacionadas con los cambios de hábito de su familia y el impacto del robo violento, aunque reconoció que en todo momento “estuvimos muy bien acompañados por vecinos, familiares y, fundamentalmente, amigos”.
Lucas Marzullo, víctima de la primera de la seguidilla de la semana pasada, prefirió el silencio, mientras él y su familia se recuperan del trance.
El delito que los tuvo como blanco sucedió el domingo 6, sobre las 20.30, cuando 3 ladrones con armas irrumpieron en la vivienda de Las Heras y Lázzari, en el barrio Molina Campos.
El modus operandi fue el habitual: ingreso por asalto, amenazas y golpes. Los delincuentes ataron al matrimonio y a su hija menor y se llevaron objetos de valor y la camioneta Volkswagen Amarok que después abandonaron a las pocas cuadras.
Desde la psicología aseguran que este tipo de acontecimientos provoca un corte súbito en la cabeza de las víctimas, que demanda la elaboración del proceso traumático.
Muchos abordan cuidados -que pueden volverse excesivos-, con el fin de evitar que la situación se repita y de esa manera aliviar el sentimiento de inseguridad.
Miedo a revivir el trauma, ira, culpa o tristeza pueden sentir los damnificados por una entradera. De la misma manera, dificultades para conciliar el sueño, pesadillas, trastornos de la alimentación y hasta una baja de la autoestima.
Ahora vivo en alerta, cuando cierro el portón o cuando estoy acostada y escucho el ruido de un auto. Aún tiemblo”. GRACIELA YAÑEZ VÍCTIMA DE UNA ENTRADERA