La Nueva Domingo

Jessica Trosman

INTUITIVA Y DESPREJUIC­IADA, JESSICA TROSMAN CONFIESA ATRAVESAR LA ETAPA MÁS MADURA Y LIBRE DE SU CARRERA. “LA SOCIEDAD SE HARTÓ DE LOS MANDATOS DE LA MODA”, DISPARA.

- Por Natalia Miguelezzi. Fotos: Julieta Saavedra.

es una voz más que autorizada en el mundo de la moda. La diseñadora argentina, siempre audaz, no se define por un estilo particular y muta de acuerdo con su visión y experienci­a. “Mi vara, mi clienta, soy yo misma”, explica.

Llegar a la cita es un placer visual. El barrio porteño de Villa Crespo se transformó en un nuevo polo de diseño, y el club Atlanta, rodeado de talleres mecánicos, acompaña la apuesta. Es temprano y ya todos están en marcha en su devenir diario. Sobre una de sus calles linderas se vislumbra una persiana tipo garaje con el logo JT. Se trata del

concept store de Jessica Trosman, donde conviven en perfecta armonía los percheros, la venta al público, el estudio de diseño (a la vista), la administra­ción, un laboratori­o de experiment­ación textil y un café a cargo de la pastelera Pamela Villar, apadrinado por Fernando Trocca. Para la personalid­ad extroverti­da de Jessica, Villa Crespo es el escenario ideal. Es allí donde suele presentar sus creaciones, en el marco del Designers Buenos Aires. Mientras otros colegas lo hacen en palacios u hoteles, desde hace tres años que ella elige los pasillos que están debajo de las gradas de la cancha de Los Bohemios. La premisa de sus coleccione­s tampoco se altera: regirse bajo normas que superen lo tradiciona­l. –Esta temporada la colección se llamó Sin nombre ni ley. –Es que yo no tengo una ley para diseñar. Las cosas se van dando naturalmen­te. De hecho, esta vez ni siquiera armé familia de los prototipos. Yo siempre agarro temas, recortes o lo que fuera, y de eso hago una familia. A mí me cuesta mucho ponerles un título a las coleccione­s; en eso me ayuda mi socio. Nos reímos porque él busca nombres para todo. En esta ocasión me dijo que sentía que no podía rotularse de ninguna manera. Yo por dentro pensé: “¡Genial!”. Marcela Soberano, mi asistente de prensa, se puso a escribir la gacetilla y coincidió con nosotros. Marcela es la que traduce mi trabajo, la que sabe describir mi forma de ser y lo que pasa acá dentro. –¿Y qué pasa acá dentro? –Si bien somos una empresa con un objetivo comercial, vivimos el microclima de nuestro país. Tengo el lujo de poder diseñar prendas con auténtica libertad de producción. No sé cuántos pueden decir lo mismo. Y esto es gracias a que tengo dos socios que se entusiasma­n con lo que hago, y confían en que mis ideas se pueden vender. –¿Y cómo se consigue esa libertad? –Pasé por varias marcas y empresas y muchas me bajaron línea; en JT es todo lo contrario. Aquí no escucho ases como “Bajá un poco el nivel de diseño”, sino “Poné todo”.

¿Por qué? Porque consideran que el valor agregado viene de la mano del diseño. Nosotros le ponemos garra a todo, y eso rinde sus utos: estamos exportando a París y nos animamos a tener nuestro propio e-commerce en jtbyjt.com.

–¿Estás en tu mejor momento profesiona­l?

–Esta es la marca más madura que tuve. Me encuentra en un lugar muy firme de mi vida. Sigo teniendo mi impronta de recortes y volumen, porque me cuesta pensar en básicos. Me gustan, los puedo hacer, pero el día que lance una colección así, deberá ser de una tela distinta al resto.

–¿Por qué hacés los desfiles en la cancha de Atlanta?

–Al principio, el Designers Buenos Aires se organizaba en el Tattersall de Palermo. Cuando Guillermo Azar, director de los desfiles, nos manifestó que podíamos optar por cualquier sede, se me vino a la mente la calle del local. Siempre quise reivindica­r el barrio. Yo crecí aquí, es mi zona, son mis vecinos y los invitamos a ser parte de toda la movida. A mí no me gusta encerrarme, y tener la cancha enente era una tentación. Cuando hace cinco años lanzamos la marca e hicimos allí el primer lookbook, nos encantó. Después fantaseamo­s con hacer el desfile en ese mismo lugar. ¡Y fue un éxito increíble! Yo la amo.

La imaginativ­a sencillez que proponen sus diseños hace fluir las tonalidade­s sutiles de crema, jengibre o canela hacia colores más potentes (como el naranja), impregnánd­ole un sello interesant­e a su más flamante colección. Prendas más bien sport, combinadas con sastrería, conjugadas con maestría. Jessica parece ganar cada vez más confianza y estar cada vez más afianzada en lo que se denomina “poderío

informal”. “En París repiten que mis diseños tienen algo extraño, que no es tan fácil descifrar cómo están puestos, de dónde vienen ni como se agarran, pero que son lindos y armoniosos. Tanto los estampados como los colores que genero en el laboratori­o son muy artesanale­s e innovadore­s. Creo que mi ropa es genuina y diferente… Es diseño y cada pieza cuenta una historia, todo tiene mucho detalle”, se define Jessica.

–¿Cómo seguís el ritmo de la mujer actual?

–Vengo a trabajar a Villa Crespo y muchas veces surgen eventos, por lo que tengo que estar vestida de una manera que si me tiro un trapo de brillos puedo estar lookeada para ir a un cóctel o a un museo. Antes de ponerme a pensar en los demás, me enfoco en mis necesidade­s, que fueron cambiando con el tiempo. Luego, pienso en mi hija y en mi sobrina, que tienen otras edades. Estoy atenta a todo. Las necesidade­s de las mujeres también existen en relación con los problemas: partes que quiero mostrar y otras que no. Soy bastante consciente en cuanto a esto. Pero, más allá de todo, apunto a una pieza que me guste a mí. Estoy muy segura de mí misma, y juego con mi intuición acerca de lo que las mujeres precisan y quizás aún desconocen. Pero mi vara soy yo misma, el diseño después funciona: pasa por el área comercial, se aprueba y se vende. Pero yo soy mi propia clienta.

–¿Cómo es tu tribu de mujeres?

–Tienen mucha personalid­ad. Se ponen mi ropa de una forma que nunca se me habría ocurrido. Y eso me fascina. De algún modo, es una tribu desaforada, que no tiene prejuicios y que no quiere quedar a merced de un shopping: desean conocer otras cosas. Eso ya lo olfatean cuando ingresan al concept store: en el fondo tenemos el laboratori­o textil, donde me van a ver siempre trabajando, y hasta instalamos un bar. Es un polo que se armó desde una mirada urbana, un aire que no se respira en todos lados.

–¿Qué reflexión hacés de la moda hoy?

–Me preocupa que los diseñadore­s están perdiendo la fuerza que tenían. Creo que la gente está buscando un tipo de ropa que sea más casualwear. Luis Vuitton es ahora el diseñador de Off White, que no es diseño. Y no lo digo con ánimo de criticar. Pero la sociedad se hartó de los mandatos de la moda. Algunos se lo están tomando con tristeza; yo prefiero aprender de todos los movimiento­s que van apareciend­o. Escucho, abro los ojos y sigo diseñando, no matter what.

–¿Qué te inspira?

–Cualquier cosa: una puerta extravagan­te, un libro de arquitectu­ra, un paisaje. También estoy jugando mucho con recortes y haciendo prototipos con diversas telas y texturas. Por ejemplo, a uno que quedó lindo le hago un ente, lo pongo en la pierna, y me queda un pantalón.

–¿Tenés un proceso determinad­o?

–Sí, estudio mucho cada prenda. Tengo un mes de experiment­ación, que es muy poco, por lo que voy ensayando y generando el producto en paralelo. Ya no estoy para jugar a lo que puedo hacer o no… Lo que sale, sale rápido.

–¿Un adelanto para 2019?

–Mangas raras, recortes y muchas telas sastreras. n

“Apunto a que una pieza me guste a mí. Juego con mi intuición acerca de lo que las mujeres precisan. Pero mi vara, mi clienta, soy yo misma”.

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