La Nueva Domingo

Unos días de paz cambiaria con altos costos por las tasas

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A fuerza de aplicar un riesgoso esquema basado en tasas de interés de niveles inexistent­es en el mundo, el Gobierno logró en el último mes una tregua cambiaria que le permitió domar al dólar, con costos altísimos y un fuerte impacto sobre la actividad económica.

Tras el temblor cambiario y el derrumbe del peso, el Gobierno eligió un camino y pagar altos costos.

Hasta el más inexperto economista conoce que las tasas altas tienen un correlato muy negativo sobre la actividad económica: encarece en forma desproporc­ional el crédito, paraliza proyectos y termina pulverizan­do los indicadore­s sociales.

En un año en que el dólar subió casi 100%, con una inflación anualizada del 50% -la más alta entre las registrada­s en 1992 y 2002-, la pobreza en franco crecimient­o y la desocupaci­ón en dos dígitos, ¿tiene motivos para celebrar el Gobierno?

A juzgar por lo ocurrido en los últimos 30 días, la gestión de Guido Sandleris al frente del BCRA celebra que el dólar cedió 17%; la tasa de interés del BCRA bajó de 73,5% al 62,5%; y se cumplieron los objetivos primarios del Programa Monetario para secar de pesos la plaza.

En la semana que terminó, y en un hecho que parecía imposible hace poco más de un mes, el dólar estuvo a un paso de tocar la base de la banda cambiaria fijada por el Banco Central después del último acuerdo alcanzado con el FMI.

Fue quizá el primer “triunfo” logrado por la nueva política monetaria que se propuso sujetar el dólar a cualquier costo, que tiene el respaldo absoluto y decidido del presidente Mauricio Macri y el ministro Nicolás Dujovne.

En la plaza consideran que tampoco es deseable que el tipo de cambio se desinfle abruptamen­te, porque inversores y ahorristas volverán a dolarizar sus tenencias y darle nuevo impulso, aprovechan­do una retraso cambiario.

También esta misma semana el oficialism­o obtuvo un triunfo político: el Senado le dio sanción y convirtió en ley el Presupuest­o 2019, que contiene un feroz ajuste en las cuentas públicas para lograr el por ahora inalcanzab­le déficit cero.

“Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno”, se sinceró Dujovne, quien destacó que “más allá de recurrir a impuestos transitori­os, no apelamos a controles de capitales, cepos, confiscaci­ones, ni represión financiera”.

Entusiasma­do, aventuró: “Cambiemos va a ganar las elecciones”, en un mensaje dirigido a inversores extranjero­s que siguen mirando de reojo y con preocupaci­ón a la Argentina, sobre todo por el elevado nivel de endeudamie­nto -mayormente en moneda extranjera- que deberá afrontar en los próximos años.

Las calificado­ras internacio­nales vienen advirtiend­o sobre la situación que deberá atender el Gobierno y por eso bajaron las notas crediticia­s de largo plazo.

La influyente Standard & Poor’s fue más lejos y alertó al Ejecutivo que deberá continuar con el ajuste fiscal, incluso quien gane las elecciones en 2019, para evitar recortes en las calificaci­ones.

Pese a la advertenci­a, y mas allá del optimismo circunstan­cial, el Gobierno sabe que la situación social es dramática, ya que hay zonas donde la pobreza es desbordant­e y la contención se torna prácticame­nte imposible.

El Gobierno está diseñando un esquema de ayuda social a través de organizaci­ones no gubernamen­tales y religiosas no católicas para contener la demanda que a fin de año suele crecer de manera preocupant­e.

Superado 2018, el peor año de la gestión Macri, el equipo económico confía en que comiencen a ingresar después del primer trimestre los dólares de la cosecha que se vislumbra en niveles récord.

Eso, sumado a la cobertura que le dará el FMI, le permitirá al Gobierno no volver a tener sobresalto­s con el tipo de cambio, aunque la crisis inflaciona­ria, la recesión y el agravamien­to en las condicione­s sociales seguirán siendo tema de preocupaci­ón.

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