La leyenda del Centinela Fantasma
El puesto más cercano se encontraba casi a mil metros a campo traviesa; desde allí, el suboficial a cargo, entregaba los destinos a cada uno de los conscriptos. Embargado por el miedo, al llegar al lugar, Manuel subió la escalera de desvencijados peldaños metálicos y tomó posición.
Una hora y media más tarde de esa jornada imprecisa, quizás de 1977; la noche cerrada fue testigo de la carrera del vigía hacia la distante oficina del Suboficial para pedirle que lo exima de seguir la guardia allí. Desencajado, aseguraba haber visto al temible espíritu decapitado.
El jefe, riéndose, habría impuesto su autoridad: Manuel debía volver. Quebrado en llanto, blandiendo una estampita ajada, suplicó, logrando naturalmente el efecto contrario. La superioridad inflexible, no solo lo conminó al puesto; al salir de su guardia debía presentarse para arresto, por su baja actitud militar. Lo que el suboficial no supo entonces (y no se perdonó jamás) es lo que ocurriría a partir de ese momento.
El conscripto volvió al puesto de altura. Algunos dicen que no llegó a hacerlo, pero sin embargo, después del tiro que retumbó en la inmensidad del campo oscuro, su cuerpo fue hallado sobre el mangrullo: un brazo inerte asomando, el rostro parcialmente destruido por el disparo, y el arma reglamentaria a sus pies.
Dicen que las autoridades de entonces, comunicaron a los familiares el deceso y se guardó el correspondiente luto. Depresión habría sido el cuadro que lo empujó a tan triste decisión, y las pericias anotaron datos en carpetas con acceso restringido.
Sin embargo, en la noche siguiente, el sistema inexorable, hizo que nuevamente el puesto debiera ser cubierto. Mismo suboficial, otros conscriptos, destino similar…
Fue el turno de otro camada, de otro compañero del fallecido Manuel, cuyo nombre desconocemos.
Ocurrió lo previsible; el nuevo vigía del mangrullo, volvió horrorizado a entrevistarse con su superior; pálido, con una crisis inenarrable, sin poder articular palabra. El suboficial, montando en cólera, dejó a su segundo al mando y decidió ir personalmente a cubrir la guardia en el puesto de altura, para averiguar qué ocurría, para ver con sus ojos qué pasaba...