La omelette gigante es la principal atracción en el 134º aniversario de Pigüé
Durante la fiesta, un clásico de cada aniversario, se cocinarán 20 mil huevos. Las porciones se servirán sin costo en enormes rodajas de pan.
Lo que comenzó en una charla informal, por simple inquietud de un ciudadano francés interesado en exportar una simpática tradición de su país, veinte años después se ha convertido en un emblema de Pigüé y en una tradición de cada aniversario: la Fiesta de la Omelette Gigante.
El ritual volverá a repetirse hoy, como cada primer domingo de diciembre desde 1998, aunque con un ingrediente extra: será la 20º edición y se romperán nada menos que 20 mil huevos, para el deleite de miles de pigüenses y vecinos de la región.
“Nunca buscamos esto, pero salió así”, confiesa Miguel Marcenac, uno de los primeros cinco grandes maestros de la Cofradía de los Caballeros de la Omelette Gigante.
Porque habla el francés e integra la Sociedad Francesa local, Marcenac tuvo el privilegio de ser el pigüense con el que se contactaron los franceses que crear la versión local de la fiesta, en julio de 1998. Su primera reacción fue la duda, pero José María Besada, otro de los grandes maestros, lo convenció de analizar la propuesta.
En septiembre de aquel año cuatro franceses integrantes de la Cofradía de Bessieres viajaron hasta Pigüé con los planos de la sartén y el reglamento de la fiesta. La idea empezó a gustar, y más cuando se tomó la decisión de convocar a todas las colectividades locales a sumarse.
Con el equipo conformado, el destino jugó su primera carta: luego de rechazar presupuestos de hasta 21 dólares, los cofrades pigüenses dieron con la empresa Aerotan, de Tres Arroyos, que se ofreció a confeccionar la sar-
La única condición para degustar este particular y delicioso platillo es estar al mediodía de hoy en el parque municipal de la ciudad de Pigüé.
tén de 4,20 metros de diámetro en forma gratuita. Fue un regalo de la familia Gastelú, dueña de la firma, que es descendiente de franceses. Roberto Di Felice, metalúrgico de profesión y otro de los cinco primeros grandes maestros, hizo el resto: le colocó a la sartén el mango que aún tiene y un refuerzo de hierro para evitar que se deforme.
El segundo golpe de suerte llegó al buscar quién pudiera aportar los huevos de la primera edición, nada menos que 5 mil: Marcenac había tenido de compañera de facultad a una mujer que inte- graba la Cámara Argentina de Productores de la Industria Avícola (CAPIA), quien se entusiasmó tanto con la idea que les consiguió el principal ingrediente sin costo.
“Al tiempo se sumó Granja San Miguel, de Bahía Blanca, que hasta hoy nos trae los huevos gratis, impecables, sin importar la cantidad”, señala Marcenac.
En noviembre de 1998 los franceses volvieron a Pigüé.
“No podían creer que ya teníamos todo menos las ollas donde se baten los huevos. Y fue así que, con la supervisión de ellos, se hizo la primera omelette gigante”, agrega.
La primera fue “a la francesa”; es decir, muy babé, con poca cocción.
“Nos dimos cuenta de que acá a la gente le gusta más cocida, así que cambiamos y después le fuimos agregando el jamón, la cebollita de verdeo. Fuimos probando”, acota Di Felice.
El grupo inicial de grandes maestros lo completan María Eugenia Larralde y Marlene Fabre, pero todos los años se nombran nuevos caballeros honorarios que participan activamente de la fiesta. En total, son la cofradía la inte- gran unas 80 personas que trabajan como uno, y que hoy al mediodía volverán a decir presente para homenajear a Pigüé con una auténtica y enorme delicia de la cocina francesa.
“Para nosotros es un orgullo que la fiesta de Pigüé se identifique con la omelette, pero fue algo que surgió sin quererlo”, aclara Marcenac.
“Los que pensamos en el turismo siempre buscamos una fiesta, algo que nos identifique y nos haga trascender -acota Besada-, y la verdad que llegamos a eso casi sin buscarlo. Hoy nos conocen en todas partes del país".