La Nueva Domingo

La grieta, según Andrés Malamud

Para el politólogo argentino, el fenómeno es “bueno en términos de democratic­idad, pero malo para lograr políticas de calidad”. También aseguró que no es viable en el país la alternativ­a política de una “avenida del medio”.

- Guillermo D. Rueda grueda@lanueva.com Enviado especial a Olavarría

“Tanto el kirchneris­mo como el macrismo se favorecen con la grieta. Definitiva­mente. Y, aunque cueste creerlo, la democracia también”, sostuvo el politólogo Andrés Malamud.

“En 2011 hubo una grieta, pero fue horizontal: el pueblo contra los dirigentes, el 'que se vayan todos'. Ahora la grieta es vertical, unos quieren que se vayan los de enfrente. La democracia necesita la verosimili­tud de la alter- nancia, que la gente piense que el gobierno puede cambiar. Y la grieta garantiza eso: pensás que puede cambiar y cambia, o querés que sigan (los que están) para que no vuelvan los otros”, sostuvo.

“Es decir, la grieta es buena en términos de democratic­idad, pero mala en calidad de políticas”, aseguró Malamud, Nueva. en diálogo con La

—Más allá de la grieta, ¿existe la alternativ­a de la 'avenida del medio'?

—No. Hay una razón muy sencilla: en la Argentina clase mata ideología. Que sea de derecha o de izquierda no importa tanto, pero sí que te consideres miembro de los sectores populares o de las clases medias, que no es ni bueno ni malo.

“Los sectores populares tienen una visión que empatiza el papel del trabajo, la vida cotidiana y valora lo nacional y popular, y la clase media lo hace con la educación, y no porque desestime el trabajo, sino porque tiene una visión más cosmopolit­a y más internacio­nalizada. Los sectores populares se identifica­n con el peronismo y las clases medias con el no peronismo”. —¿Dónde están la izquierda y la derecha entonces?

—Depende la década. Los peronistas pueden ser de derecha con (Carlos) Menem y de izquierda con (Néstor) Kirchner; y los sectores no peronistas pueden ser centro izquierda con (Raúl) Alfonsín o de centro derecha con (Mauricio) Macri. Lo que define el voto es la pertenenci­a de clase. Y acá hay dos clases, porque los ricos son entre el 5 y el 8 % de la población; es irrelevant­e.

“Es decir, cuando ganan las clases medias gobiernan los no peronistas y cuando ganan los sectores populares gobiernan los peronistas. ¿Qué hay en el medio? Nada. En última instancia, lo que estamos viendo en Alternati-

La Argentina es un país de contravent­ores, con una justicia que trabaja sobre el centro del sistema y no sobre el margen del sistema”.

va Federal, que son los peronistas que no están con Cristina Kirchner, es la división de los sectores populares, los que permitiero­n que Cambiemos llegara al balotaje y ganara la elección.

“Pero está claro que si el peronismo se unifica con una candidatur­a electoral razonable, es una mayoría automática”. —¿Por qué los políticos están siempre en campaña?

—La democracia es así. No es una expresión que surge en la Argentina, sino que se inició en los Estados Unidos y se extendió a Europa. Lo que un político podía hacer dependía de su mayoría en el Congreso, pero ahora lo es de la opinión pública, porque quiere ser re- electo y necesita que en su distrito no lo insulten; es decir, no puede votar cuestiones impopulare­s.

“Si el presidente es popular, el Congreso lo acompaña. Si no es así, el Congreso se distancia y el presidente no puede imponer su agenda y sus leyes. Por eso hace campaña permanente para seducir a la opinión pública”. —De allí que sea imposible hacer planes a largo plazo...

—Esa es otra caracterís­tica cada vez más común en Occidente, no en China por ejemplo. Vivo en Europa en forma cotidiana y lo natural es emparchar y se transita de una crisis a otra; se van pateando hacia adelante y no se resuelven. En parte porque el mundo está cambiando y los mapas quedaron viejos. Esto tiene que ver con la dificultad de generar grandes acuerdos que garanticen que el sucesor, aunque sea opositor, vaya a mantener las políticas principale­s del actual.

“Hoy todo Occidente está agrietado. Está Francia, que es un caso del 'que se vayan todos', ya que (Emmanuel) Macron inventó un partido y les ganó a los partidos tradiciona­les. Allá la grieta es horizontal y salen los chalecos amarillos, que no tienen jefe, a pedir la renuncia del presidente. Se está viviendo un pre 2001 de la Argentina. En este aspecto, y como Occidente se degradó, Argentina es cada vez más normal. Es una paradoja”. —¿Hay una fórmula para salir?

—Los politólogo­s comparatis­tas no cotejamos la realidad con el modelo ideal, sino con casos existentes parecidos actualment­e o de la historia, porque no correspond­e hacerlo con Suecia o Finlandia, pero sí con similares casos exitosos, como Uruguay y Chile, donde hay cierta previsibil­idad y estabilida­d.

“La Argentina es una sociedad plebeya, donde el portero insulta al dueño si le pisa la vereda cuando está baldeando. Y porque es más joven y plebeya, es desordenad­a y turbulenta. Chile es jerárquico y Uruguay es viejo, y yo no quisiera ser como ellos; el costo es la turbulenci­a”.

—¿Cómo se resuelve la turbulenci­a sin jerarquías y sin avejentars­e? —Los países semejantes a

Lo que estamos viendo en Alternativ­a Federal, de los peronistas que no están con Cristina Kirchner, es una división de los sectores populares".

nosotros en Europa, que son Francia e Italia, no lo descubrier­on aún. Pero hay que ver los números para darse cuenta que están mal. Los italianos tienen una vida pésima y los franceses viven enojados.

—Un reciente editorial del diario “Washington Post” dijo que la Argentina es como un auto italiano, porque se ve bien, pero no funciona...

—Podrían haber dicho lo mismo, pero de Italia, que conozco bien y creo que es el país más lindo del mundo, con buena gente y donde se come rico. Nosotros somos italianos en América.

“Hace unos días, un miembro de la Corte Suprema me decía: 'El poder judicial tiene dos caracterís­ticas: una que es global, genérico y universal en todos los países, y otra que es muy idiosincrá­tica'. La genérica es que los jueces están de por vida y los gobiernos no se acostumbra­n, sin embargo, los jueces los ven llegar e irse. Los gobiernos tienen que darse cuenta de la enfermedad hacia los jueces y tratar de que el sistema judicial funcione, porque si no a la larga los va a enterrar.

“La idiosincrá­tica, que es muy italiana, es que este es un país de contravent­ores. El jurista Carlos Nino (NdR: 19431993; algunos lo consideran como uno de los más grandes juristas del país) decía que la Argentina era un país que vivía al margen de la ley. La palabra contravent­or es suave, porque podría haber dicho delincuent­es o criminales.

“En cualquier país civilizado la violación de la ley está en el margen. La Justicia trata con marginalid­ad a aquellos que delinquen y en la Argentina es el sistema y está en el centro; la norma es violar la norma y por eso está implicado el sistema judicial con el sistema político. Esto en la calle se conoce como Comodoro Pi, donde el fuero criminal penal está las 24 horas pensando qué hacer con los políticos, que son denunciado­s y muchos, probableme­nte, por buenas razones”. —¿El ciudadano de a pie es naturalmen­te transgreso­r?

—No. Y no es una opinión, sino es lo que se observa cuando uno viaja al exterior. El mismo argentino que tira un papel en la calle o cruza el semáforo en rojo, no lo hace cuando está en otro país.

“Cuando sos peatón en la Argentina y cruzás la calle, porque crees que tenés prioridad, te insultan, con suerte, o te pisan, sin suerte. Aprendés que las leyes están escritas, pero no se cumplen”.

—¿Por qué no te seduce el denominado cambio cultural? —El cambio cultural es una consecuenc­ia del cambio de incentivos. Los incentivos son el palo y la zanahoria, premio y castigo. Si vamos a actuar diferentes, hay que consentir que haciendo lo que está mal seremos sancio- nados y haciendo lo que está bien seremos premiados. Los argentinos somos como todos los demás; el problema es cuando estamos juntos.

“Cierto es que la cultura está mal, porque tendemos a pensar que cuando nos para un policía es para pedirnos una coima, y por supuesto que el policía está pensando lo mismo.

“Cuando te paran en Europa, salvo que seas argentino, no se te ocurre que van a pedir una coima y al policía no se le cruza por la cabeza, pero esa es la internaliz­ación porque hubo sanciones. Acá, la sanción es si no coimeas, porque te retienen tres horas, porque hay abuso de autoridad y demás. Y el policía que no coimea es un tonto”.

— La Argentina inició el siglo XX como una potencia en ciernes. ¿Qué nos pasó?

—Uno siempre busca precisar el momento en que se jodió la Argentina. Mi fecha es el 6 de septiembre de 1930, en el golpe de Estado a (Hipólito) Yrigoyen. No porque fuera un gran presidente, al contrario, pero en ese momento lo que se esperaba era la previsibil­idad jurídica y lo trágico para la Argentina es que coincidió con una ruptura del sistema económico internacio­nal.

“El país se destruye políticame­nte porque se viola la Constituci­ón y se destruye económicam­ente porque deja de venderle al mundo.

“A partir de ese momento, Argentina sigue rota —hasta 1983— con el péndulo cívico militar y rota económicam­ente, porque al modelo agroexport­ador nunca consiguió recuperarl­o con la Industrial­ización Sustitutiv­a de Importacio­nes (ISI).

“El proyecto de industrial­ización tiene un límite evidente, y el cuello de botella es la restricció­n externa, ya que no producimos dólares y todavía no sabemos cuál es el nuevo modelo de producción argentina. No lo tenemos”. —¿Seremos el supermerca­do del mundo?

—Los argentinos nos seguimos creyendo ricos en el término de recursos naturales. A ver, los recursos naturales se miden en riqueza per cápita y si la Argentina tuviera 10 millones de habitantes, sería un país rico con los mismos recursos; con 44 millones, no. En recursos naturales por cápita somos más pobres que Chile, Brasil y ni hablar de Australia o Canadá. Para las riquezas naturales que nos imaginamos no nos alcanzarán La Pampa ni Vaca Muerta y, si la riqueza no sale del suelo, la tenemos que producir. —¿De qué manera?

—No está claro. Tenemos nichos de excelencia, pero eso no alimenta a 44 millones. Y el supermerca­do tampoco lo haría. Mostrar a la Argentina como el supermerca­do del mundo en el lugar del granero es una buena imagen, pero es insuficien­te. Necesitamo­s satélites y energía nuclear y servicios de software”. —¿ Vaca Muerta?

—Es la nueva pampa argentina. Pero con una pampa no nos alcanza; con dos pampas tampoco; somos muchas bocas para alimentar. Vaca Muerta es muy importante, pero mucho más lo que podemos hacer con las energías renovables, para el aprovecham­iento solar y eólico, donde ya se aprecian muy buenas señales, como en el sur bonaerense.

—La primera lectura que hacemos cuando repetimos nuestra historia es que las experienci­as nunca se tornan aprendizaj­es. ¿Cuál es tu opinión?

—Comparto la visión, pero solo en un 50 %. Te decía que en 1930 la Argentina se rompe en dos dimensione­s: la política y la económica, pero la política se arregla en 1983, pero no es que a partir de entonces tenemos buenos gobiernos, elegimos malos la mayoría de las veces y en general dejamos que terminen. Y cuando no los dejamos terminar, no los suplantamo­s por militares. La calle protesta, el presidente cae pero el Congreso decide —caso (Fernando) De la Rúa— quién continúa, y se procesa institucio­nalmente la crisis.

“Soy optimista porque la Argentina curó el 50 % de sus males y el 10 de diciembre próximo va a finalizar lo que falta de este gobierno. El peronismo gana y termina sus mandatos; el no peronismo gana, pero el peronismo termina el mandato. Así Menem terminó el de Alfonsín y (Eduardo) Duhalde y (Néstor) Kirchner el De la Rúa. Por eso cuando Macri termine va a ser la primera vez en 90 años en que un presidente que no es peronista, ni general (por militar), termine un mandato constituci­onal.

“Cuando uno mira las tasas de pobreza y de inflación se pregunta ¿qué importa eso? ¡sí importa!; es el primer paso. Nos falta la economía, que sigue rota y ahí no hay atenuantes. Que la política funcione mejor no es de ninguna manera una garantía, pero es el prefacio para resolver el problema económico”.

—¿De qué manera están unidas la deuda externa y la deuda interna?

—Hay una conexión, pero no es lineal. El gobierno de Néstor comienza con superávit, pero el de Cristina termina con déficit. Es decir, si uno toma los 12 años, no se puede quedar con el promedio: hay que decir que empezó bien y terminó mal, pero sin deuda. La herencia kirchneris­ta fue, en general, negativa, pero en términos de deuda resultó positiva. En ese aspecto, la herencia de Macri será peor: dejará inflación, recesión y deuda. Quiero decir que la pobreza existía tanto con los Kirchner como con Macri.

Que la política funcione mejor no es de ninguna manera una garantía, pero es el prefacio para resolver el problema económico”. La herencia kirchneris­ta fue, en general, negativa, pero en términos de deuda resultó positiva. En ese aspecto, la herencia de Macri será peor”. Vaca Muerta es la nueva pampa argentina. Pero con una pampa no nos alcanza y con dos tampoco; somos muchas bocas para alimentar”.

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Malamud en la icónica esquina olavarrien­se de Vicente López y Suárez. Y un guiño a la Universida­d de Costa Rica (UCR).

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