Cómo reformatear la campaña
Definitivamente la economía no será el caballito de batalla del gobierno en el tránsito hacia las elecciones de octubre donde Mauricio Macri buscara la reelección. Con pesadumbre, pero pragmáticos, fuentes del macrismo reconocen que a estas altura de la carrera electoral, y en la medida en que encuestas con panorama sombrío aterrizan en los principales despachos, hablar de la economía, y muchísimo menos prometer bonanzas al estilo del "segundo semestre" o fracasos por esa banda que tanto minaron la confianza de sus seguidores en los últimos tres años, se tornaría casi un discurso piantavotos.
Los sondeos que se analizan en despachos de la Jefatura de Gabinete y en el bunker del Pro de la calle Balcarce registraron aquella leve recuperación de diciembre por el dólar calmo, pero la recaída de enero por la inflación y los tarifazos.
Suficiente para que ahora se haya decidido de una vez por todas "reformatear" el mensaje que Macri, Vidal, Rodríguez Larreta y el resto de los actores de Cambiemos desgranarán para retener a los votantes puros e intentar recuperar a los descontentos o desesperanzados que se fueron. El malhumor en las redes, los medios y los sondeos por los nuevos aumentos y encima los cortes de energía han convencido al más pintado.
Los confidentes no descubren la pólvora pero recitan el "nuevo credo" de campaña, que lleva al pie las firmas de los inefables Peña y Durán Barba y que Macri aprueba a libro cerrado. Los temas centrales sobre los que pivoteará el discurso del oficialismo pasarán por la lucha contra la inseguridad, contra la corrupción kirchnerista en toda su enorme extensión, y la idea madre ahora potenciada de ensanchar la grieta, de proponer entre el futuro promisorio que ofrece el Gobierno si se persiste en el camino que Macri define una y otra vez como "el único posible", o la supues- tamente temida vuelta al pasado de la mano de un nuevo gobierno de Cristina. "Yo o el caos" sería un reduccionismo del cavallismo de antaño que podría aplicarse sin temores a la alquimia. Que no es nueva, pero en boca de una de aquellas fuentes, "es lo que hay...".
En ese plan encaja, y más que encajar figura como engranaje inexcusable de la maquinaria electoral del partido amarillo, mantener a Cristina como la rival "a todo o nada" en una carrera que por momentos pinta incierta.
Vale repasar algunos de aquellos números: la doctora figura al tope de las preferencias por candidato en el último trabajo de una de las más importantes consultoras que se difundió el viernes, encima de Macri pero también de la gobernadora Vidal. Un triunfo de Macri en primera vuelta, que entusiastas sin remedio de la Casa Rosada enarbolaban hasta no hace mucho, ha pasado a ser casi una utopía. Y un cara a cara con Cristina en el balotaje de noviembre viene rodeado de acechanzas.
Se entendería por ese lado, por una parte, la desesperación de Macri para que Vidal no desdoblara las elecciones en Buenos Aires. Un reclamo que el mandatario logró porque la gobernadora jamás le jugará en contra. Pero habría que apenas escarbar en la superficie de la plana mayor del vidalismo para encontrar los profundos resquemores, y hasta puntuales fastidios, que provocó en La Plata la presión que se ejerció para que ella atara su suerte a la de su jefe y no lo dejara expuesto a un posible revés electoral en octubre sin la maquinaria bonaerense de Cambiemos que lo sostenga.
Es que el presidente, por otro costado y a caballo de las malas noticias que sigue aportando la economía, se mantiene y en algunos casos supera el 65 % de rechazo. Mientras que Cristina pareciera no solo consolidarse en el piso del 30/35 % sino que la suposición sobre la que ma- chacan desde el Instituto Patria con el aporte del kirchnerismo duro y blando sobre que con ella los argentinos "vivíamos mejor", ha comenzado, de a poco, a prender.
Ese combo tendría directamente que ver con aquella definición que se tomó en la mesa chica del macrismo para desechar cualquier mención a la marcha de la economía y dejar de lado las falsas promesas para concentrarse en los temas que ellos suponen, con el entusiasmo que los caracteriza, que le interesan al ciudadano. En verdad, la inseguridad ha quedado hoy relegada en los sondeos y muy por debajo de la primera preocupación ciudadana, que sigue siendo la inflación, seguida de la caída del poder adquisitivo y el temor a perder el empleo.
Dicen los que suelen interpretarlo, que Macri dio una señal inequívoca en esa dirección el jueves, cuando reconoció casi sin dobleces su derrota en la lucha contra la inflación. Con un agregado que no lo deja bien parado: el presidente culpó del flagelo a su "exceso de optimismo" para domar ese potro. Bien le habría valido reconocer que en realidad el Gobierno fracaso de punta a punta en el combate contra la inflación, porque ninguna de las políticas que implementó a lo largo de estos tres años, ni los cambios de hombres en su equipo de colaboradores, dieron resultados.
Peor todavía: mientras Macri barruntaba aquel mensaje, que sería una especie de requiem para la economía en la campaña, las carpetas que le acercó Nicolás Dujovne reconocen que la inflación seguirá más cerca del 2 que del 1 % al menos hasta finales del segundo semestre, es decir a las puertas de las primarias de agosto. Siempre y cuando esta vez haya alguna razón para creerles.
Un triunfo de Macri en primera vuelta ha pasado a ser casi una utopía. Y un cara a cara con Cristina en el balotaje de noviembre viene rodeado de acechanzas.