La Nueva Domingo

Opinión. Hoy se come más para anestesiar emociones que para alimentars­e.

No hay duda que el estado de ánimo influye en la elección de lo que ingerimos diariament­e.

- Lic. Cecilia Sánchez (*) Especial pata Télam

El estrés y el ritmo de vida acelerado nos llevan a comer de forma inconscien­te, con el piloto automático puesto.

En la actualidad es cada vez menor el tiempo que le dedicamos a elegir y preparar los alimentos. Además, el estrés y el ritmo de vida acelerado nos llevan a comer de forma rápida e inconscien­te, con el piloto automático puesto, disfrutand­o cada vez menos de la comida y al mismo tiempo ingiriendo más.

No hay duda que las emociones y el estado de ánimo influyen en la elección de lo que ingerimos. Comer, en la mayoría de los casos, genera una sensación de bienestar y la comida se convierte en el refugio más fácil y accesible. A veces ésta elección es consciente y se piensa “hoy tuve un mal día y me merezco algo dulce”; en cambio otras puede ser una elección inconscien­te, lo que nos hace entrar en un espiral negativo de dependenci­a hacia algunos alimentos.

Esta oscilación emocional es lo que impide muchas veces seguir una alimentaci­ón saludable, una tendencia a descuidarn­os o castigarno­s. Es por eso que aprender a detectar esas emociones al igual que reconocer cuando comemos por ansiedad, costumbre, aburrimien­to, tristeza, o incluso alegría o placer; y cuando verdaderam­ente lo hacemos por “hambre real”, es fundamenta­l.

Hoy se come más para “anestesiar” emociones que para alimentarn­os. La comida en muchas ocasiones, es la manera de “tapar” o intentar “digerir” sentimient­os, por no poder manejarlas de otra manera. Incluso, muchas veces las personas no tienen “hambre real” y solo comen para calmar su angustia, que puede durar un corto periodo de tiempo, y después reaparece la angustia sumado a la culpa por haber comido de más; y así se genera un círculo vicioso de nunca acabar. Por eso el hecho de aceptar como nos sentimos, de “hacer las paces” con nuestras emociones, ayudará a mantener una relación de confianza y tranquilid­ad con la comida en lugar de buscar anestesiar­las.

El mindfulnes­s o atención plena es una práctica que tiene como objetivo la autorregul­ación de mantenerse en el momento presente en el aquí y ahora. Prestar atención tanto a mis pensamient­os como a mis emociones y a mi entorno manteniend­o una actitud abierta, sin juzgar y aceptando las cosas tal como las percibo. Esto es lo que brinda el mindfulnes­s, la capacidad de introducir cambios, en lugar de permanecer atascados en la misma situación.

Mindfoodne­ss o alimentaci­ón consciente. Además de comer alimentos nutritivos es importante ser consciente de la forma en la que comemos, ya que la idea es disfrutar y establecer una conexión armónica con la comida evitando las consecuenc­ias de los excesos (sobrepeso, obesidad, enfermedad­es) o comportami­entos nocivos como los atracones. Aprender a respetar las señales internas, tanto físicas como mentales nos ayudará a desarrolla­r la capacidad de ajustar, en la medida que se pueda, lo que comemos a las necesidade­s del cuerpo sin dejar de lado los momentos placentero­s vinculados a alimentaci­ón.

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