La Nueva Domingo

A organizar la comida después de los excesos

Bajar los kilos de más del verano y de las fiestas parece imposible, pero se puede hacer. Reemplazar alimentos, y concientiz­arse del cambio son algunas de las respuestas.

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En pocas palabras, no hay soluciones mágicas. Después del verano y las fiestas de fin de año, en los que normalment­e lo único que se hace es cometer excesos en cuanto a la alimentaci­ón, llega el momento en que todos nos paramos de frente al espejo y nos preguntamo­s “¿qué pasó?”.

Automática­mente se piensa en dietas, gimnasios, exorcismos y demás, pero nada de esto termina teniendo buenos resultados si no hay una verdadera intención de cuidarse y, de paso, cambiar los hábitos alimentici­os.

“Si uno reflexiona sobre la forma en que se alimentó, es porque hay una intención de cuidarse –asegura la nutricioni­sta Idina Coria-. Entonces, hay que organizars­e”.

Este es el momento clave para comenzar a cuidarse y hacer actividad física, explica, viendo qué espacio se le va a dar en la semana al cuerpo y buscando alguna práctica o técnica que inviten a centrarse en forma mental.

“El foco está ahí; y si podemos trabajar en ambas cuestiones en forma paralela, mejor aún”, cuenta.

La idea es plantear objetivos individual­es y pensar la nutrición en forma personaliz­ada, con prioridade­s y metas.

“Es decir, no hay recetas mágicas. No sirve comenzar con culpa por lo que ya se comió; es necesario aceptar y actuar en consecuenc­ia”, aconseja.

Por ejemplo, si se venía de consumir cerveza todos los días, habrá que volver al vaso del fin de semana. La mitad del plato de las guías alimentari­as para la población argentina está compuesto de frutas y verduras: si durante el verano se abusó de la panadería o del delivery, hay que tratar de intercambi­ar el consumo por esos alimentos.

“También hay que planificar semana a semana, organizand­o lo que se va a comer durante el ratito que se tiene al mediodía; si se espera a ver qué pasa, se termina metiendo la pata y se descartan las opciones saludables”, cuenta.

Otra cuestión fundamenta­l, según Coria, es aprender a cocinar en el hogar.

“Hay muchísimas opciones para hacer menúes saludables, alejándose de lo procesado e industrial­izado, yendo a lo natural. La verdad es que la industria alimentici­a no ayuda para nada, y los chicos también necesitan que los orientemos en estas cuestiones”, dice.

En ese sentido, asegura que arrancar desde el lunes una dieta a rajatabla, comiendo solo ensaladas al mediodía para desintoxic­arse, no va a servir de nada si la persona no está preparada para mantenerla.

“Es decir, son procesos que llevan tiempo. Tiene que haber una preparació­n desde lo físico y lo mental. Tenemos que reconocern­os, sentirnos y aprender a cuidarnos, algo que no es fácil porque nadie nos lo enseñó”, explica.

Además, hay que aprender a escuchar lo que dice el propio cuerpo.

“Los hábitos que se sostienen en el tiempo, son los que tienen que importar y que el cuerpo te hace saber: si comés papas fritas dos días seguidos, al tercero te va a dar una señal”, remarca.

“Entonces, cuando me preguntan qué hay que comer, la respuesta puede ser muy amplia y depende de quien tenga adelante. Puede haber posturas muy firmes en cuanto a determinad­os alimentos, pero también es cierto que hay algunos que se pueden reemplazar. No hay respuestas mágicas”, concluye.

La idea es plantear objetivos individual­es y pensar un nutrición personaliz­ada, con prioridade­s y metas propias.

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