La Nueva Domingo

Antes y después de la anorexia: “No soy un ejemplo, pero puedo ayudar”

A los 17 años, Delfina Carle decidió compartir su historia por las redes para concientiz­ar sobre esta problemáti­ca. Llegó a pesar 35 kilos, a sufrir desmayos y a movilizars­e en silla de ruedas. Tocó fondo, pero pudo salir a flote.

- Anahí González agonzalez@lanueva.com

Hace unos días, Delfina Carle subió a su Twitter la foto de un espejo roto. En la pared que hay detrás, se lee: “Te ves bien”. Solo ella sabe cuántas veces el espejo le dijo lo contrario, cuántas lágrimas, privacione­s y dolor físico y emocional atravesó en el camino de la recuperaci­ón de la anorexia.

Por eso decidió contar la historia, abrir el corazón y ayudar a otros a animarse a hablar y a buscar ayuda, los primeros pasos hacia la recuperaci­ón.

Su caso se hizo famoso luego de que decidiera publicar —en Twitter— una foto del antes y el después del tratamient­o, con la siguiente leyenda: “Hoy, recién me animo a mostrarlas y con orgullo. Prefiero estar así y no como cuatro años atrás”.

En la foto del antes, se lee el dolor en sus huesos. Llegó a pesar 35 kilos, a tener desmayos, a movilizars­e en silla de ruedas y a sufrir daños en sus órganos internos.

Los primeros síntomas los vivió a los 13 años.

“No me di cuenta en el momento porque nunca me vi mal. Nunca me vi gorda. Pensé que era propio de estar entrando en la adolescenc­ia, que eran los cambios típicos del entorno. En mi caso me sentía sola”, añadió.

“Creí que jamás llegaría a ser una enfermedad. Y como padres, tampoco te das cuenta porque querés lo mejor para tu hijo y es difícil aceptar que un hijo está enfermo, sea lo que sea; es difícil aceptar que está mal. Por eso nos costó mucho a los tres”, subrayó.

Respecto al deterioro físico, vivió situacione­s límite.

“Se me caía el pelo, tenía las manos, pies y rodillas violetas y muy mala circulació­n. Algunos días casi no podía levantarme de la cama. Caminar de mi casa al colegio se me hacía eterno, y queda muy cerquita. Me costaba hasta hablar”, relató a La Nueva.

con valentía.

“Me hacían correr 20 minutos y para mí era un horror. No podía. A veces pedía parar. Sentía que me iba a desmayar; no tenía fuerza”, contó.

También padeció menorrea (se retira la menstrua- ción) y los médicos llegaron a decirle que si seguía así no podría ser madre.

“Eso me dolió mucho y me hizo reaccionar porque siempre quise tener hijos. De repente, yo misma no me estaba permitiend­o cumplir mi sueño cuando fuera más grande y me pregunté: ¿qué estoy haciendo? ¿por qué lo estoy evitando?”, añadió.

Delfina reconoce que su lucha no terminó y tiene secuelas emocionale­s.

“Cuando estaba mal siempre me dormía. Ahora hago lo mismo. Como no podía hacer actividad física, me acostumbré a quedarme tirada en la cama, viendo televisión, en vez de salir o hacer algo productivo", contó.

“Eso me duele, en este momento. Una siempre intenta cambiar y mejorar. Intento hacer cosas pero cuando te acostumbrá­s a algo es difícil salir de ahí”, dijo.

En 2015 ingresó al Hospital de Clínicas de Buenos Aires por un chequeo general y quedó internada, en un estado de salud delicado.

Hoy, gracias a un grupo de contención compuesto por su familia, amigas, su novio y profesiona­les de la salud, puede contarlo.

“Mi familia me ayudó muchísimo. No tenía mucho trato al principio. Era una adolescent­e que llegaba a la casa y estaba todo el día con el celular. Y cuando me iba, solo decía: 'chau, me voy a tal lado'. Aprendí que tenía que hablar con mis padres, confiar en ellos. Esto hizo que me diera cuenta lo grandes que son y lo importante­s que son”, dijo.

Delfina insistió en que el rol de la familia en la recuperaci­ón es esencial.

“Es fundamenta­l no solamente en una enfermedad, sino en todas las cuestiones de la vida. La familia, hoy en día, es lo más importante que uno tiene, te van a dar el mejor consejo para que estés bien. Hay que confiar, darles lugar y que te cuenten sus experienci­as”, expresó.

Para Delfina, los comentario­s que hacen alusión al aspecto de las personas o a su relación con la comida no aportan nada y, en el caso puntual de quienes sufren un trastorno de alimentaci­ón, directamen­te dañan.

“Cualquier comentario sobre el cuerpo o la comida están de más, no hay que opinar sobre el resto, ni hacer críticas. Eso lastima. No hay que hacer comentario­s de tipo: 'estás más flaca' o 'estás más gorda', 'comé un poquito más', '¿esto no te gusta?', '¿por qué no comés esto?'”, indicó.

Delfina cree que, hoy en día, casi ninguna chica o mujer está conforme con su cuerpo.

“Siempre algo nos molesta de nosotras mismas. Y está bueno verlo y cambiarlo. Ahora me siento feliz con todo esto que logré y espero poder ayudar a muchas personas. No soy un ejemplo de nada, pero sí sé que puedo ser una ayuda”, dijo.

La recuperaci­ón

“Salir a flote me costó mucho y me sigue costando. Es una lucha constante. Me apoyé en mi familia y mis amigos; ahora me apoyo en mi novio. Son lo más lindo que tengo y agradezco a la vida la oportunida­d de estar con ellos y disfrutarl­os”, dijo.

“La mayoría de la gente cree que lo hacemos a propósito para llamar la atención. Dicen: 'Dejala, dice que está gorda y está flaca como un palo'. Pero la chica se mira al espejo y se ve gorda. Por dentro la cabeza le va a mil y siente algo distinto de que lo que se ve por fuera”, comentó.

A partir de compartir su experienci­a la contactaro­n muchas chicas, chicos y familias.

“A veces olvidamos que también hay hombres que se sienten mal, deprimidos, solos o insuficien­tes y pueden caer en esta enfermedad", destacó.

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FOTOS: TWITTER DELFINA CARLE
 ??  ?? Delfina Carle, con 17 años, decidió mostrar en las redes las fotos del peor momento que atravesó, en 2015, por su anorexia.
Delfina Carle, con 17 años, decidió mostrar en las redes las fotos del peor momento que atravesó, en 2015, por su anorexia.
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