La Nueva Domingo

Manu Ginóbili, responsabl­e de hacer mejores a todos quienes lo rodearon

El retiro de la camiseta 20 de los Spurs significó uno de los hechos más relevantes que involucró a un deportista argentino. El acto, envuelto de emoción, sacó lo más íntimo de los que estuvieron a su lado en el AT&T Center.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

¡Cuántas preguntas surgieron después de esa primera noche!

Había pasado el debut de Emanuel Ginóbili en la NBA. En la redacción no se esperaba el final para cerrar la edición de ese día. El partido terminaría de madrugada.

Pasaron muchas “noches largas”; cierres contra reloj, coberturas de lo que, para nosotros, se trataba de un mundo casi irreal, lejos de lo cotidiano. Aunque él, de a poco, se encargó de que se nos fuera incorporan­do.

Empezamos a tutearnos con el mejor nivel del mundo. Nos sentíamos representa­dos e identifica­dos.

Todo comenzó el 29 de octubre de 2002, la noche que el flaquito con la camiseta número 20 de los Spurs saltaba a la cancha por primera vez en un partido oficial de la NBA.

Era el inicio de un recorrido cargado de éxito, de una película que podría verse una y mil veces, donde el protagonis­ta princide

pal termina emocionánd­ose, explicándo­le a sus hijos que si lloraba un poquito era de felicidad. Y pidiéndole perdón a su mujer por el tiempo que le robó. ¡Demoledor!

Pasaron, desde esa primera vez, 5.994 días y, como si estuviera jugando una final de las cinco que sumó en la NBA -ganando cuatro-, la atención se centralizó en él.

Esta vez era el único protagonis­ta, rodeado, claro, por varios de quienes conformaro­n “su equipo” durante estos poco más de 16 años.

Compañeros, familiares, amigos, ese núcleo que se encargó de cercarlo, cuidarlo, escucharlo y seguirlo en su maravillos­a carrera.

Era su despedida. Su camiseta, al lado de otras ocho, se inmortaliz­aba en lo alto del AT&T Center.

El mismo estadio que vibró cantidad de veces a partir de su entrega, coraje, capacidad de resolución, oportunism­o, valentía y atrevimien­to.

Esta vez, otra vez, se ponía presión: no podía fallar.

Tomó el micrófono con la misma responsabi­lidad que si tuviera en sus manos la última pelota del partido.

Y su brillantez para expresarse y resumir lo vivido lo engrandece aún más.

Sin considerar­se melancólic­o, tal cual asumió, pero sin poder evitar su emoción, le tembló la pera cuando se refirió a sus padres, Yuyo y Raquel.

Tanto como al momento hablarle a sus hijos y a su esposa. ¡Es que Manu también es humano, señores!

Muchos, con un nudo en la garganta, y otros, inevitable­mente frotándose los ojos, seguimos atentament­e sus palabras, esas que no hicieron más que respaldar su grandeza, que lo pintan de cuerpo entero.

Él fue figura, en un deporte de equipo, donde lo más relevante de todo puede resumirse con cuatro frases que le dedicaron:

Tim Duncan: "Fuiste un visionario, viste las cosas antes que todos. Hiciste cosas que nadie hizo”.

Fabricio Oberto: "Cuando tuve mi problema de corazón lo llevé a Ginóbili al cardiólogo porque sabía que me iba a quedar sin preguntas. Al final, Manu habló media hora más con el médico y eso refleja lo que me ayudó en mi vida personal".

Tony Parker: "Fuiste inspiració­n, me ayudaste a ser un mejor jugador. Un honor".

Gregg Popovich: "Me hiciste mejor entrenador. Me dijiste 'esto es lo que hago´. Y tuve que dejarte ser... Fuiste la decisión más importante en la historia de la franquicia”.

“Fuiste la decisión más importante en la historia de la franquicia”, elogió el técnico Gregg Popovich. Uno de los que hablaron en el AT&T Center.

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