Crónicas de la República
Puede afirmarse sin demasiado margen de error que hoy todas las opciones en el oficialismo están abiertas. Desde dar macha atrás con la unificación de las elecciones bonaerenses con las presidenciales en octubre, hasta la probable candidatura presidencial de María Eugenia Vidal en reemplazo de Mauricio Macri. O la de Horacio Rodríguez Larreta. Sin descartar una ruptura lisa y llana de la UCR y su partida de Cambiemos, con el propósito de presentarse con fórmula propia en las PASO.
Ese escenario casi siniestro que presenta la coalición gobernante, absolutamente impensado hasta mediados del año pasado cuando la triple corona (Macri, Vidal y Rodríguez Larreta) parecía apenas un trámite burocrático a cumplir en las urnas, trastoca todos los sentidos y estados de ánimo.
Salvo, claro, los del propio Macri, aunque sus íntimos dicen que la procesión va por dentro y que de eso sabe mucho su "amigo del alma", Nicky Caputo; del sempiterno optimista Marco Peña, y del ministro de Economía, Nicolás Dujovne.
El problema -un comentario que ya no es patrimonio de empresarios, analistas o sindicalistas, sino de funcionarios del Pro- es la sensación que los engloba
respecto de la marcha de la gestión. Y de las oscuras chances de retener el gobierno.
Las palabras "Perplejidad", "dudas" y "temor", se escuchan de quienes se preguntan con igual grado de preocupación hacia dónde va el Gobierno, y si sabe en verdad cómo llegar a destino. Ese destino venturoso que auguran Macri, Peña y Dujovne y que solo parecen ver ellos.
Una escena englobaría todo ese enorme entuerto que podría provocar -nada menos- que Macri no sea reelecto. O incluso que el presidente directamente se quede afuera de la segunda vuelta. La protagonizó Peña con su irreal presentación ante el Sena
do. ¿"De qué país nos está hablando usted"?, fue la oportuna chicana con la que lo atendieron desde la oposición, de hecho el cristinismo pero también a través de una impecable pieza oratoria de Miguel Pichetto, del PJ alterativo.
Enrique Nosiglia, el histórico operador del radicalismo, estuvo en la Casa Rosada y según trascendidos se entrevistó con "altísimas autoridades" del gobierno. No hace falta preguntar para suponer que habló con Macri, Peña, y un encumbrado ministro. Nosiglia, cuentan a su lado, no se anduvo con chiquitas: reclamó que el gobierno deje de ser "gestionado por cuatro personas dentro de una burbuja".
En rigor, blanqueó en esa recorrida lo que piensa casi todo el radicalismo, con contadísimas excepciones, acerca de que el centenario partido ya no tendría nada que hacer en la coalición si Macri insiste en ningunearlos pero también por su ciega prédica según la cual la inflación es un problema de la herencia recibida, la disparada del dólar es culpa de emergentes como Turquía y la penosa cifra del aumento de la pobreza hay que achacársela a la "feroz tormenta" que se abatió a mediados de 2018.
"Acá hay perplejidad por un Gobierno que se emperra en no reconocer que la realidad no es la que ellos pintan, que provoca dudas sobre si efectivamente Macri tiene autoridad para conducir el barco, y temor a que se produzca un desmadre todavía peor si la economía no repunta", se escuchó esta semana en una reunión de industriales.
Frente a los latiguillos de Dujovne acerca de que la economía mejorará hacia mitad de año, y que la inflación se estancará en un 2 % para antes de las PASO, todos los indicadores privados y hasta algunos papers oficiales sostienen lo contrario: que no habrá una mejoría al menos hasta bien entrado el segundo semestre. Para ese momento ya habrán ocurrido las PASO, casi una primera vuelta en la práctica.
Obnubilados, increíblemente sin capacidad de escuchar y menos de reaccionar, el presidente y su mesa chica persisten en que el camino es el único posible. Cualquier volantazo sería "volver al pasado populista". Es decir, apuestan todas sus fichas a una reactivación económica en los próximos tres meses que nadie fuera de ellos avizora. Y a que Cristina compita, convencidos de que es la única a la que podría vencer Macri en una segunda vuelta. "Ésa es la bala de plata, no queda otra", se resignan algunos operadores del oficialismo.
En medio de la desazón, crecen los objetores internos a la prédica duranbarbista de que hay que apostar a todo o nada entre Macri y Cristina. ¿Y si no compite, como sugieren señales que entregan en el Instituto Patria? "Hay que rezar para que ella juegue", dramatizó un vocero.
Sin capacidad de escuchar y menos de reaccionar, Macri y su mesa chica persisten en que el camino es el único posible.