La Nueva Domingo

“Por Dios y por Sporting me volvieron las ganas de jugar y ya no pienso en dejar el fútbol”

Ignacio Torres se atrevió a contar y a sacar a la luz una enfermedad que ocultó durante cuatro años y medio. El arquero rojinegro, con tres títulos en la Liga del Sur, admitió entre lágrimas: “lo que me pasa no se lo deseo a nadie”.

- Sergio Daniel Peyssé speysse@lanueva.com

“Sí, voy a hablar. El psicólogo me pidió que no lo guarde más. Hace cuatro años y medio que sufro ataques de pánico, de ansiedad y de angustia, aunque nunca me sentí tan mal y preocupado como en estos últimos meses”.

La nota con Ignacio Agustín Torres, el actual arquero de Sporting que consiguió su tercer título en la Liga del Sur, empezó tal cual lo habíamos establecid­o de antemano: refiriéndo­se a su enfermedad, que no hace mucho se le declaró de forma agresiva y lo hizo pensar seriamente

en abandonar el fútbol.

El pasado domingo, “Nacho” atajó en la finalísima frente a Villa Mitre, pero antes había estado sin jugar durante 13 días, aquejado de un malestar que no le desea a nadie, frase que repitió más de una vez durante la casi media hora de entrevista. Después del 4-0 sobre Olimpo por la vuelta de la semifinal del torneo Apertura, el golero necochense le pidió al técnico “Fito” Cuello dejar de jugar, porque su estado de salud se había tornado prácticame­nte incontrola­ble.

Se perdió los cotejos de la final del playoffs frente a Villa Mitre y volvió en el encuentro decisivo --otra vez ante el tricolor-- por expreso pedido de sus compañeros y de todo el pueblo rojinegro, que lo ovacionó cuando fue paseado en andas por su colega Fermín Ponte en pleno festejo por un campeonato más, el duodécimo en la historia del “sangre y luto” puntaltens­e.

“En un principio fue un síntoma al que no le di importanci­a, pero últimament­e me estaban sucediendo situacione­s que ya no eran normales. El pánico me llevó a sufrir constantes mareos, y después de eso se me cerraba el pecho y me quedaba sin aire. Me empecé a asustar en serio, a pensar pavadas que no le aportaban nada a mis ganas de salir adelante. Los primeros hechos se registraro­n en el fútbol, segurament­e por nerviosism­o o presión, pero ahora ya me estaban afectando en la vida misma”, expresó, con los ojos a punto de explotar en llanto, el “1” de Sporting.

“Cuando sentía que todo me daba vuelta alrededor, empezaba con los vómitos. Las mañanas previas a los partidos son terribles: no puedo desayunar, tengo el estómago cerrado y las arcadas me hacen doler la cabeza”, sostuvo el ex Olimpo y Tiro Federal.

--¿En qué momento te diste cuenta de que podías llegar a tener esta enfermedad?

--Todo empezó en mis últimos 6 meses en Olimpo, en 2015, cuando Diego Osella era el DT del plantel profesiona­l. Él me comunicó que no me iba a tener en cuenta y ahí se me vino el mundo abajo. Me empecé a preocupar por mi carrera futbolísti­ca, si se me iba a hacer fácil conseguir club, y esa desesperac­ión desembocó en los primeros trastornos o ataques. En ese momento no eran tan frecuentes ni tan graves, pero la acumulació­n de angustia derivó en una neurosis que yo mismo originé en mi mente.

“Cuando pasé a Tiro el estado de la enfermedad se acentuó, y ahora creo que exploté. Tengo altibajos y recaídas, pero en el último clásico contra Rosario (4-0 en el cotejo revancha de cuartos de final) desbordé por completo. Traté de no aflojar, pero después que eliminamos a Olimpo ya no podía seguir. Era hasta inhumano forzar la situación”.

--Tengo entendido que no acudiste al médico cuando apareciero­n los primeros síntomas. ¿Pensabas que te ibas a curar solo?

--No fui al médico y tampoco se lo conté a nadie. Pero todo tiene un límite: cuando me empecé a sentir mal, cuando los bajones eran reiterados, me tuve que ir a asesorar sobre lo que tenía.

“Hace unos días fui a ver a un psicólogo, que me derivó a un psiquiatra, y ahora estoy en tratamient­o con los dos. Me dieron medicación para calmar los síntomas, aunque el mejor remedio es la terapia, convencerm­e de que solito puedo salir de esto”.

--Sigo sin poder creer porque estuviste tanto tiempo sin visitar a un especialis­ta.

--Es que siempre aguanté los dolores y los malestares. Hasta que me di cuenta que con mis actos no podía dominar mi mente. Por ejemplo: me quería levantar de la cama, pero me mareaba en el primer movimiento de cabeza y no me quedaba otra que acostarme a esperar a que se me pase.

--¿Seguís pensando en dejar el fútbol?

--Ya no. El día de la final, el domingo, le dije a Fermín: “no juego nunca más, sufro más de lo que disfruto. Pero salir campeón te da un envión anímico que no se compara con nada y ahora pienso para adelante, en volver a estar en contacto con la pelota y en continuar creciendo como arquero. Dios y Sporting me devolviero­n las ganas

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