La Nueva Domingo

Una calle de Bahía Blanca llevará el nombre de Alférez José María Sobral

La iniciativa de Soledad Pisani se constituyó en un merecido reconocimi­ento a quien con esfuerzo, patriotism­o, convicción y valores defendió la soberanía nacional.

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Una calle de Bahía Blanca, cuya designació­n será propuesta por Catastro y su resolución, entre vapor

rias opciones, estará a cargo del Concejo Deliberant­e, llevará el nombre de Alferez José María Sobral.

Así lo dispuso el cuerpo deliberati­vo local, donde unanimidad se aprobó un proyecto de ordenanza presentado por la edil Soledad Pisani en homenaje al heroico marino.

La iniciativa, según reconoce Pisani en los fundamento­s de su proyecto, partió de la muestra “Antártida Argentina: Territorio de Epopeyas” lanzada por las autoridade­s de Bahía Blanca Plaza Shopping y por la necesidad de brindar un merecido reconocimi­ento a la labor de quienes fueron pioneros antárticos,

“José María Sobral fue el primer antártico argentino que invernó por primera vez en la historia en el Continente Antártico, permanecie­ndo en esas latitudes por dos años consecutiv­os”, se menciona en los consideran­dos de la nueva ordenanza.

Nació en Gualeguayc­hú, provincia de Entre Ríos, el 14 de abril de 1880 y falleció el 14 de abril de 1961 en la ciudad de Buenos Aires. En el año 1895 ingresó en la Escuela Naval y egresó como guardiamar­ina en Durante su aventura en el Continente Blanco Sobral se inició en los estudios geológicos, carrera que luego seguiría en Europa. agosto de 1898.

Los comienzos del siglo XX fueron años de viajes polares y entre ellos los nórdicos llevaban la delantera. Otto Nordenskio­ld, geólogo, miembro de la nobleza sueca y de familia de explorador­es polares, llegó a la Argentina en el barco “Antarctic” en 1901. Solicitó al gobierno argentino se designara un oficial para que acompañara la expedición antártica que estaba por realizar.

Fue allí que le asignaron a Sobral quién venía de realizar un viaje escuela alrededor del mundo en la fragata “Sarmiento”.

Sobral navegó con ellos a la Antártida y allí comenzó una historia de ribetes novelescos. La expedición quedó atrapada por los hielos. Ello los obligó a construir un refugio, racionar las provisione­s y prepararse para invernar. Tal como estaban las cosas esperaban ser rescatados al año siguiente. Sin embargo ello no ocurrió lo que prolongó la estadía un año más.

Tuvieron que alimentars­e de pingüinos, peces, focas, cuidar al extremo lo poco que tenían y continuar esperando. En ese lapso no dejaron de hacer

las observacio­nes meteorológ­icas que tenían programada­s y de recorrer la región en busca de rocas para los estudios geológicos.

Las explicacio­nes de Nordenskio­ld apasionaro­n a Sobral sobre el antiguo ambiente que reinó en la Antártida, con épocas de clima tropical, bosques y fósiles diferentes a los de la fauna de ese continente helado.

Sobral aprendió el sueco, adquirió nociones básicas de Geología y dibujó a la carbonilla, en cartones de envases, bosquejos sobre los paisajes que se avistaban desde su claustro de hielo. Finalmente fueron rescatados en un viaje heroico de la corbeta “Uruguay” al mando de Julián Irízar.

La llegada a Buenos Aires fue inolvidabl­e, con desfiles de barcos, salvas de artillería, bandas de música y otras ceremonias dispuestas para su recibimien­to como héroes antárticos.

Sobral quedó fascinado por las enseñanzas geológicas de Nordenskio­ld y pensó en todo lo que podía lograr nuestro país estuda diando esa tierra ignota en el marco de las futuras aspiracion­es de soberanía. Los suecos lo invitaron a estudiar Geología en la prestigios­a universida­d de

Arriba, regreso de la corbeta "Uruguay" . Abajo, Sobral (izquierda) junto a Nordenskio­ld, en territorio antártico.

Upsala mediante una beca que ellos gestionarí­an.

Pidió la baja de la ArmaArgent­ina y viajó a Suecia, se doctoró en Geología en 1913 y se convirtió en el primer geólogo de la Argentina con título universita­rio y referente en la materia en su tiempo.

A su regreso al país, en 1914, ingresó en la Dirección General de Minas e Hidrografí­a donde llegó a ser Director General en 1924.

Autor de libros como “El futuro de nuestra Armada”, “Problemas de los Andes Australes”, “La Frontera Argentino-Chilena en el Canal de Beagle” y “Dos años entre los hielos”, en 1930 fue nombrado Cónsul General en Noruega y a fines de 1931 ingresó como geólogo en YPF y se jubiló en 1935.

Desde entonces, hasta su muerte, continuó recorriend­o el país haciendo estudios geológicos y dando conferenci­as sobre esos temas.

Además siguió investigan­do sobre la Antártida y en sus conferenci­as al respecto siempre defendió la necesidad de su ocupación pacífica, tanto del continente antártico como de los archipiéla­gos subantárti­cos.

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