Una historia de pérdida y solidaridad que reconforta
Frente a la imposibilidad de donar alguno de sus órganos –-su hija Inés sufría parálisis cerebral--, “Coni” y “Tato” Gelain entregaron su cabello a “Peluqueras en Acción” para que sea destinado a asistir a una paciente oncológica.
En el proceso final de Inés, que se agudizó con una infección respiratoria, los papás consultaron para donar sus órganos, pero fue imposible.
Asombra la entereza de “Coni” y “Tato” Gelain a la hora de hablar de la partida de su hija Inés, de 25 años, quien padecía parálisis cerebral desde su nacimiento.
Su muerte no los tomó por sorpresa.
Pocos días después de aquel 6 de enero de 1994, cuando la beba asomó al mundo, supieron que, frente a ese diagnóstico inesperado, el pronóstico de no superaría los 15 años.
Sin embargo, el amor y la atención “de excelencia” que recibió, prolongaron su existencia durante 10 años más. Ni más ni menos que una década que ellos tomaron como un “regalo”.
“Inés está en un mundo mejor, ya no se encuentra presa en una cama, puede correr, ser libre. La vida nos cambió cuando nació y la vida nuevamente nos cambió el 17 de septiembre último, cuando decidió partir”, reflexiona María Constanza Paz, su mamá, una “locomotora” que no puede darse el lujo de derrumbarse: tiene otras dos hijas, --Sofía, de 24 y Juana, de 15-- y un matrimonio que más allá de la adversidad se ve fortalecido.
Tal vez porque nada les ha quedado por hacer para lograr la mejoría de “Ine”; tal vez porque sintieron que habían dado todo, no se cansan de agradecer, de mirar “la mitad del vaso lleno”.
De hecho, aseguran, la despedida, en la capilla del Pequeño Cottolengo de calle Haití 1930, donde Inés estuvo internada desde los ocho años, resultó “increíble”.
La acompañó su familia, algunas de las chicas que también permanecen internadas y, por supuesto, sus segundas mamás: las religiosas y cuidadoras que se dedicaron de lleno a ella durante tantos años y quienes en pleno velatorio cantaron melodías que Inés solía escuchar.
Fue precisamente ese día cuando Constanza y Tato se decidieron a donar lo único que su hija podía: el cabello.
En el proceso final, que se agudizó debido a una infección respiratoria, consultaron sobre la posibilidad de donar alguno de sus órganos, pero la condición de Inés no lo permitió.
Había otra opción para ayudar a alguien y sentir a Inés cerca: los papás conocían la tarea solidaria que lleva a cabo “Peluqueras en Acción”, institución creada por Stella Dinoto integrada por voluntarias que confeccionan pelucas para enfermas oncológicas.
Inés tenía un “pelazo”. Largo, pesado, brillante, sano.
Qué mejor que cortárselo y acercarlo a Güemes 222 para que le pudiera resultar útil a otra persona.
Al día siguiente, con todas las emociones a flor de piel, Coni y Tato estaban allí. Llevaron no sólo el cabello de Inés, sino el de Sofía, su hija del medio, que también quiso donarlo.
“¿Cómo expresar lo que siento? ¿Cómo transmitirlo? Estos padres me donaron el cabello de su hijita fallecida”, señaló Stella Dinoto, emocionada y conmovida hasta las lágrimas.
Stella, que también es
mamá de una “nena” de la misma edad, continuó: “Esa peluca, que será tejida y confeccionada con nuestro mayor respeto y admiración, quedará en espera en nuestra sede y estoy segura de que iluminará el rostro de otra jovencita”.
“Les doy las gracias infinitas, no hay palabras. Gracias a Dios que cada día reafirma mis ganas de seguir en esta labor. Personas como ustedes son mi razón para seguir adelante”, reflexionó Stella en su cuenta de Facebook.
Ya en diálogo con “La Nueva.”
confesó que la institución está “complicada”, que la demanda de pelucas no cesa y que las voluntarias no abundan.
“Los lunes son días movidos, debemos preparar las pelucas y dejarlas listas para entregar. Aquel lunes aparecieron estos papás y quedé sin palabras”, señala Stella, y agrega: “invariablemente pienso en las prioridades, en las preocupaciones innecesarias que a veces los seres humanos nos hacemos por cuestiones triviales”, sostiene.
Destaca la claridad mental de esta pareja para povida