La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Parados en estados de ánimo diametralm­ente opuestos, Mauricio Macri y Alberto Fernández, a fin de cuentas los únicos protagonis­tas que parecen contar a estas alturas, han iniciado el recorrido del último tramo de la carrera hacia el 27 de octubre. Suena petulante el análisis de algunos observador­es que ya dan todo por cerrado, en especial porque en política y en medio de una sociedad que ha hecho gala en el pasado de su ciclotimia, en este país todo puede ser posible.

Sin ir muy lejos, en 2015 Macri perdió las PASO a manos de Daniel Scioli, también resultó derrotado en la primera vuelta, pero se hizo de la presidenci­a en la revancha del balotaje. Hubo, sin ahondar en el detalle, cerca de 4 millones de votos "recuperado­s" por Cambiemos entre las primarias abiertas y aquel segundo turno del 22 de noviembre.

Podrá decirse, sin que falte razón, que Macri ganó las presidenci­ales merced a una sociedad que estaba ávida de un cambio de rumbo político, y mejor dicho de un estilo de hacer política, y que creyó en sus propuestas de que llegaba "para cambiar la historia".

Del mismo modo que puede criticarse por fatalmente erróneo el argumento del macrismo de paladar negro según el cual la historia puede volver a repetirse. El Macri que se presenta ahora no es ni la sombra de aquel: fracasó en casi todas sus políticas en estos cuatro años, defraudó a millones de ciudadanos, deja un endeudamie­nto homérico, inflación y dólar por las nubes, y cifras de pobreza y desempleo peores que los que heredó de Cristina Fernández.

"¡Vamos que lo damos vuelta!", les dijo Macri con verba inflamada el miércoles en Olivos a los candidatos a senadores y diputados y a los intendente­s que van por la reelección en el conurbano y otros puntos del país.

Esa arenga, y la marcha del "Sí se puede" que planea recorrer treinta ciudades en los próximos treinta días, resumen con justeza esa mirada entusiasta de Marcos Peña y los macristas puros que lo rodean: que el votante de las PASO "se sacó las ganas" de castigar a Macri por todos los padecimien­tos a los que ha sido sometido, pero que en octubre muchos de ellos volverán al redil y lo habilitará­n a competir el 24 de noviembre.

Quienes sin embargo lo frecuentan en privado aseguran que el estado de ánimo del presidente parece no ser el que ofrece en público. En especial porque suele mostrarse incrédulo con el momento que le toca vivir y en el que lo ha colocado la historia. Si se mira desde dónde partió. Casi resignado, dirán esos confidente­s, a que no le queda otro camino que convertirs­e en el primer presidente no pe- ronista en completar su mandato constituci­onal en casi un siglo.

Sobre llovido mojado, Macri buscó un éxito exterior en el último mes de campaña que alumbraría durante su visita a Nueva York. Por exceso de opti

mismo, o por simple error de cálculo, se volvió con las manos vacías.

Peor: sus 15 horas en Manhattan dejaron la sensación de un inexorable fin de ciclo. No hubo cumbre con Trump, solo la foto protocolar en la ONU. Tampoco las habituales bilaterale­s con otros mandatario­s para tratar temas a futuro. Y el FMI no hizo ningún esfuerzo por disimular que no desembolsa­rá

un dólar más con destino a la Argentina hasta que no se conozca quién gobernará el país desde diciembre. Un gesto que desnuda las debilidade­s que le asignan a la reelección de Macri, y las expectativ­as que en cambio despierta el altamente probable pase de manos en la gestión de la Casa Rosada.

Por su parte, quienes frecuentan el bunker de Fernández en San Telmo coinciden por estas horas en un diagnóstic­o. El candidato de Todos está preocupado más de lo que muestra en público por el curso, si gana claro, de sus primeros seis meses de gestión. Dicen sus voceros que ese tiempo será absolutame­nte clave para revertir la tremenda

crisis social que heredará del macrismo al menos en su primera etapa. Superarla, afirma como también lo hacía Macri en sus comienzos, llevará por lo menos dos mandatos. "Es muchísimo el daño que han causado", lo escucharon empresario­s cordobeses con los que se reunió.

Enderezar la crisis del endeudamie­nto externo figura entre sus prioridade­s. Aunque Fernández, tal vez por aquello de que el que avisa no traiciona, ya ha enviado un mensaje a Washington. "Vamos a pagar, pero primero debemos crecer...".

En línea, dato no menor para orejear el futuro, con el cristinism­o duro que personific­a Máximo Kirchner, que ya le avisó al Fondo que "deberá esperar".

El candidato del Frente de Todos está preocupado por el curso, si gana claro, de sus primeros seis meses de gestión.

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NA EL PASO de Macri por Nueva York dejó la sensación de inexorable fin de ciclo político.
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