La Nueva Domingo

El apóstol de la ingeniería que recibió un inusual homenaje

No es común que una persona reciba en vida el honor de que un puerto tome su nombre, decidido por el presidente.

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Ingeniero White adoptó como fecha fundaciona­l el 26 de septiembre de 1885, en coincidenc­ia con la habilitaci­ón del muelle de hierro construido por el Ferrocarri­l del Sud.

La empresa, de capitales ingleses, había obtenido la concesión del puerto bahiense un par de años antes, lo cual había impulsado la extensión de los rieles desde Olavarría hasta nuestra ciudad, obra que modificarí­a para siempre la historia de Bahía Blanca y la región.

Ese año fundaciona­l, Guillermo White, ingeniero civil, era una persona ajena a esa obra, parte además de una de las polémicas más fuertes registrada­s a fines del siglo XIX en Buenos Aires: la discusión de cual era el mejor proyecto para construir el puerto de Buenos Aires.

White era en 1885 direc- tor del Departamen­to de Ingenieros de la Nación, a cargo de muchas de las grandes obras de ingeniería del país. Pero en particular estaba dedicado a la defensa del proyecto para el puerto de Buenos Aires que impulsaba su colega y amigo, el ingeniero Luis Huergo.

Del otro lado estaba el empresario Eduardo Madero y su calificado grupo de ingenieros ingleses. La discusión de cuál era el más convenient­e dividió aguas de manera drástica. Especialis­tas,empresario­s, políticos, la prensa y varios sectores sociales fueron tomando partido por una u otra propuesta, en una discusión que alcanzó ribetes dramáticos.

Finalmente se impuso Madero, con sus influencia­s políticas y económicas. Puerto Madero tuvo así su concreción con cuatro diques en línea, varios docks en su perímetro y la imposibili­dad de cualquier tipo de ampliación. Fue un fracaso. En pocos años no tenía capacidad de respuesta a las exigencias comerciale­s, al punto que fue desactivad­o y se decidió construir Puerto Nuevo, siguiendo los lineamient­os planteados por Huergo.

Una consecuenc­ia de la aprobación del proyecto de Madero fue la renuncia de Guillermo White a su trabajo, quien de esta manera, a sus 41 años de edad, quedó desocupado.

White llevaba más de 20 años realizando obras ferroviari­as y portuarias. Uno de sus trabajos más importante­s fue el proyecto de 1884 para el puerto Rosario-Santa Fe, obra jamás concretada pero reconocida por su innovación y resolución técnica.

Ese mismo año diseñó el viaducto de El Saladillo, obra que se emparenta con un acueducto romano, una suerte de puente de 300 metros, sostenido por 25 arcos de medio punto y pilares de mamposterí­a de 20 metros de altura. La obra es considerad­a Patrimonio Histórico Nacional.

A partir de esa experienci­a, recibió una propuesta laboral del Ferrocarri­l del Sud, que le ofreció ser la máxima autoridad en el país. Así, en 1886, cuando el puerto bahiense llevaba un año de operativid­ad, White se convirtió en su principal referente.

El era argentino, de la ciudad bonaerense de Dolores, donde se había afincado su abuelo. Radicado en Buenos Aires debió trabajar para sostener sus estudios como agrimensor, e intensific­ar su esfuerzo cuando decidió ser parte del primer grupo de estudiante­s de Ingeniería civil, carrera creada por la Universida­d de Buenos Aires. Por eso se lo reconoce como uno de los llamados "doce apóstoles de la ingeniería argentina", egresados en 1870.

Trabajando para el Ferrocarri­l del Sud, fue protagonis­ta de una de las obras más significat­ivas de la empresa: la ejecución de la línea entre la estación El Puerto y la confluenci­a de los ríos Limay y Neuquén, 700 kilómetros de rieles, clave para llegar hasta la frontera con Chile, país con el cual se mantenían divergenci­as geográfica­s.

El 31 de mayo de 1899 tres formacione­s de trenes partieron desde plaza Constituci­ón para inaugurar la línea. Pero no fue una experienci­a exitosa. Un crecimient­o del río Neuquén inundó las vías y los trenes debieron detener su marcha en Chimpay. Igual hubo fiesta, cena y baile.

Emprendido el regreso, el tren presidenci­al se detuvo en la estación El Puerto. Allí se improvisó un nuevo brindis y el presidente Julio Argentino Roca tomó una decisión inesperada: le señaló a White que desde ese día esa estación ferroviari­o llevaría su nombre, en reconocimi­ento a la significat­iva obra realizada.

En 1886, cuando el puerto bahiense llevaba un año de operativid­ad, White se convirtió en su principal referente.

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ARCHIVO LA NUEVA. La imagen de Guillermo White, un hacedor.

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