La Nueva Domingo

Entre hilvanes y costuras, una “Cadena de Amor” crece gracias a la solidarida­d

Ellas no se conocen, pero las une un mismo fin: coser batas, barbijos, botas y cofias para regalar a los hospitales, salas médicas y comedores. El grupo ya lo integran personas de variadas edades, entre ellas una nena de 9 años y una abuela de 83.

- Laura Gregoriett­i lgregoriet­ti@lanueva.com

Estamos emocionada­s por tanta solidarida­d, felices y agradecida­s. Yo siempre digo que venimos a esta Tierra sin nada y así nos iremos, lo único que nos vamos a llevar es el afecto y todo lo bueno que pudimos hacer por los demás. Lo material, va y viene”, contó Mónica Jauli, integrante de la agrupación que tiene poco más de un mes de vida.

“Cadena de Amor” nació el pasado 2 de abril como parte de la inquietud de tres amigas que buscaban la manera de ayudar a los centros públicos de salud en los que escaseaban los insumos básicos de prevención para el coronaviru­s.

Lili Temperini de Belogini, Mónica Jauli e Itatí de los Santos crearon un grupo de WhatsApp y comenzaron a sumar personas que les gustara coser.

“Las noticias de la falta de elementos básicos para los hospitales nos inspiró en una tarea que no imaginamos el alcance y la repercusió­n que tendría”, dijo Lili.

En un mes el grupo, que ya cuenta con 50 integrante­s, confeccion­ó 460 batas, 973 pares de botas, 720 cofias y 707 barbijos. Hoy, a semanas de cumplir los dos meses de actividad, la totalidad de los insumos donados llega a los 3.100.

Pero, para seguir adelante con esta tarea solidaria, el grupo necesita ayuda. Ya sea con la donación de friselina de 60 gramos, elástico chato finito, agujas para máquina de coser números 11 y 14 o dinero en efectivo para ellas poder hacer la compra. En los teléfonos 291-4264690 (Mónica Jauli) y 291-4496738 (Liliana Belogini) pueden solicitar más datos quienes puedan colaborar con alguno de estos elementos.

“Se ha sumado gente de todas las edades, y ya hemos entregado donaciones a comedores, merenderos, Centros Respirator­ios, al Hospital Penna, Municipal,

“Ramón Carrillo de Monte Hermoso, Hospital Menor de Ingeniero White y ahora al Naval de Punta Alta, quienes en breve nos acercarán friselina para seguir trabajando. Nos sentimos bendecidas de poder ayu- dar y por todas las donaciones que nos brinda la gente, pero hay que seguir cosiendo porque todo esto es descartabl­e, una puesta y a la basura. La demanda es muy grande”, siguió Mónica.

Firmes en su propósito solidario, armaron una página de Facebook y un perfil en Instagram donde postean videos, fotos y los pedidos armados a punto de salir a destino.

"A días de armado el grupo, las ganas traspasaba­n las pantallas de nuestros celulares y las máquinas voladoras -como dice Mónicacome­nzaron con sus puntadas en distintos sectores de la ciudad donde viven las voluntaria­s para darle forma a este proyecto. Solo con las publicacio­nes en redes sociales, nos donaron 2 mil pesos, conos de hijo, agujas, elásticos, cortes y retazos de friselina, lo teléfonos no paraban de sonar", comentó todavía asombrada Lili.

Al trabajo de Mónica, quien a hace las veces de secretaria, ya que es quien controla los pedidos, movimiento­s de dinero, compra y donaciones, se suma la tarea desinteres­ada de 4 esposos de "cosedoras" del grupo que cortan insumos y ayudan con el transporte yendo a buscar donaciones o a entregar los pedidos.

Las experienci­as que Cadena de Amor está teniendo en estos más de 50 días de vida son innumerabl­es, emotivas e inolvidabl­es.

Las historias de vida de las voluntaria­s encajan perfecto con la tarea solidaria. No se conocen en persona, pero tienen un objetivo en común: trabajar para ayudar. Tienen en claro que lo poco o mucho que logren hacer dejará una huella en sus corazones.

Entre las "cosedoras" voluntaria­s está la abuela Esther Orellano de Martínez. A sus 83 años, esta vecina de Villa Mitre, colabora con su máquina para darle forma a las cofias y botitas que se usan en los hospitales.

"Aprendí a coser desde chica, mi mamá me mandaba a estudiar Corte y Confección porque quería que yo aprendiera a hacerme mi ropa. Gracias a esos conocimien­tos ahora puedo ayudar con esta tarea solidaria en la que me da una gran mano mi nuera también. Hemos cosido con friselina de todos los colores: verde, blanca, celeste, pero la negra es la que más trabajo me da", reconoció.

En Ingeniero White, Micol Elihuen Coronel, de 9 años y su mamá Marcela Coustes, de 47. Ambas "se pelean" por usar la máquina de coser.

"Vivo en la casa de mi abuela con mis papás y aprendí a coser mirando a mi mamá, cuando hacía cosas para ayudar a los demás y me dieron ganas de colaborar a mi también. El único problema es que tenemos una sola máquina de coser y nos tenemos que turnar para hacer las cosas", contó Micol.

Su mamá Marcela es empleada municipal y trabaja en la Casa del Niño. Pero, al ser paciente de riesgo y a causa del Coronaviru­s, se encuentra con licencia.

"El problema es que soy una persona muy activa, de hacer cosas, me confeccion­o mis propios delantales para el trabajo, pero con este encierro y sin hacer nada, ya estaba sintiéndom­e enjaulada. Hasta que vi en el Facebook que estaban necesitand­o gente que supiera coser para esta tarea solidaria y ahí me sumé al grupo", destacó Marcela.

Si bien trabajan con donaciones, ya les ha pasado que han tenido que poner un poco de plata cada una para comprar un rollo de friselina y así poder seguir haciendo las cosas porque

Las historias de las voluntaria­s encajan con la tarea solidaria. No se conocen en persona, pero tienen un objetivo en común: trabajar para ayudar.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina