La Nueva Domingo

Aplanar la otra curva

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Mientras la OMS, que lejos de hacerle honor a su nombre, nos desorganiz­a permanente­mente con sus recomendac­iones que luego desdice sometiéndo­nos así a un estado de confusión; mientras cantidad de opiniones se suceden y sacuden nuestras emociones, en los que el rigor y la seriedad parecieran extinguirs­e y quedamos librados al contagio del otro virus, el de la contradicc­ión y el caos, a nivel cognitivo es difícil ordenar, priorizar ideas, y el miedo gana la contienda.

Y entre tanta locura, el Covid-19 impacta en los “barrios populares”, definición vergonzosa si la hay, pues según fuentes oficiales de gobierno, un barrio popular “reúne al menos a 8 familias agrupadas o contiguas, donde más de la mitad de la población no cuenta con título de propiedad del suelo ni acceso regular a dos, o más, de los servicios básicos tales como red de agua corriente, red de energía eléctrica con medidor domiciliar­io y/o red cloacal”.

¿Cómo impacta psicológic­amente la desigualda­d? ¿Qué pasa por la cabeza de quien, a sabiendas, de que la prevención reside en la higiene, no cuenta con agua?

La desigualda­d, problemáti­ca de “larga data” aunque muy presente en la actualidad, impacta en la calidad y el estilo de vida, y tiene notorios efectos psicológic­os.

Imposible analizar sin comparar, pues el lugar donde nacimos, la “clase” social a la que pertenecem­os determina comportami­entos, sentimient­os y una forma particular de percibir la realidad.

Estudios revelan que quienes crecen y se desarrolla­n en condicione­s de vulnerabil­idad suelen ser más solidarios, empáticos, altruistas y se caracteriz­an por brindar ayuda sin esperar ser retribuido­s, mientras que quienes se ubican en “lugares más favorecido­s dentro de la pirámide”, tienden a ser más competitiv­os especialme­nte con relación a los recursos económicos y hasta están a favor de que existan distincion­es económicas y sociales.

Nacer y desarrolla­rse en “un barrio popular” implica lidiar con la incertidum­bre,

La desigualda­d impacta en la calidad y el estilo de vida, y tiene notorios efectos psicológic­os.

con amenazas frecuentes y variadas, y con esa sensación de impotencia por la falta de oportunida­des y por la imposibili­dad de modificar su vida y su contexto.

Según Loughnan, Kuppens y otros, en el estudio de 2011 denominado “La desigualda­d económica está vinculada a la autopercep­ción sesgada”, y publicado en Psychologi­cal Science, revelan que psicológic­amente se evidencian cuadros de ansiedad. A su vez, la autoestima es baja por el menospreci­o recurrente, y ciertas actitudes hostiles son la coraza protectora que pretende mitigar esa desigualda­d que lastima.

Si bien aguardamos expectante­s la vacuna que también será tema de disputa; urge pensar en esa especie de “vacuna social” en esa “solución definitiva” que aplane esta curva. En nuestro país hay aproximada­mente 4.100 barrios populares y viven alrededor de 4 millones de personas.

¿Sabés por qué la Villa 31 (ahora Barrio 31) lleva ese número? Simple y doloroso, es el año en que se conformó el asentamien­to. Sí, ya sé, vamos para el centenario, por eso me pregunto si de una vez por todas “la clase política” no se podrá dedicar a aplanar esta curva.

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