La historia de Cecilia Perrín: un ejemplo de amor
Una joven de Punta Alta, candidata a la beatificación, que “sigue iluminando la vida de muchísimas personas”.
La historia de Cecilia Perrín sigue generando adhesiones y repercusiones a nivel mundial, a la vez que su familia y amigos siguen esperando novedades sobre el proceso de beatificación que lleva adelante el Vaticano.
Su nombre completo era María Cecilia Perrín y nació en Punta Alta. Quienes la recuerdan aseguran que fue una chica muy coqueta, armoniosa y que para ella no existían las relaciones superficiales.
De muy chica conoció a los Focolares, un movimiento de la Iglesia Católica que reúne a todos los habitantes del planeta con la intención de que vivan como en una gran familia, cualquiera fuera su religión, incluso para quienes no tengan una creencia específica.
A los 26 años, Cecilia se casó con Luis Buide y a fines de 1983 quedó embarazada de María Agustina, quien hoy vive en Bahía Blanca.
En ese momento comenzó a gestarse la historia que hoy se encuentra bajo análisis del Papa Francisco porque el destino le pondría una de las pruebas más difíciles para una futura madre. Mientras transcurría su embarazo le descubrieron un tumor maligno y le recomendaron iniciar un tratamiento de quimioterapia, lo que pondría en riesgo a su hija.
Fiel a sus creencias, junto a su esposo decidieron someterse a cualquier ayuda médica que no ponga en riesgo la vida de su bebé, asumiendo cualquier costo. Incluso la posibilidad de morir.
Ella dejó escritas sus vivencias de aquellos tiempos: "Creemos en el Amor de Dios y en que lo que Él decida será amor para todos…” Y con esa premisa pudo soportar todos sus dolores y angustias.
“Jesús, estando crucificado, al borde de la muerte se preguntó: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Si Jesús, que era Dios, se sintió abandonado por Dios Padre, también nosotros, cuando no encontramos un “por qué” podemos imitarlo, es decir, dar la vida por amor”.
Agustina nació bien, con 7 meses, gracias a una cesárea programada para no complicar al bebé y poder aumentar las intervenciones médicas sobre Cecilia.
Luego de una de esas intervenciones, saliendo del quirófano, ella contó: "Hoy, por primera vez, le pude decir realmente a Jesús que sí. Con todo mi ser. Que creo en su Amor más allá de todo, y que esto es Amor de Él. Que me entrego a Él".
Comenzó a escribir muchas cartas para compartir su experiencia y en una de ellas expresaba: "Le dije a Dios: quiero ser como vos quieras que sea… Ser ante el que esté a mi lado como vos quieras que sea. Tener la belleza que vos quieras…".
Y a sus alumnos les escribía: “¿Saben qué hago cuando el dolor es muy grande y me parece no poder ofrecerlo? Miro el crucifijo, le sonrío y le digo: ‘Yo no puedo ofrecerte esto: me parece que es demasiado. Pero vos hacé de cuenta que lo hago’ ¡Y da resultado! Se experimenta luego la Paz”.
Cecilia falleció el 1º de marzo de 1985. Tenía 28 años y sus restos descansan en la Mariápolis Lía, una ciudadela, a 30 kilómetros de Junín, cuyos habitantes, en su mayoría jóvenes originarios de distintos países, culturas y religiones, se proponen vivir cada día como hermanos.
En la piedra que cubre su tumba se puede leer su frase más original: “Tus caminos son una locura, rompen mi humanidad, pero son los únicos que quiero recorrer”.
Su causa de beatificación, que completó su fase diocesana, ahora se encuentra en el Vaticano y personas de todo el mundo, a través de la página
web http://www.ceciliaperrin.focolares.org.ar, se comunican con la Comisión
que se encarga de seguirla, ya que de probarse la ocurrencia de un milagro, puede convertirse en “Beata” y luego “Santa”.
Rechazó un "aborto terapéutico" y la posibilidad de recibir el tratamiento que requería, por salvar la vida de su hija.