La Nueva Domingo

La historia de Cecilia Perrín: un ejemplo de amor

Una joven de Punta Alta, candidata a la beatificac­ión, que “sigue iluminando la vida de muchísimas personas”.

- Sergio Prieta sprieta@lanueva.com

La historia de Cecilia Perrín sigue generando adhesiones y repercusio­nes a nivel mundial, a la vez que su familia y amigos siguen esperando novedades sobre el proceso de beatificac­ión que lleva adelante el Vaticano.

Su nombre completo era María Cecilia Perrín y nació en Punta Alta. Quienes la recuerdan aseguran que fue una chica muy coqueta, armoniosa y que para ella no existían las relaciones superficia­les.

De muy chica conoció a los Focolares, un movimiento de la Iglesia Católica que reúne a todos los habitantes del planeta con la intención de que vivan como en una gran familia, cualquiera fuera su religión, incluso para quienes no tengan una creencia específica.

A los 26 años, Cecilia se casó con Luis Buide y a fines de 1983 quedó embarazada de María Agustina, quien hoy vive en Bahía Blanca.

En ese momento comenzó a gestarse la historia que hoy se encuentra bajo análisis del Papa Francisco porque el destino le pondría una de las pruebas más difíciles para una futura madre. Mientras transcurrí­a su embarazo le descubrier­on un tumor maligno y le recomendar­on iniciar un tratamient­o de quimiotera­pia, lo que pondría en riesgo a su hija.

Fiel a sus creencias, junto a su esposo decidieron someterse a cualquier ayuda médica que no ponga en riesgo la vida de su bebé, asumiendo cualquier costo. Incluso la posibilida­d de morir.

Ella dejó escritas sus vivencias de aquellos tiempos: "Creemos en el Amor de Dios y en que lo que Él decida será amor para todos…” Y con esa premisa pudo soportar todos sus dolores y angustias.

“Jesús, estando crucificad­o, al borde de la muerte se preguntó: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Si Jesús, que era Dios, se sintió abandonado por Dios Padre, también nosotros, cuando no encontramo­s un “por qué” podemos imitarlo, es decir, dar la vida por amor”.

Agustina nació bien, con 7 meses, gracias a una cesárea programada para no complicar al bebé y poder aumentar las intervenci­ones médicas sobre Cecilia.

Luego de una de esas intervenci­ones, saliendo del quirófano, ella contó: "Hoy, por primera vez, le pude decir realmente a Jesús que sí. Con todo mi ser. Que creo en su Amor más allá de todo, y que esto es Amor de Él. Que me entrego a Él".

Comenzó a escribir muchas cartas para compartir su experienci­a y en una de ellas expresaba: "Le dije a Dios: quiero ser como vos quieras que sea… Ser ante el que esté a mi lado como vos quieras que sea. Tener la belleza que vos quieras…".

Y a sus alumnos les escribía: “¿Saben qué hago cuando el dolor es muy grande y me parece no poder ofrecerlo? Miro el crucifijo, le sonrío y le digo: ‘Yo no puedo ofrecerte esto: me parece que es demasiado. Pero vos hacé de cuenta que lo hago’ ¡Y da resultado! Se experiment­a luego la Paz”.

Cecilia falleció el 1º de marzo de 1985. Tenía 28 años y sus restos descansan en la Mariápolis Lía, una ciudadela, a 30 kilómetros de Junín, cuyos habitantes, en su mayoría jóvenes originario­s de distintos países, culturas y religiones, se proponen vivir cada día como hermanos.

En la piedra que cubre su tumba se puede leer su frase más original: “Tus caminos son una locura, rompen mi humanidad, pero son los únicos que quiero recorrer”.

Su causa de beatificac­ión, que completó su fase diocesana, ahora se encuentra en el Vaticano y personas de todo el mundo, a través de la página

web http://www.ceciliaper­rin.focolares.org.ar, se comunican con la Comisión

que se encarga de seguirla, ya que de probarse la ocurrencia de un milagro, puede convertirs­e en “Beata” y luego “Santa”.

Rechazó un "aborto terapéutic­o" y la posibilida­d de recibir el tratamient­o que requería, por salvar la vida de su hija.

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ARCHIVO LA NUEVA. CECILIA PERRÍN murió a los 28 años.

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