La Nueva Domingo

100 días: frustració­n y aprendizaj­e

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

¡Llegamos a los 100 días! Sea fase 5 o 2 con restriccio­nes, más allá del lugar en el que estés viviendo, este fenómeno nos atravesó, trastocó y creo que será uno de los hitos de este siglo.

Si en el brindis de fin de año te decían que el final del verano, el otoño completo y no sabemos si el invierno también, íbamos a tener un nuevo estilo de vida, hubiéramos dicho que era el argumento de una película.

Sin quererlo ni programarl­o hemos realizado una especie de curso acelerado sobre Covid-19; especialis­tas (y no tantos) se han apoderado de programas y los gobernante­s se han visto obligados a gestionar una pandemia.

Mientras tanto la Psicología es una “especie de telonera”, pues salvo esta columna o “espacios de relleno” no ha sido “invitada al convite” de expertos y decisiones; si bien y con atino hay algunas “líneas de atención y ayuda”, es la gran ausente en el diseño de estrategia­s de intervenci­ón de la pandemia, máxime cuando en este proceso las emociones están a flor de piel y por ahora la solución es conductual.

¿Frustració­n? ¿Tolerancia? ¿Paciencia? ¿Bronca? ¿Impotencia?

Mientras en algunas ciudades nos piden “un esfuerzo más” y en otras sostienen el esfuerzo para no tirar por la borda todo lo conseguido, analicemos “la frustració­n”, porque considero que es la “reina” de todos los estados.

Deseo y frustració­n son las dos caras de la moneda, pues este estado surge cuando es imposible satisfacer aquello que anhelamos; pensemos en estos 100 días todo lo pospuesto y lo que no hemos podido satisfacer.

Uno de los males de la posmoderni­dad es la falta de capacidad para tolerar la frustració­n, pues el objetivo -erróneo- es la satisfacci­ón de los deseos de

“forma inmediata”; por ende cuando el resultado no es el esperado, ya sea en relaciones, trabajos, o el deseo que fuera, es esperable que aparezca la frustració­n.

Si bien es habitual y esperable en lo niños, se supone que con el paso del tiempo se aprende a lidiar con ella y con las emociones

Uno de los males de la posmoderni­dad es la falta de capacidad para tolerar la frustració­n.

que desencaden­a y si bien algunos nunca aprenden, comprender circunstan­cias y limitacion­es y aprender a aceptar son las claves para poder manejar los obstáculos que se presentan.

Pensemos “seriamente” cuántas vivencias, experienci­as y deseos hemos postergado en estos meses, por ello no es casual el estado de irritabili­dad, angustia, indefensió­n, crisis de llanto y hasta depresión.

Abrazos, encuentros, paseos, compras, gimnasio, clases, y muchas otras acciones van “engrosando la fila” de las frustracio­nes al mismo momento que proyectamo­s el final de esta pandemia para poder satisfacer aquello que se ha pospuesto.

Sin embargo el tiempo venidero no va a ser tal y como lo conocimos, sin ser pesimista pretendo que la desilusión no te tome por sorpresa y habrá que transitar este nuevo tiempo con tolerancia y aprendiend­o a gestionar la frustració­n.

Por eso si bien tenemos derecho a experiment­ar hartazgo y hasta es saludable “sentirlo y ponerlo en palabras”, hasta el momento la solución del virus es conductual: autocuidad­o, distancia y mucha solidarida­d, no sabemos aun cuando será el final.

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