La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Confidente­s del poder coincidían en que la tan mentada “foto de la unidad” que los principale­s socios fundadores del Frente de Todos compartier­on a mitad de semana en Ensenada es más bien una pose necesaria para sellar -si no la paz definitiva hacia el interior de la coalición gobernante­al menos una tregua. Que a la vez suponga o muestre hacia afuera un gesto de comunión partidaria y política que al menos supere el recorrido de aquí a las elecciones de medio tiempo de octubre o noviembre.

Todos ellos, con Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa a la cabeza, sentaron en esa foto y en reuniones previas que sirvieron de armado sin fisuras del gesto buscado, las coincidenc­ias en torno a un punto inicial y básico: “el enemigo está afuera y no adentro” del espacio que los nuclea bajo el sello del Frente de Todos.

Tal vez el paso dado durante aquel acto, en el que se aprovechó para pegarle a Mauricio Macri y María Eugenia Vidal como parte de un libreto bonaerense muy bien estudiado, sirvió para limar asperezas más que visibles antes que para efectivame­nte disponer el cese del “fuego amigo” sobre Fernández y la Casa Rosada.

Nadie se rasga las vestiduras en el Gobierno por las, a estas alturas, obvias diferencia­s hasta metodológi­cas que existieron en el pasado y que hoy están larvadas entre Cristina y Alberto. “Nadie descubre la pólvora si dice que en muchos temas piensan distin- to”, refuerza el concepto un integrante del gabinete nacional.

La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, blanqueó en aquel acto y en ese sentido una escena que marcó a fuego la semana que termina en el oficialism­o: “No es Guzmán contra Basualdo, si se tiene que ir uno o el otro, sino Guzmán y Basualdo, trabajando juntos”, dijo la dirigente de La Cámpora.

Su colega ultrakirch­nerista de Ensenada, Mario Secco, puso blanco sobre negro por su lado la estrategia según la cual el Gobierno debe enfrentar a una coalición de jueces, políticos opositores y medios críticos, que supuestame­nte perseguirí­an el objetivo de romper con el orden institucio­nal. “Si quieren venir que vengan, los estaremos esperando para darles batalla”, se desbocó en ese ejercicio defensivo parafrasea­ndo al general Galtieri.

No es un secreto para nadie en los despachos del Gobierno o en las oficinas del Congreso y del Instituto Patria que los últimos acontecimi­entos han delineado un escenario sobre el que exageró Secco pero que todos ven al mismo tiempo o con la misma tonalidad. El Presidente lo puso en contexto cuando dijo que fallos como el de la Corte Suprema sobre la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires para decidir sobre la presencial­idad en las escuelas, que claramente incomodó a todo el oficialism­o, tiene -en sus propias palabras- todo el sentido de favorecer la candidatur­a presidenci­al de Horacio Rodríguez Larreta. No nombró al alcalde, pero ni falta hacía. Dijo también que existe una actitud orquestada por el arco opositor y determinad­o sector de la prensa para minimizar cualquier acción del gobierno vinculada a luchar contra la pandemia.

Claro: ocurrió justo en medio de los inesperado­s elogios de Cristina a Joe Biden, o del propio presidente llamándolo “Juan Domingo Biden” por el anuncio de sus políticas inclusivas, en momentos en que en el país faltan vacunas y el gobierno norteameri­cano se apresta a repartir 60 millones de dosis que le sobran entre varios de sus socios o amigos. Resulta difícil a veces procurar una lectura distinta de la que la realidad muestra, en especial de un Gobierno que se ha ufanado de su cercanía con China y Rusia, dos eternos apuntados por la Casa Blanca.

Tanto en el Gobierno como en fuentes habituales del Instituto Patria daban por terminado el peor incidente atentatori­o contra la unidad del espacio que se registró desde que se inició la gestión, con Guzmán y Basualdo como actores de reparto de una puesta en escena que tuvo en verdad a Cristina y Alberto como sus conductore­s entre bambalinas. “Siguen los dos, esa es la orden”, ratificaba el viernes por la noche un vocero habitual en medio de las esquirlas que dejó el encontrona­zo.

Para referentes del albertismo, que suelen esforzarse para hacer un fino equilibrio a la hora de analizar la realidad de modo de no herir susceptibi­lidades, no hay tal desgaste sin retorno de la autoridad del presidente después del incidente Basualdo. Aunque el hecho de haber avalado primero su despido en una reunión con Santiago Cafiero y el ministro de Economía, para luego dar marcha atrás y decidir que todo sigue como estaba, pareciera desmentir esa retórica componedor­a.

Tampoco, aseguran, puede tomarse como un desafío o un gesto de poder del Presidente para recuperar terreno, la presunta decisión de subir a Guzmán a último momento a la gira por Europa. Tienen razón los confidente­s: el ministro figuraba en la lista inicial que armó Ceremonial desde hace más de diez días, junto al canciller Felipe Solá y al vocero Juan Pablo Biondi. En todo caso quienes se subieron a último momento a ese avión por decisión presidenci­al y luego que se confirmara la audiencia con el Papa Francisco, fueron la primera dama, Fabiola Yáñez, y el secretario General Julio Vitobello.

El entusiasmo por la audiencia con el Papa, arreglada a último momento por una gestión del diputado Eduardo Valdez, le apunta a los buenos oficios que puede ejercer el Pontífice ante el FMI para que la Argentina pueda reprograma­r sus pagos de este año para después de las elecciones. Si fuese posible, agregan los más fanáticos, para después de 2023.

“Nadie descubre la pólvora si dice que en muchos temas piensan distinto”, refuerza un integrante del gabinete.

El entusiasmo por la audiencia con el Papa le apunta a los buenos oficios que puede ejercer el Pontífice ante el FMI.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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