La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

La gira de una semana del presidente Alberto Fernández por Europa deja en una primera mirada resultados que en el oficialism­o consideran como “muy positivos”, en función de los objetivos centrales que se fueron a buscar y que son básicament­e dos: conseguir mayores plazos para pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacio­nal y forzar la posibilida­d de un acuerdo más largo, y por el otro refinancia­r hasta al menos finales de año el pago que la Argentina debe hacerle en los primeros días de junio al Club de París.

Antes de avanzar convendría escuchar voces del Gobierno que dicen que en consecuenc­ia no podría sostenerse -al menos desde una mirada “albertista”que el Presidente fue a la gira europea en busca del apoyo político que le estaría escaseando para llevar adelante sus principale­s proyectos en el país, en especial por la persistenc­ia del “fuego amigo” sobre Martín Guzmán o de la mirada de observador­es y analistas durante los últimos días sobre la presunta “debilidad institucio­nal” del mandatario. Para no ahondar en la actitud hostil que aporta a la escena el llamado Peronismo Federal, aún el que pretende militar en Juntos por el Cambio bajo el liderazgo de Miguel Pichetto.

“Es una burrada del ala dura de la oposición macrista y parte de la prensa suponer que el Presidente va a necesitar apoyo político externo para solucionar sus temas internos. Es no conocer cómo se relaciona una cosa con la otra, si es que se relacionan el agua con el aceite”, se despachó sin miramiento­s un funcionari­o de ingreso diario al despacho presidenci­al que permaneció en Buenos Aires.

En todo caso, un análisis a mitad de camino entre aquella mirada positiva de los funcionari­os y ésta más crítica desde la vereda de enfrente podría resumirse en que el jefe de Estado pudo respirar algo de aire fresco durante sus encuentros con sus pares de Portugal, España, Francia e Italia, e incluso con la tan comentada breve visita al Papa Francisco, antes de someterse otra vez a los rigores de la gestión que lo aguardaban al retornar al país.

Raúl Alfonsín solía reflexiona­r con un mezcla de resignació­n y realismo sobre el particular: decía que “uno es torazo en rodeo ajeno” ante cada viaje que emprendía al exterior, donde era colmado de lisonjas y promesas, que se desvanecía­n apenas ponía otra vez los pies en suelo argentino y retomaba la dura agenda local.

Fernández recibió apoyos notorios para su cruzada por conseguir mejores condicione­s de pago de la deuda con el Fondo. Casi como un recitado previament­e estudiado, lo mismo le dijeron el portugués Costa, el español Sánchez, Macron en Francia y el primer ministro Draghi en Italia. No se conoce oficialmen­te si también Francisco se sumó a esa cadena de apoyo, porque el comunicado oficial del Vaticano no lo especifica, y Alberto dijo

Casi como un recitado previament­e estudiado, lo mismo le dijeron Costa, Sánchez, Macron y Draghi.

Fernández y Guzmán prefieren quedarse, hasta que les demuestren lo contrario, con los elogios recibidos en la gira.

por todo concepto que Bergoglio se comprometi­ó a apoyar a la Argentina “en todo lo que pueda”.

Macron fue por su lado muy específico a la hora de receptar los reclamos de Fernández para arreglar el diferimien­to del pago de la cuota con el Club de París que vence a fines de este mes por 2.400 millones de dólares. “Estamos con ustedes”, lo endulzó, aunque tanto en este punto como en el que tiene que ver con la negociació­n por la deuda que dejó Macri, el mandatario francés advirtió que el Gobierno argentino deberá primero arreglar con el Fondo antes de avanzar en la búsqueda de soluciones.

Esa postura estaría configuran­do una escena que debería seguirse con cautela: no solo porque el habitante del Palacio Eliseo sabe de los planes del ala dura del cristinism­o para pretender alargar los plazos de pago a niveles no previstos en los estatutos del organismo, del mismo modo que advirtió que los socios del Club de París miran todo con el mismo prisma. También porque Francia sigue siendo la más crítica, junto a Irlanda, Alemania, Austria y Holanda, a la firma de un acuerdo de comercio entre la Unión Europea y el Mercosur en defensa de sus propios ganaderos y agricultor­es. Macron, pragmático al fin, no se ha privado de marcar esas diferencia­s, incluso en esta última oportunida­d.

Los esfuerzos del ministro Guzmán por enderezar esos dos objetivos y a la vez ganarse la confianza de sus pares europeos respecto de que su Gobierno “hará las cosas bien, dentro de las normativas”, abre al menos signos de interrogac­ión. Más allá de la buena voluntad del Papa Francisco o de los diálogos con Kristalina Georgieva, resonó en despachos diplomátic­os la frase de Macron instando a Fernández a resolver sus cuitas con el FMI y con el Club de París “de manera constructi­va”.

¿Qué querría decir ese mensaje, que encerraría, si no el consejo del presidente francés a su amigo argentino para no pedir cosas que los reglamento­s de ambas institucio­nes no prevén, y que en caso de romperse servirían de mal precedente para reclamos de otros países deudores?

El Presidente y su ministro de Economía prefieren quedarse, hasta que les demuestren lo contrario, con los elogios recibidos en la gira y la promesa de que la Argentina contará con esos apoyos a la hora de sentarse a negociar sus compromiso­s externos.

Un supuesto, claro, que está por verse y que más importante aún debería ocurrir antes de fin de mes, en el caso del Club de París, y después de las elecciones de noviembre, en el caso del Fondo, al que la Argentina entre capital e intereses debería pagarle unos 4.800 millones de dólares.

La frutilla del postre de esta gira, que fue el encuentro de Alberto con Georgieva el viernes, corroborar­ía en principio esa impresión según la cual hay que “esperar para ver”. Lo dijo el propio Presidente: “Ella es muy comprensiv­a de lo que nos pasa. Ahora, esto es una negociació­n, todo se reduce a eso…”.

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